Apagones y sequía en Tungurahua: "Estamos retrasados en la siembra porque el suelo está seco"
Entre la escasez de agua y la oscuridad de los cortes eléctricos, los habitantes de las zonas rurales en Tungurahua enfrentan un panorama desolador, donde el esfuerzo por sobrevivir es la constante.
Margarita y Rocío Muyulema preparan, el 15 de noviembre de 2024, la tierra seca y polvorienta porque tienen esperanzas de cosechar-
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En sectores como Tangaiche, parroquia Picaihua, al sur de Ambato, Margarita Muyulema observa con desesperación la sequedad de la tierra.
“Estamos retrasados en la siembra porque el suelo está muy seco. Ha llovido un poco, pero esa humedad no ayuda; más bien quema las plantitas”, comenta mientras prepara su terreno.
Rocío Muyulema, con un azadón en mano, intenta optimizar cada gota de agua que recibe. “El turno del riego es cada quince días, y si no estoy para recibirlo, lo pierdo. El agua ya no alcanza”, señala.
En esta zona, los cultivos tradicionales como cebolla, papa, arveja, col y lechuga se ven amenazados por la escasez.
En Nitón, un caserío de Pelileo, Carmen Tixilema llora al recordar que este año no podrá sembrar como antes.
“No tenemos agua de riego y debemos ir a las acequias o esperar la lluvia, pero desde 2023 enfrentamos sequías prolongadas. Este año ha sido el peor”.
Carmen Tixilema, agricultora de Pelileo.
Su terreno, que antes lucía verde y lleno de vida, también es un panorama polvoriento y desolado. Ante la falta de agua potable, los habitantes de las zonas rurales de Ambato recurren al agua de las acequias destinadas al riego para cubrir necesidades básicas como lavar ropa y bañarse.
Esta solución improvisada, aunque esencial para su supervivencia, también representa riesgos para la salud, ya que estas aguas no están tratadas.
Momentos críticos para la agricultura
David Paucar, coordinador de la Unión de Juntas de Riego de Tungurahua, confirma el panorama crítico. Según él, la producción agrícola ha caído un 50% en algunas zonas, y los agricultores enfrentan pérdidas millonarias.
La escasez de forraje para el ganado ha duplicado el precio de la yerba, obligando a muchos a vender sus animales a precios bajos.
Incluso los cultivos bajo invernadero, como tomate, pepino y pimiento, han sucumbido. Hortensia Pinta, agricultora del norte de Ambato, explica que la sequía impide que las flores prosperen, lo que detiene la producción.
El impacto de la sequía es evidente en cantones como Quero, Mocha, Cevallos y Pelileo, donde la disminución en la producción de papas, frutas, pastos y hortalizas oscila entre el 10% y el 25%, según un informe del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
La sombra de los apagones
A la falta de agua se suma el impacto de los apagones, que agravan las dificultades de la población rural. “En las noches, desde las 19:00, ya nos encerramos porque todo queda en la oscuridad. Es mejor evitar exponerse a los peligros de la delincuencia”, dice Margarita desde Tangaiche.
El agricultor Carlos Mejía se irrita cuando dice que cada corte eléctrico los deja también sin agua potable.
“Es una cadena de problemas que nos desespera. La falta de luz nos afecta tanto como la falta de agua”.
Carlos Mejía, agricultor.
En Picaihua, la comunidad ha tenido que organizarse para enfrentar los hechos violentos que surgen en medio de la oscuridad.
Sin alarmas comunitarias, los vecinos recurren a golpear tapas de ollas o usar pitos para alertar sobre posibles peligros.
Las soluciones a esta crisis parecen lejanas. Mientras tanto, los habitantes de las zonas rurales intentan adaptarse y resistir. Preparan sus tierras, aunque no llueva. Cuidan cada gota de agua, aunque el caudal sea mínimo.
Usan ingeniosamente las acequias para suplir sus necesidades básicas. Y se resguardan en sus hogares, porque las noches son más oscuras que nunca.
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