Dos días de luto por Diana Ruiz, 'la mujer supersónica' que murió en accidente de avioneta a pocos días de casarse
Píllaro despide con honores a Diana Ruiz, la primera mujer piloto supersónica de Ecuador. Dos días de luto en su cantón Píllaro y banderas a media asta reflejan el dolor y el orgullo por su legado.
Monseñor Geovanny Pazmiño ofició la misa en cuerpo presente de la piloto Diana Ruiz, quien falleció en un accidente aéreo en Santa Elena.
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Minutos antes de su traslado, mientras la tarde se teñía de tristeza, una leve llovizna caía sobre Píllaro. La gente se aglomeraba, silenciosa, frente a la iglesia para esperar el paso del féretro de Diana Ruiz Solís.
Cubierto con la bandera tricolor y escoltado por cadetes de la Escuela Superior Militar de Aviación Cosme Renella (ESMA), su despedida era el reflejo del amor y respeto que su comunidad sentía por ella.
Afuera de la Municipalidad, el alcalde Israel Chicaiza ofreció un homenaje solemne, declaró dos días de luto y la bandera flameaba a media asta. Diana, la primera mujer piloto supersónica de Píllaro y del país, ha dejado su huella imborrable.
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Los sueños de una niña que tocó el cielo
“Desde niña, Diana siempre miraba al cielo y decía que algún día estaría allí”, recordó su padre Héctor Ruiz, entre lágrimas.
Esos sueños de altura la llevaron a superar cada obstáculo hasta convertirse en piloto de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), una hazaña que no solo enorgulleció a su familia, sino que inspiró a su comunidad.
En marzo de este año, Diana fue declarada Mujer del Año en su ciudad y participó en un foro de mujeres influyentes.
Hoy, ese mismo teatro El Obrero, que una vez la celebró, se convirtió en el espacio donde sus compañeros de la FAE y decenas de ciudadanos le dijeron adiós entre flores y oraciones.
La tragedia llegó el 26 de noviembre, cuando un accidente con su avioneta le arrebató la vida junto al cadete Juan Andrés Pacheco.
Diana tenía solo 32 años y preparaba su boda eclesiástica para diciembre. Sin embargo, su partida no apagará el legado que deja.
“Era humilde, a pesar de todo lo que logró”, afirmó Mercedes Sisa, una vecina que, aunque no la conoció personalmente, aguardó frente a la iglesia para despedirla. Como ella, cientos de pillareños esperaron para acompañar a las 16:00 el recorrido del féretro hasta su destino final.
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