Marco, un apostador: "Para jugar hasta le robé plata a mi hija"
Los casinos desaparecieron en Ecuador en 2011, pero los ludópatas o adictos a las apuestas siguen teniendo espacios físicos y virtuales para jugar.
Imagen referencial de un local de juegos de azar en Guayaquil, en marzo de 2023.
PRIMICIAS.
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Marco trabajaba como chofer en Riobamba, pero el 2 de enero de 2023 no fue a laborar. Se quedó en casa a hacer rehabilitación en una camilla especial de masajes fisioterapéuticos, por un dolor en la pierna.
Su hermana le había dicho que ese día llegarían unas personas a alquilar esa camilla y él debía recibirlas. En medio de la rehabilitación, llegaron cuatro personas. Una le dijo: “Don Marco, vamos”.
Eran, en realidad, empleados de la Comunidad Terapéutica Séptimo Cielo, un centro de rehabilitación para adicciones, ubicado en el cantón Rumiñahui, en la provincia de Pichincha.
Ese 2 de enero, Marco entró a rehabilitación por una enfermedad de la que nunca había escuchado, pero que padece desde hace 22 años: ludopatía o adicción a las apuestas.
"Las maquinitas"
"Las maquinitas", como les dice Marco, que tiene 61 años, fueron parte de su vida desde 2001.
Cuando comenzó a jugar, Marco trabajaba en el sector de la construcción, en Murcia, España, donde migró tras la crisis bancaria que golpeó a Ecuador a finales de los noventa.
Aprovechaba la hora de almuerzo para ir a apostar. ¿El sueldo? Se lo jugaba todo. Hubo días en que apenas comía un pedazo de pan.
"Jugaba 20 euros y en unos minutos se podía ganar hasta 300 o 400 euros. Qué emoción que me daba eso". Lo dice Marco desde una de las salas del centro de rehabilitación donde ahora recibe el tratamiento por el que su familia paga USD 400 mensuales.
Pero también perdía dinero, y bastante. Entonces, la emoción se convertía en ansiedad. Marco no podía esperar a que llegue el siguiente día para volver a apostar y recuperar lo perdido.
“Me acostaba pensando: mañana tengo que ganar 300 euros. Iba con 150 euros y perdía. Se volvió terrible, una adicción”, dice.
Durante los ocho años que trabajó en Murcia, Marco no logró ahorrar. Su hija mayor, que migró con él a España, era quien enviaba dinero.
Cuando ya no tenía para apostar, Marco robaba dinero de la cartera de su hija. "Le hice daño", dice y es algo de lo que ahora se avergüenza.
Tras regresar a Ecuador en 2009, Marco siguió apostando en un casino de Riobamba.
La emoción se acaba
Aunque desde 2011 una consulta popular prohibió los negocios de apuestas y juegos de azar en Ecuador, como casinos y salas de juego, la ley ha dejado espacios abiertos para que estos sitios sigan operando.
Por ejemplo, el artículo 236 del Código Orgánico Integral Penal exceptúa de sanciones penales a las personas que pongan en funcionamiento casinos y salas de juegos de azar sin fines de lucro.
Es el caso los Puntos de la Suerte, de Lotería Nacional, que pertenecen a la Junta de Beneficencia de Guayaquil, en donde Marco jugaba en "las maquinitas".
"Ahí se podía jugar desde 0,25, pero a mí me gusta ganar o perder, pero bastante, cómo voy a estar jugando solo 0,25", se decía en ese entonces.
El primer día gastó USD 20 y ganó USD 340. "Y claro que me emocioné. Al segundo día perdí USD 200, luego recuperé USD 60. Así, volví al juego y pasaba mis días como en los casinos", dice.
En Ecuador también funcionan 16 sitios de pronósticos deportivos. Se trata de plataformas web y otros con agencias físicas, donde los aficionados pueden apostar dinero en torno a pronósticos de partidos deportivos.
Esas empresas defienden que son “sitios de pronósticos” y no de apuestas, porque dependen del conocimiento del jugador.
Pero para el psicólogo de la Comunidad Terapéutica Séptimo Cielo, Luis Sanmartin, no importa si los sitios de pronósticos deportivos son o no juegos que dependan del azar.
"En esencia, son juegos en los que la persona apuesta dinero y la ludopatía es la adicción a apostar", explica.
Una nueva recaída
Durante los meses más duros de la pandemia de Covid-19, en 2020, dejó el juego porque no podía salir de su casa, pero volvió.
Fue su hija mayor quien buscó ayuda en el centro de rehabilitación para que trataran a su padre, aunque tuvo que usar la "mentira blanca" de la camilla de masajes para ingresarlo.
Hace dos años Marco quedó viudo, su esposa murió con neumonía. No pudo verlo rehabilitado.
Marco recuerda que tuvo peleas constantes cuando estuvo casado. Solía mentirle a su esposa. Le decía que trabajaba, pero estaba apostando.
"Ella me reclamaba, pero me perdonaba. Me decía: 'ya componte', y yo le hacía promesas, pero eran falsas porque volvía a lo mismo. Mi mujer sufría", recuerda.
El tratamiento
Las adicciones son enfermedades en las que inciden factores sociales, pero también genéticos y biológicos, explica Sanmartin. Es decir, hay personas más propensas que otras a desarrollar estos vicios.
Por ejemplo, las personas con rasgos de personalidad obsesivos-compulsivos o muy competitivas podrían ser más propensas a desarrollar ludopatía.
Sanmartin añade que estas adicciones no se curan, solo se sobrellevan. "La persona puede dejar de apostar, pero no es imposible que vuelva a caer", dice el psicólogo.
En una pared blanca del centro de rehabilitación hay pequeñas esculturas de los rostros de los pacientes, con la fecha en la que ingresaron. Cuando alguno recae, la escultura se quiebra, pues tendrán que comenzar de nuevo.
Hoy Marco pasa sus días dentro del centro de rehabilitación, ejercitándose, rezando y conversando con sus compañeros y psicólogos.
Desde que entró solo habló una vez con su hija mayor, con quien estaba enojado al principio, "pero ya pasó, entendí que me trajeron por mi bien y doy gracias a Dios", dice.
Cuando salga, lo primero que Marco hará es pedirle matrimonio a su nueva pareja, que lo está esperando.
Además, tendrá que buscar un nuevo trabajo, porque al entrar en la clínica perdió su puesto como conductor en la entidad pública donde laboraba.
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