¿Está listo el Ecuador para una nueva recesión mundial?: claves para enfrentarla
La amenaza de una recesión mundial vuelve a tomar fuerza y la economía ecuatoriana debe prepararse para nuevos choques externos, además de problemas estructurales internos.

El próximo Gobierno no podrá evitar una recesión global, pero sí puede amortiguar su impacto si actúa con decisión y sin demoras.
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Las alarmas sobre una posible recesión mundial en 2025 se encendieron tras el anuncio de nuevos aranceles por parte del Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
JP Morgan, uno de los principales bancos de inversión del mundo, elevó su estimación de recesión global al 60%, frente al 40% anterior.
Goldman Sachs también ajustó su previsión, del 20% al 35%, mientras que S&P Global elevó su cálculo del 25% a un rango de 30%-35%.
A esta lista se suman Barclays, Deutsche Bank, RBC y UBS, que también advierten sobre un riesgo creciente si persiste la guerra comercial.
Demasiado tarde para calmar al mercado: el daño ya está hecho
Aunque la administración Trump anunció una prórroga de 90 días en la aplicación de aranceles para algunos países —excepto China—, el daño ya está hecho.
Los mercados reaccionaron de inmediato, y uno de los mejores termómetros para medir ese nerviosismo es el índice S&P 500, que agrupa a las 500 empresas más grandes y representativas de Estados Unidos.
Este índice no solo refleja el valor de las acciones, sino también las expectativas del mercado sobre el rumbo económico. Una caída prolongada suele anticipar deterioro en las condiciones financieras y, muchas veces, recesiones.
Los datos son contundentes: durante la segunda presidencia de Donald Trump, el S&P 500 acumuló una caída de hasta el 17%. En contraste, durante los 100 días de su primer mandato, este índice había logrado una ganancia de 8,3% y con Joe Biden un incremento incluso mayor (10,9%).
Pero a diferencia de ciclos anteriores, esta caída no se explica por una crisis financiera, sanitaria o geopolítica, sino por decisiones internas que han deteriorado la confianza inversora.
Las empresas valoran la previsibilidad, y los giros abruptos en la política comercial generan incertidumbre que se traduce en menos inversión, caídas en bolsa y menor dinamismo económico.
La incertidumbre sacude a la economía global
La incertidumbre ha escalado a niveles similares a los que se vieron durante la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020.
En abril de 2025, el Índice de Incertidumbre de la Política Económica (Economic Policy Uncertainty, EPU) alcanzó los 690 puntos.
El EPU es un índice creado por investigadores de Stanford y Chicago. A diferencia de los indicadores tradicionales de volatilidad financiera, el EPU se enfoca en la percepción pública, la legislación fiscal y el debate entre expertos. Su construcción se basa en tres componentes:
Medios de comunicación: el núcleo del índice está basado en el análisis de texto de diez grandes periódicos de Estados Unidos, como The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post. Este componente capta en tiempo real las preocupaciones que dominan la agenda pública y empresarial.
Legislación: el segundo componente mide cuántas disposiciones de la legislación fiscal federal están programadas para expirar en los próximos diez años. Cuando hay muchas reglas temporales o sujetas a cambios, se considera que existe mayor incertidumbre normativa.
Desacuerdo entre expertos: el tercer pilar del índice analiza el nivel de discrepancia entre los pronósticos de economistas sobre inflación, gasto público y otras variables clave. Cuanto mayor es la dispersión en las proyecciones, mayor es la señal de incertidumbre.
Estos tres elementos se combinan en un índice, que permite comparar niveles de incertidumbre en el tiempo y entre distintos episodios históricos.
Y lo más relevante es que los picos históricos del EPU coinciden con las últimas grandes crisis económicas. En septiembre de 2008, cuando colapsó Lehman Brothers y en marzo de 2020 con el estallido de la pandemia.
Lecciones del pasado: ¿cómo ha respondido Ecuador a crisis anteriores?
A nivel global, la Gran Depresión de 1929 marcó la crisis económica más severa del siglo XX. Y aunque Ecuador no fue una excepción, su experiencia presenta características particulares que lo distinguen del resto de América Latina.
Según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, entre 1929 y 1933, las exportaciones ecuatorianas se desplomaron en un 49%, mientras que las importaciones cayeron un 63%.
Sin embargo, a diferencia de otros países de la región, el PIB real de Ecuador no registró caídas entre 1928 y 1934.
Este dato, lejos de reflejar fortaleza macroeconómica, se explica por una dinámica estructural particular: la mayoría de la población vivía en zonas rurales, bajo sistemas de producción orientados al autoconsumo y con escasa integración al mercado.
