La ludopatía gana terreno y amenaza a jóvenes y adolescentes, por la facilidad para apostar
La proliferación de casas de apuestas pone en alto riesgo a adolescentes y jóvenes. La adicción a estos juegos puede empezar a edades tempranas.
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Imagen referencial de juegos y apuestas.
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Ilustración: Diego Corrales
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Juan D. no recuerda exactamente el día en el que perdió el control de su vida, pero está consciente que la adicción a las apuestas lo empujó ´hacia lo que él llama "el abismo".
Su primer acercamiento con el mundo del juego y las apuestas fue cuando apenas tenía 14 años. Uno de sus amigos lo invitó a una partida de poker en el sector de El Batán, un barrio acomodado del norte de Quito.
"Desde el inicio me gustó. Sentía la adrenalina y a los pocos días ya estaba y apostando", dice Juan, quien ahora tiene 50 años.
A los largo de estos 36 años, este hombre radicado en Guayaquil, vivió entre alegrías, risas, tristeza, depresión y adicción por las apuestas y al alcohol.
"Todo empieza con ese pequeño gusto por el juego. En las primeras noches apostaba 2.000 o 3.000 sucres, pero después fueron USD 3.000 o USD 5.000 por partida. En un día podía ganar o perder hasta USD 10.000. Y el dinero hace que pierdas la cabeza".
"Así fue como empecé a tomar alcohol y a los pocos años también me convertí en un adicto a la bebida".
Juan
Pero este problema fue eclipsado por el placer de la noche y del dinero que Juan sentía en las mesas de los clubes que frecuentaba.
Una situación que cambió drásticamente cuando las cinco horas de juego se transformaron en 12. "Jugaba desde las 18:00 hasta las 06:00 del día siguiente. Llegaba a la casa solo para bañarme, cambiarme de ropa y salir al trabajo", cuenta.
Sin embargo, hubo días en los que las jornadas se extendieron hasta por 18 horas. Fue entonces que perdió el empleo en la petrolera en la que trabajó por cinco años.
"Mi jefe instaló una mesa en la oficina para que no vaya a los casinos, pero no era lo mismo. No había adrenalina", dice con una sonrisa.
Juan confiesa que, entre los 21 y 45 años, enfrentó los momentos más duros de la adicción a las apuestas y al alcohol. En esos 24 años se alejó de su familia y de su amigos. "Vivía para jugar. Cuando no tenía dinero les robaba a mis padres".
"Me gastaba todo el sueldo y muchas veces dormí en la calle".
Juan
Incluso, recuerda que soñaba con las jugadas que debía hacer en una partida y que, por una u otra razón, no las hizo.
Si bien la pandemia de Covid-19 provocó una tragedia que incluyó miles de muertes, para Juan significó su salvación, pues solo ahí dejó de jugar.
Y, aunque asegura que ya superó la adicción, reconoce que hay días en los que juega con sus amigos, apostando "USD 3 o USD 5, que no es mucho dinero. Eso sí, a las salas de juego no voy porque sé lo que puede pasar".
Mientras cuenta que nunca se casó porque sus novias lo dejaban cuando se enteraban de sus adicciones a las apuestas y al alcohol. Dice que ese estilo de vida le dejó una enseñanza de vida: "con las cartas se puede ganar o perder dinero, pero a la final siempre pierdes como ser humano".
Jóvenes, nuevas víctimas del juego y las apuestas
La proliferación que las casas de apuestas deportivas han experimentado en los últimos años pone en riesgo a nuevos sectores de la población que, hasta hace poco, tenían restricciones para acceder a este mundo.
"Entre ellos están los jóvenes y adolescentes, quienes ahora pueden apostar sin mayores restricciones", dice la neuropsicóloga clínica, Romina Quiroga.
La especialista explica que, al tener fácil acceso a estas actividades, los problemas de adicción pueden empezar a tempranas edades y desarrollarse durante toda la vida.
En esto concuerda Paulina Herdoíza, psicóloga experta en adicciones comportamentales. Dice que los adolescentes "se guían por acciones y decisiones sobre la base de las emociones y los impulsos.
