Madres de los cuatro de Guayaquil, golpeadas por la tragedia, hallan un nuevo propósito trabajando en servicio comunitario
Katty Bustos y Johanna Arboleda, madres de tres adolescentes asesinados tras un operativo militar, encuentran apoyo y estabilidad laboral en la Dirección de Acción Social del Municipio de Guayaquil.
Con sus chalecos celestes de la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) del Municipio de Guayaquil, Katty Bustos y Johanna Arboleda, madres de tres de los cuatro niños de Las Malvinas asesinados tras un operativo militar, asisten a una inducción en un Centro de Atención Municipal Integral (CAMI), en el sur de Guayaquil.
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PRIMICIAS
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Johanna Arboleda y Katty Bustos, dos madres que enfrentaron una de las tragedias más desgarradoras a finales de 2024, el caso conocido como el de los cuatro niños de Guayaquil, encuentran una oportunidad para reconstruir sus vidas mientras sirven a la comunidad.
La mañana del 23 de enero de 2025, las dos comenzaron a trabajar en un Centro de Atención Municipal Integral (CAMI) del sur de Guayaquil, como parte de un plan de apoyo implementado por el Municipio de Guayaquil.
Ismael, Josué, Steven y Nehemías (o Saúl), de entre 11 y 15 años de edad, desaparecidos tras un operativo militar el 8 de diciembre de 2024 en el sur de Guayaquil, fueron hallados sin vida (incinerados) dos semanas después en una zona rural de Taura (Naranjal, Guayas).
Ahora, dos de las madres de las tres familias afectadas intentan comenzar a sanar sus heridas a través del servicio comunitario, pues iniciaron un nuevo capítulo laboral en la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) de la Municipalidad.
PRIMICIAS acompañó en exclusiva a las mujeres en su primer día en un trabajo, desde la salida de una de las casas de Las Malvinas, el barrio de los niños. Las dos se encontraban desempleadas y Johanna Arboleda se quedó sin su trabajo como cocinera tras la tragedia.
No tuvo tiempo ni fuerzas para seguir asistiendo al trabajo -dijo- en el doloroso proceso de enfrentar la desaparición, el reclamo público, el reconocimiento de los cuerpos, las audiencias, el sepelio, el duelo, las diligencias judiciales y una lucha por verdad y justicia que todavía continúa.
“Nunca he tenido un trabajo formal”
“Es una bendición tener un trabajo fijo porque nunca lo he tenido”, confesó Arboleda, madre de Nehemías Saul Arboleda Portocarrero (15 años), uno de los adolescentes asesinados.
Hasta ahora, se había dedicado al trabajo informal como cocinera en un comedor. Allí percibía USD 13 diarios, con los que sostenía su hogar. Ella es madre soltera y tiene otras dos hijas, de 6 y 17 años. Y recuerda a su hijo como un apasionado por el canto, que incluso llegó a participar en un video musical.
Tener un trabajo le da un "poco de esperanza" para “pensar en otra cosa”, explicó. “Estaba colapsando, entrando en ansiedad, me dan ganas de llorar, de gritar y eso me hace pensar que estoy enferma, venía así desde hace ocho días y tuve que ir al médico”, dice fatigada.
Por su parte, Katty Bustos, madre de Ismael y Josué Arroyo Bustos (de 15 y 14 años), dos de los cuatro de Las Malvinas, expresó su gratitud por la oportunidad. “Ha sido una pesadilla, pero este trabajo me da fuerzas para seguir adelante por mi hija menor y mi familia. Estoy muy agradecida”, afirmó.
En el recorrido que hicieron por las instalaciones del CAMI de Fertisa a Bustos le arrancaron una sonrisa las pequeñas bailarinas de ballet que reciben clases gratuitas de danza clásica. Enseguida pensó en su hija, Akira, de 9 años, a quien espera inscribir también en los programas de baile.
Bustos cuenta que ella o su esposo acompañaban siempre a los partidos de fútbol a sus hijos. El 8 de diciembre, Ismael jugó dos partidos en la mañana en la Liga Sur y su hijo mayor llevó a Josué a seguir jugando fútbol. Lamenta haberles permitido salir a jugar de Las Malvinas a las canchas de la Coviem.
Ahora, cada tanto, vuelve al olor de la ropa de sus hijos e incluso les mantiene planchados los uniformes del colegio, confiesa entre lágrimas.
De la tragedia al servicio
“Esto ha sido una pesadilla. Estoy aquí fortalecida porque ando en el camino del Señor y porque tengo una niña pequeña que me necesita y por la que tengo que luchar. Mi familia me da fuerza”, dijo Bustos, quien tampoco había tenido un trabajo formal más allá de labores domésticas.
Ella considera el nuevo empleo una oportunidad para salir del “círculo de dolor” que ha dejado la pérdida de los hermanos Arroyo en casa y ocupar el tiempo en el servicio a los demás.
El coordinador del CAMI, Ángel Moreira, explicó que la integración de estas madres no solo busca brindarles un apoyo y estabilidad económica, sino también ayudarlas a encontrar un propósito en el servicio comunitario.
Él las condujo por decenas de salones del CAMI y espacios deportivos en los que niños asisten a cursos de música, danza, karate, boxeo, mientras que adultos toman clases de informática o de panadería.
A dos de los padres de los cuatro cuatro de Las Malvinas también se les ha ofrecido trabajo en la DASE y se espera que, de aceptar la oferta y completar los requisitos formales, se puedan incorporar a otros Centros de Atención Municipal.
“Katty y Johanna nos van a ayudar ofreciendo información detallada de los cursos, inscribiendo a los usuarios y guiándolos a las clases infantiles, a los talleres de emprendimiento, así como a las guarderías y a otras actividades gratuitas que ofrecemos a la comunidad”, señaló Morera.
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