Sin embargo, la estructura rural que amortiguó el golpe inicial frenó también la recuperación posterior.
Mientras otras economías de la región comenzaban a reactivarse, Ecuador quedó rezagado en el ciclo de recuperación debido a su baja urbanización y limitada diversificación productiva.
Casi ochenta años después, la crisis financiera de 2008 puso a prueba nuevamente la capacidad del país para enfrentar un shock externo.
Sin embargo, el crecimiento del PIB ecuatoriano en 2008 fue del 6,6%, y aunque en 2009 se desaceleró, el país logró evitar la recesión, registrando un crecimiento del 1,1%.
Esto fue posible gracias a una respuesta fiscal contracíclica basada en una expansión del gasto público.
El alto gasto fue posible porque el precio del petróleo alcanzó máximos históricos. Esto permitió sostener ingresos sin necesidad de reformas estructurales. Pero también profundizó la dependencia de los ingresos petroleros.
Cuando el precio del crudo cayó en 2014, el modelo colapsó con crecientes déficits y aumento de la deuda pública.
Doce años después, Ecuador se enfrentó a un desafío completamente distinto: la pandemia del covid-19. La economía ecuatoriana se contrajo un 9,2% en 2020, una caída sin precedentes desde la dolarización.
El confinamiento obligatorio y la crisis sanitaria forzaron el cierre de miles de negocios, detuvieron el comercio, y provocaron una caída masiva en el empleo formal.
Sin embargo, a diferencia de 2008, el Estado llegó a esta crisis sin espacio fiscal ni fondos de reservas.
A pesar de ello, la recuperación posterior fue notable: en 2021, el PIB creció un 9,4%, impulsado por el efecto rebote global y la reapertura de sectores clave. Sin embargo, la desigualdad, la informalidad y el deterioro social no se han revertido del todo.
Las formas de cada crisis fueron distintas pero las vulnerabilidades estructurales se repiten con inquietante regularidad: alta dependencia del contexto externo, escasa diversificación productiva y un manejo fiscal que oscila entre la inercia y la improvisación.
La historia deja una lección tan clara como incómoda: cuando llega la tormenta, Ecuador reacciona, pero no lo hace desde una posición cómoda. Sobrevive, sí, pero no corrige. Y esa parece ser la constante: una economía que ha aprendido a soportar los golpes, pero no a prevenirlos ni a salir fortalecida de ellos.
Entonces ¿está listo Ecuador para una nueva recesión global?
La economía ecuatoriana ya venía mostrando signos de debilidad antes de que reapareciera el fantasma de una recesión mundial.
En 2024, el país registró una caída del PIB, en un entorno marcado por crisis múltiples: inseguridad, problemas energéticos y restricciones fiscales.
Las finanzas públicas atraviesan un momento crítico. El déficit continúa ampliándose, mientras el Gobierno enfrenta elevadas necesidades de financiamiento y vencimientos de deuda.
Hasta hace poco, el único respiro venía del sector externo. En 2024, Ecuador registró un superávit comercial histórico de USD 6.677 millones, impulsado por las exportaciones no petroleras.
Asimismo, las remesas recibidas desde el exterior marcaron un récord de USD 6.540 millones, consolidándose no solo como un sustento vital para miles de hogares, sino también como una fuente clave de ingreso de divisas en una economía dolarizada.
Pero ese respiro externo empieza a desvanecerse. Las nuevas medidas proteccionistas de Estados Unidos y el aumento de la incertidumbre global amenazan con frenar el envío de remesas y reducir la demanda por productos ecuatorianos. Lo que funcionaba como amortiguador externo, podría volverse otra fuente de presión.
Más allá de una recesión convencional, el mundo vive un contexto más incierto y complejo. El Foro Económico Mundial advierte sobre una "policrisis": una convergencia de shocks comerciales, financieros, climáticos y geopolíticos que se retroalimentan y amplifican entre sí. En este entorno, la estabilidad ya no es la norma, sino la excepción.
Entonces, ¿está listo Ecuador? No del todo.
El próximo Gobierno no podrá evitar una recesión global, pero sí puede amortiguar su impacto si actúa con decisión y sin demoras. Para ello, deberá corregir lo que tantas veces se ha ignorado: disciplina fiscal, construir acuerdos mínimos y diseñar una estrategia económica menos expuesta al azar de los precios internacionales.
Porque a diferencia de otras crisis, esta vez el golpe es previsible. Y eso le da al país algo que rara vez ha tenido en estos momentos: la oportunidad de prepararse antes de que sea demasiado tarde.
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