Es por ello, que "se enfrentan a una alta vulnerabilidad ante las conductas de riesgo, como las relacionadas con el uso de drogas u otras conductas de tipo adictivo como los juegos de apuestas".
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la ludopatía como un "trastorno caracterizado por la presencia de frecuentes episodios de participación en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida del enfermo en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, familiares y laborales".
El organismo la calificó oficialmente como una enfermedad en 2019.
Esta declaratoria provocó que varios países pongan interés en identificar los casos de ludopatía en jóvenes y adolescentes
En España, por ejemplo, uno de cada cuatro menores de edad reconoce haber apostado en internet. Y uno de cada 10 lo hace habitualmente, según un estudio de la Universidad Santiago de Compostela.
En Argentina ocurre una situación similar. Durante el Mundial de Fútbol de Qatar, estudiantes de 13 a 17 años apostaban con el dinero que sus padres les daban para comer, publicó el diario La Nación.
Aunque en Ecuador no hay cifras sobre el impacto de la ludopatía en jóvenes, datos del Ministerio de Salud muestran que los casos de adicción a juegos y apuestas se dispararon a raíz de la pandemia de Covid-19.
En 2019, la entidad contabilizó 75 casos, pasando a 77 en 2020 y llegando a una cifra récord de 182 en 2021.
Si bien en 2022 la cifra fue de 105 y en 2023 bajó a 82, los expertos coinciden en que esos números no son definitivos, pues no incluyen a las personas que acuden a clínicas y consultorios privados, donde se trata la mayoría de estos casos.
"Hay que entender que la ludopatía muchas veces está oculta y las personas no la reconocen", dice Quiroga.
Mientras que Herdoíza insiste en que el auge de las casas de apuestas "abre totalmente la puerta para que cualquier persona pueda convertirse en un adicto".
Y más aún con "la enorme cantidad de publicidad que aparece en redes sociales, que se convierte en un gancho para los más jóvenes porque hace creer que se trata de una manera fácil de ganar dinero".
El problema es cuando las cosas no salen como se esperaba.
"Es ahí cuando empiezan a pedir dinero a amigos o familiares. O directamente pasan a robar".
Romina Quiroga, neuropsicóloga clínica
Pero a toda esta cadena de inconvenientes se suma el escaso control que hay sobre las casas de apuestas.
Si un menor de edad quiere apostar, puede hacerlo sin mayores filtros, pues las páginas web que se dedican a esta actividad solo le piden que confirme que se trata de una persona mayor de edad, sin comprobar su identidad.
Mientras que, para retirar el dinero, debe proporcionar los datos de una tarjeta de crédito o de una cuenta bancaria que puede ser de cualquier persona mayor de edad. Aunque algunas plataformas entregan un código para que el ganador retire el dinero en algunos establecimientos no bancarios.
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Sin embargo, estos escasos controles no existen en las casas de apuestas ilegales. En estos lugares, el dinero es el que manda.
¿Cómo identificar a una persona ludópata?
Las dos especialistas brindan pautas con las que se puede identificar a una persona adicta a las apuestas. Entre las principales están:
- Cambios en su comportamiento: necesidad de jugar y apostar a toda hora.
- Rompimiento de relaciones sociales
- Elevado uso de dispositivos electrónicos
- Pide dinero por cualquier excusa
- Sus apuestas son cada vez mayores
- Muestra un bajo rendimiento académico o laboral
- Se muestra nervioso o irritado cuando intenta reducir o abandonar el juego
Consejos para evitar caer en la ludopatía
Quiroga y Herdoíza aseguran que las estrategias para evitar caer en la adicción a las apuestas están al alcance de todas las personas, sobre todo en sus hogares. Estos son algunos de los consejos que brindan:
- Los padres deben controlar las actividades que hacen sus hijos con los dispositivos electrónicos y con el dinero.
- Conversar abiertamente sobre los riesgos y consecuencias que implican las apuestas.
- Realizar actividades cotidianas alejadas de estas actividades.
- Poner atención sobre las emociones, sentimientos y problemas que tienen los adolescentes y jóvenes.
- Acudir a un profesional si hay la sospecha de que la persona ha caído en este vicio, pues hay que dejar de tratar a este tema como un tabú.
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