Una quinta generación de 'animeros' se alista para seguir guiando las almas por Difuntos en Patate
La tradición de los animeros comenzó con la llegada de los jesuitas a Ecuador, pero se retomó hace unos 120 años en Patate. En la zona centro, solo Patate (Tungurahua) y Penipe (Chimborazo) la conservan.
Los recorridos empiezan desde las 21:00 por unas 54 cuadras y zonas rurales de Patate, en Tungurahua, el 18 de octubre de 2024.
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“Un padrenuestro y avemaría... Por las benditas almas del purgatorio... Por amor a Dios”, es la oración solemne, seguida de dos campanazos agudos, que se escucha en la voz de Daniel Cisneros.
Daniel es el más joven de los animeros. Tiene nueve años y, cuando tenía siete, se unió al grupo de los 15 que salen 16 días antes del Día de los Difuntos a recorrer el cementerio y las calles de Patate, en Tungurahua.
Los animeros eran una suerte de "santones" o "curanderos", pues curaban enfermedades y decían contactar con las ánimas de los difuntos.
El animero fue una figura relevante en las sociedades campesinas del siglo XVII hasta mediados del siglo XX en España. En Ecuador, esta tradición llegó con los jesuitas hace unos 400 años. En la actualidad, los animeros están prácticamente extintos.
Un niño con devoción de adulto
Daniel se unió por voluntad propia. Rogó a sus padres que hablaran con los coordinadores para ser parte de este grupo de hombres que guía a las almas al purgatorio.
Su madre Daniela explica que en su familia el bisabuelo fue animero, pero que después nadie continuó la tradición hasta que Daniel sintió ese instinto de retomarla.
Tanto Daniela como su esposo acompañan a su hijo durante los recorridos por las calles de Patate, que empiezan a las 21:00 y culminan pasada la medianoche.
Comienza la quinta generación
El ritual inicia con persignarse antes de entrar al cementerio. Una vez adentro, los animeros se colocan túnicas blancas con una cruz pintada en la espalda.
Llevan un bastón y, después de los rezos y avemarías, salen del cementerio para recorrer más de 50 cuadras en Patate, en un trayecto que dura aproximadamente cuatro horas.
Pascual Guamán continúa la tradición de sus ancestros y que se retomó en Patate hace 120 años. Pascual comenzó a participar con miembro de su familia, y poco a poco se fueron sumando otros jóvenes y adultos.
Hace dos años, algunas mujeres se unieron al grupo, pero luego se retiraron. Los hijos de Pascual representan la quinta generación de animeros en Patate.
“El animero es un guía de las almas. Durante 16 días siempre salimos a rezar en el cementerio para guiarlas hacia la luz, mediante los ruegos que hacemos en cada cuadra para que Dios se apiade de su descanso eterno”, cuenta Pascual.
Responsabilidad espiritual
El recorrido cubre más de 54 cuadras en la zona urbana, pero los fines de semana también se extiende hasta las áreas rurales.
Durante los 16 días, los animeros recorren todo el cantón para guiar a las almas hacia su descanso eterno y tranquilo. Leandro Guamán, de 20 años e hijo de Pascual, ha participado en los recorridos desde los 15 años.
Recalca que esta actividad es de gran responsabilidad y que, además de guiar a las almas, su misión es recordar a los vivos que deben pedir a Dios por los seres que han partido.
Los animeros no reciben pago alguno. Quienes mantienen esta tradición de más de 120 años lo hacen con devoción, sin esperar nada a cambio.
Sin embargo, los habitantes del cantón los esperan cada noche fuera de sus casas con aperitivos como panes, humitas, colada morada y té para fortalecer a los caminantes en su misión de guiar a las almas perdidas.
Prendas del animero
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