Don Ángel Segovia, el guardián de las andas: 30 años tras bambalinas en la procesión de Jesús del Gran Poder en Quito
La procesión Jesús del Gran Poder es una de las principales actividades que realizan los fieles por la Semana Santa, en Quito.

Ángel Segovia, uno de los colaboradores detrás de la procesión de Jesús del Gran Poder, una de las principales actividades religiosas por la Semana Santa.
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Andrés Salazar
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Este Viernes Santo, miles de fieles acompañarán la tradicional procesión del Jesús del Gran Poder en el Centro Histórico de Quito. Detrás de esta manifestación de fe, está el trabajo silencioso de personas como Ángel Segovia, quien por tres décadas ha sido parte fundamental en la preparación de las andas que transportan las imágenes religiosas.
Cada Viernes Santo, el Centro Histórico de Quito se transforma. Más de 150.000 personas, entre fieles, turistas y devotos, se congregan en las calles para presenciar la procesión del Jesús del Gran Poder, una de las tradiciones religiosas más importantes del país.
Entre cucuruchos, verónicas y rezos, una figura discreta pero esencial se abre paso detrás de bambalinas: Ángel Segovia.
Don Ángel, como lo conocen quienes año a año participan en esta expresión de fe, lleva aproximadamente 30 años dedicando su tiempo y esfuerzo a un trabajo que pocos conocen, pero sin el cual la procesión no podría realizarse: el mantenimiento y conducción de las andas, estructuras metálicas que transportan las imágenes de Jesús del Gran Poder y la Virgen de los Dolores.
“Comenzamos desde octubre con los preparativos, para que cuando llegue Semana Santa no tengamos tanto encima. Es un trabajo que requiere paciencia y detalle, porque todo tiene que estar en perfecto estado”, explica Segovia, con una humildad que refleja la devoción con la que realiza su labor.
Las andas, cuidadosamente conservadas, reciben tratamientos especiales antes del gran día. “Ahorita, por ejemplo, acabamos de darles una mano de aceite Johnson. Mañana a las 07:00 ya venimos a sacarles brillo, pasándoles la franela para que queden relucientes”, cuenta, mientras señala la estructura que llevará a las imágenes por las principales calles del casco colonial.
Pero su trabajo no termina allí. Ángel también ha sido parte del equipo que conduce los coches de las andas durante la procesión. Dotado de un volante, sin motor, los conductores se encargan de dar la dirección a las grandes llantas que soportan las pesas estructuras.
Esto se logra mediante el esfuerzo coordinado de quienes empujan. “Vamos turnándonos para conducir. Es una responsabilidad grande, pero lo hacemos con gusto y fe”, afirma.
La noche del Jueves Santo es, sin duda, una de las más intensas para este equipo. Desde las 21:00 comienzan a bajar las andas de la iglesia de San Francisco, punto de partida y llegada de la procesión. Las adornan con flores, las alistan, y a veces terminan de trabajar de madrugada.
Para don Ángel, formar parte de esta tradición no es solo una tarea, sino un privilegio.
“Nos sentimos agradecidos con Dios, porque no todos tienen la oportunidad de estar aquí. Es una maravilla, nos enorgullece muchísimo”.
Ángel Segovia, colaborador de Jesús del Gran Poder.
La procesión del Jesús del Gran Poder, que inicia y culmina en el convento de San Francisco, no solo es una muestra de religiosidad, sino también el reflejo del trabajo silencioso de cientos de personas como Ángel Segovia.
Gracias a su dedicación, Quito puede seguir viviendo, año tras año, una de sus expresiones de fe más profundas y conmovedoras.
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