Testamentos de fin de año en Ecuador: Los orígenes de una tradición que se resiste a morir con el 'viejo'
El testamento ha mutado en los últimos tiempos, porque los festejos del fin de año se han hecho más privados. En Quito se busca rescatar el acto con un concurso.
La venta de monigotes en la 6 de marzo, sur de Guayaquil, aún no despegaba, según dieron a conocer los comerciantes el 27 de diciembre de 2024.
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Aunque la tradición se ha ido perdiendo, hay buenos motivos y esfuerzos para no dejarla morir. Cada 31 de diciembre, a pocos minutos de que termine el año, en algunos barrios y hogares ecuatorianos se mantiene la costumbre de leer un testamento.
Hasta hace poco, la celebración del año viejo era impensable sin el monigote, las viudas, "una limosnita para el viejito" y las palabras finales del personaje a ser quemado, ya sea por sus errores o por destacarse, de forma positiva, durante el año.
El testamento se trata de un recorrido por los momentos alegres, pero también tristes y difíciles que los ciudadanos, representados en el monigote, han pasado en los últimos 365 días.
Además, son las herencias que va dejando el año que termina a los que 'quedan con vida' que, más que bienes materiales, son tareas y misiones para intentar resolver los temas que quedaron pendientes.
La característica principal es hacerlo a modo de copla, prosa o verso jocoso, cargado de picardía, doble sentido, una que otra exageración, pero nunca con insultos o injurias. Se trata de una creación literaria.
El historiador carchense, Bayardo Ulloa, recuerda que en el pasado se lo leía en varios puntos de los pueblos, por lo general, en las esquinas. Incluso, un notario anunciaba el momento. Luego se difundía, por alto parlantes, por la radio.
También, algunos medios de comunicación impresos hacían concursos nacionales que generaban gran expectativa, al punto que los ciudadanos esperaban la edición de fin de año para hacerse del testamento ganador y reír en familia.
Con el avance de la tecnología, las redes sociales se han convertido en el espacio en el que muchos creativos, que se niegan a dejar perder la tradición, difunden los testamentos de fin de año con temáticas distintas.
Los deudos
El testamento, por mucho tiempo, se convirtió en una suerte de evaluación crítica a la gestión de las autoridades locales y nacionales, a las que, aprovechando la fecha festiva, se les podía decir cosas ciertas con humor y sátira.
Los deudos especialmente eran el presidente de la República, sus ministros de Estado, alcaldes, prefectos y políticos con cierta trascendencia o impacto en el acontecer nacional.
En los últimos tiempos, la celebración del fin de año y la quema del viejo se ha convertido en un acto más íntimo y familiar, lo que ha modificado también la temática del testamento, entre quienes mantienen la costumbre.
Inicios de la tradición
Mientras los primeros registros de la quema de los monigotes en el país se remontan a 1895, en Guayaquil, como una medida sanitaria por la presencia de la fiebre amarilla, el testamento apareció años más tarde.
De acuerdo a una recopilación del historiador Luis Azuero, en 1901, en diario El Tiempo de Guayaquil, se reportaba la colocación de un testamento sobre el inicio del siglo XXI, en la intersección de Clemente Ballén y Santa Elena.
Ese testamento mantiene las costumbres funerarias formales del testamento que una persona dejaría en su lecho de muerte a sus familiares, a este le caracteriza el buen humor, la ironía y el tono burlesco.
Este documento era leído minutos antes de la medianoche por un escribano.
En el libro digital Los Años Viejos, de varios autores, se cita cómo iniciaba la lectura del testamento en Quito en la década de los 60, según Darío Guevara:
- "En unidad de acto me presento ante el señor escribano (nombre) y los testigos que certifican y declaro ser mayor de edad, ecuatoriano, casado y de religión católica, apostólica, romana. Al verme al final de mis días, expreso mi última voluntad (...)"
Luego, se daba la lectura a las pertenencias y herencias que el viejo dejaba a sus deudos. Este es un fragmento de un testamento de esa época, también citado por la publicación:
- Soy el moribundo señor Juan Elias; igual con el año se acaban mis días.
- Como por millones tengo plata ajena, sigo el testamento desde Nochebuena.
- Por morir, hijitos, como buen cristiano, al señor Alcalde pido un Escribano.
- Dejo mis colchones y mis cabeceras, a que den a todas mis hijas solteras.
- Como enamoradas para los choferes, dejo a las chepitas por buenas mujeres.
- Cueros de borrego les dejo por miles, a que hagan abrigos los guardias civiles.
Concurso de testamentos
En Quito, la Biblioteca del Museo de la Ciudad (MDC) ‘Andrea Moreno Aguilar’ organizó el Quinto concurso de testamentos ‘Chao, Chao Año Viejo’, con el fin de conservar las costumbres de la fiesta popular de fin de año.
Los interesados en participar debieron enviar sus trabajos al correo electrónico del museo. Estos serán evaluados por un jurado de escritores e historiadores. Se anunciará a los ganadores a través de las redes sociales del MCD.
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