Píllaro se llena de máscaras y tradición con la famosa 'Diablada' para iniciar 2025
Desde el 1 de enero hasta el 6 de enero, las calles de Píllaro se llenan de música, baile y color con la Diablada Pillareña, una tradición que mezcla fe, rebeldía y color y que sigue cautivando a generaciones en Píllaro, Ecuador.
En el museo de Píllaro, Tungurahua, se cuenta la historia y anécdotas de la diablada.
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José Pinta, con su máscara de 20 libras que parece más una armadura de batalla que un disfraz, sonríe mientras ajusta los últimos detalles de su atuendo.
“Aquí no se trata solo de bailar. Esto es una penitencia de 12 años, porque si no el diablo se lleva tu alma”, dice, entre risas, aunque en sus ojos se nota un destello de seriedad.
La Diablada Pillareña no es solo una fiesta; es un pacto con la tradición, una rebelión perpetua y un recordatorio de las raíces culturales de Píllaro, provincia de Tungurahua.
Nacida, según cuentan, hace 500 años como un acto de resistencia contra los impuestos de la iglesia católica y la opresión española, hoy la Diablada es Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador desde el 2009 y atrae a miles de personas cada año.
El peso de la tradición
Jaime Lema, con 11 años como danzante, está a punto de cumplir su penitencia. “Un año más y estoy libre”, bromea mientras muestra observa el acabado de las máscaras.
Para él, la danza no es solo un compromiso espiritual, sino también una forma de honrar a sus antepasados.
Las máscaras, elaboradas con papel maché y decoradas con cuernos y dientes de animales, son verdaderas obras de arte. Cada pieza lleva semanas de trabajo y puede costar hasta USD 1.500. Sin embargo, los danzantes no escatiman en gastos; para ellos, es un honor ser parte de esta tradición.
Una rebelión que perdura
En su origen, los indígenas de Píllaro se disfrazaban de diablos para burlarse de los colonizadores y sus sermones.
“Los diablos somos la esencia de esta fiesta, pero no estamos solos”, explica María Elena Mendoza, quien baila desde los 16 años. A su lado, su hija de cuatro años ya lleva un pequeño disfraz, asegurando que la tradición continuará por generaciones.
El espectáculo y sus guardianes
Desde el 1 de enero hasta el 6 de enero, las calles de Píllaro se llenan de música, baile y color. Más de 15 partidas recorren un kilómetro al ritmo de Sanjuanitos y Pasacalles, lideradas por el cabecilla, encargado de organizar la fiesta y transmitir sus secretos a los más jóvenes. Siguen La Guarichas, los danzantes de Línea e infalible los diablos.
La Diablada Infantil, creada en 2019, es un proyecto que asegura la continuidad de esta tradición. “Ellos son los guardianes de la fiesta”, dice Edison Guachamín, director de la Escuela de Danza del Municipio de Píllaro.
Máscaras y memorias
El Museo Entre Máscaras y Memorias es otro esfuerzo por preservar esta rica tradición. Con más de 50 piezas expuestas, el museo es una ventana al pasado y un homenaje a los artesanos que mantienen viva la esencia de la Diablada.
El museo estará abierto al público hasta el 16 de enero de 2024 y ahí está el trabajo de más de 25 artesanos de Píllaro.
“Bailamos para no olvidar, para que el diablo no se lleve nuestras almas… y porque, seamos honestos, ¿quién no quiere un poquito de diversión infernal?”, concluye Luis, cuya partida abrirá el lunes 1 de enero. El tradicional espectáculo que este año espera recibir al menos 100.000 turistas.
Leonardo Tenelema, de la Secretaría de Gestión de Riesgos en Píllaro, aseguró que el cambio del decreto sobre alargar el feriado les da buenas expectativas.
El operativo de seguridad está listo, policías y militares custodiarán el cantón para que durante la semana no se presenten novedades.
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