Las mujeres alimentan a los “héroes del fuego” en Quinticusig, Cotopaxi
Mientras el fuego destruye el páramo, la comunidad de Quinticusig se une en un esfuerzo solidario, preparando alimentos y apoyando a los uniformados que luchan cada día por apagar las llamas.
Las mujeres de Quinticusig, Cotopaxi, decidieron preparar alimentos para quienes ayudan a controlar el incendio forestal, el 19 de septiembre de 2024.
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PRIMICIAS
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A 40 minutos de la cabecera cantonal de Sigchos, en Cotopaxi, se encuentra la comunidad de Quinticusig, enclavada en el corazón del páramo andino.
Este lugar, habitado por 78 familias, ha visto cómo sus circunstancias han cambiado de manera radical en las últimas semanas. A la comunidad se accede por un camino lastrado, en vehículos privados o camionetas de alquiler.
Antes del incendio forestal, las familias se capacitaban para promover el turismo comunitario, cuyo aliado principal era la montaña.
Sin embargo, un incendio forestal que comenzó hace 25 días, y que solo en el territorio de Quinticusig ha devorado más de 600 hectáreas, cambió sus planes y proyectos.
Para ellos, el páramo no es solo una extensión de tierra; es vida, economía y naturaleza. Es el hogar del cóndor, los osos de anteojos, los lobos y una vegetación abundante que nutre su sustento. El fuego se desató sin piedad, arrasando todo a su paso.
Los pajonales, que alguna vez fueron el hogar de más de 67 especies de aves y animales silvestres, ahora son solo cenizas.
El viento trae consigo el aroma a mortiño quemado, esa pequeña baya que significaba el sustento de toda la comunidad. Cada hoja que cae sobre el suelo ennegrecido, cada ave que huye en busca de refugio se lleva consigo un pedazo de la historia de Quinticusig.
Solidarios en la tragedia
Hace 10 días, las mujeres tomaron una decisión: alimentar a los héroes, es decir a decenas de bomberos, policías, militares y voluntarios que se han unido para combatir el fuego. Sin pensarlo dos veces, ellas comenzaron a preparar comida para los socorristas.
Diocelina Angahuana, secretaria de la comunidad, recuerda que en los primeros días veían las caras agotadas de los socorristas y trataban de ayudar con lo poco que tenían.
Pero cuando la ayuda de víveres comenzó a llegar, decidieron distribuirla no solo entre las familias, sino también para la alimentación de los uniformados y los voluntarios que colaboran en el control del fuego.
“Veíamos a los socorristas bajar agotados del páramo, sin fuerzas. Decidimos que no podíamos quedarnos de brazos cruzados".
Diocelina Angahuana.
"Nos levantamos a las 03:00 para preparar el desayuno y el almuerzo. La comida incluye colada, sopa y seco de carne o pollo. Queremos darles fuerza para que sigan luchando", cuenta la dirigente.
Diocelina agradece profundamente las donaciones que han llegado desde Cotopaxi y otras provincias de Ecuador, e incluso desde Estados Unidos y España, de migrantes que no olvidan sus raíces.
Todo suma
La cocina se improvisó en la Casa Comunal, donde también almacenan todas las donaciones. Para los uniformados, tienen raciones separadas y cada día alimentan a unas 300 personas.
Una vez que las comidas están listas, las distribuyen en tarrinas y las entregan a los uniformados, que se ubican alrededor de la cancha de usos múltiples, frente al páramo, cuyo verdor ha sido reemplazado por el gris de la ceniza.
Marcia Angamarca, otra habitante, expresa lo que muchos sienten: “Vienen con mucha hambre al bajar del páramo. Todos debemos apoyarnos. Es un trabajo muy agotador".
Jornadas agotadoras
Toda la flora del páramo ha sido consumida poco a poco. “Hay fuego subterráneo y superficial. Es complicado de controlar", señala el sargento Víctor Lozano, uno de los militares que ha liderado el combate contra el incendio.
Equipados con herramientas especializadas, los socorristas enfrentan jornadas agotadoras. Solo los militares trabajan en turnos de 40 hombres por grupo.
A pesar de los esfuerzos, el daño es profundo. “Incluso hemos perdido los ojos de agua que nacían del páramo. El polvo y la ceniza los han contaminado", lamenta Diocelina.
También han recibido la asistencia de brigadas médicas, ya que el humo ha afectado a gran parte de la comunidad. El Ministerio de Agricultura y Ganadería ha entregado raciones de alimentos para el ganado y animales domésticos.
Las botellas de agua donadas son ahora la única fuente de hidratación para los socorristas y los habitantes.
El fuego aún no se ha sido extinguido por completo y la comunidad espera con ansias la llegada de la lluvia, pues llevan más de tres meses sin experimentar un aguacero. Para ellos, la lucha será recuperar lo que el incendio les ha quitado: el páramo y la vida silvestre.
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