Cucuruchos y Verónicas de Jesús del Gran Poder: Fe, penitencia y milagros por la Semana Santa en Quito
Los Cucuruchos y Verónicas son personajes principales de la procesión Jesús del Gran Poder, en Quito, característica actividad religiosa por la Semana Santa.

Ciudadana vestida de cucurucho, uno de los principales personajes de la procesión Jesús del Gran Poder, en el convento de San Francisco, centro histórico de Quito.
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Andrés Salazar / Primicias
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Cada Viernes Santo, en el corazón del Centro Histórico de Quito, miles de fieles cubren sus rostros y visten túnicas moradas para formar parte de una de las procesiones más emblemáticas y conmovedoras de la Semana Santa: la de Jesús del Gran Poder.
Entre ellos están los Cucuruchos y Verónicas, personajes tradicionales que encarnan el espíritu de penitencia, devoción y fe que caracteriza esta expresión popular y religiosa que parte del convento de San Francisco.
“El Cucurucho es una figura con orígenes españoles, que llegó con la conquista. Representa la penitencia del pecador”, explica Macarena Gallardo, secretaria del Grupo de Voluntarios de Jesús del Gran Poder.
Su túnica morada simboliza el luto y la penitencia, mientras que la característica capucha cubre el rostro del devoto.
“Antiguamente, mientras más largo era el capuchón, más pecados se creía que tenía la persona. Era una manera de ocultar la identidad del pecador y, al mismo tiempo, de mostrar su arrepentimiento públicamente”, añade Gallardo.
Este año, cerca de 2.000 personas, entre Cucuruchos y Verónicas, participarán en la procesión. De ellos, unos 1.400 están registrados oficialmente, mientras que muchos más se suman espontáneamente a lo largo del recorrido que atraviesa las principales calles del casco colonial.

Uno de esos cucuruchos es Diego Albán, quien lleva 21 años participando en la procesión. Su vínculo con Jesús del Gran Poder no es solo tradición familiar (ya son cinco generaciones en su familia que forman parte del desfile), sino una muestra viva de su fe.
“Jesús del Gran Poder me hizo dos milagros”, cuenta con emoción. Diego fue diagnosticado con un astrocitoma, un tipo de tumor cerebral. Los médicos le advirtieron que podía quedar sin habla o con la mitad del cuerpo paralizado tras la cirugía. “Le pedí a Jesús del Gran Poder que me ayudara… y salí de la operación hablando, poco a poco recuperé el habla”.
Diego, de 38 años, se prepara cada año desde temprano. “Llego a las 06:00 al colegio San Andrés, donde todos nos reunimos”, comenta. Para él, participar en la procesión es más que una tradición: es un acto de agradecimiento y fe.
Verónicas y Cucuruchos: los rostros de la devoción
Además de los cucuruchos, las verónicas son figuras centrales en la procesión. Tradicionalmente representaban a la mujer que, según la tradición cristiana, limpió el rostro de Jesús camino al Calvario. Su atuendo es sobrio: velo, cordón y un vestido largo, todo en tonos oscuros que evocan recogimiento.

“El traje también significa penitencia”, señala Hilda Leiton, voluntaria del grupo organizador. “Antes, la gente que había pecado se tapaba el rostro para no ser reconocida. Ahora lo hacen como un acto de fe”.
La procesión de Jesús del Gran Poder no solo es una de las más grandes manifestaciones religiosas del país, sino también un símbolo cultural que convoca a creyentes, curiosos y turistas año tras año.
Su origen se remonta al periodo colonial, y hoy sigue siendo un espacio donde la fe se hace visible en cada paso, cada túnica, cada silencio y cada promesa cumplida.
Para los Cucuruchos y Verónicas, caminar por las calles empedradas del Centro Histórico de Quito no es solo un acto simbólico: es una forma de reconciliación consigo mismos, con su fe y con su historia.
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