Ellos son los 'guardianes' de los páramos donde nace el agua que consume Quito
28 guardapáramos cuidan las 45.000 hectáreas en las que están las fuentes naturales de agua que, tras un proceso de potabilización de siete horas, llega a los hogares de Quito.
Guardapáramos del Antisana recorren las cercanías de las fuentes de agua que abastecen a Quito, el 20 de noviembre de 2024.
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Jonathan Machado / Primicias
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Manuel García tiene 41 años de edad y ha pasado más de la mitad de su vida entre los páramos que rodean al volcán Antisana. Allí están algunas de las más importantes fuentes de agua de Quito.
Su amor por la naturaleza lo llevó a caminar miles de veces entre pajonales, bosques y riachielos hasta descubrir rutas que, hasta la actualidad, son aprovechadas por turistas que visitan el Parque Nacional Antisana.
García es uno de los guardapáramos más jóvenes, pero a la vez con más experiencia entre quienes cuidan las fuentes de agua que existen en este parque nacional.
Su trabajo, junto al de otros cinco guardapáramos, consiste en recorrer unas 7.800 hectáreas para evitar que animales domésticos, ganado o cazadores ingresen y contaminen el páramo.
"Es un trabajo duro, pero lindo. Nosotros nos encargamos de cuidar el agua que llega a los hogares de los quiteños", dice desde el campamento en el que cada mañana organiza las rutas que los otros guardapáramos deben recorrer.
Vestido con un pantalón jean, zamarros, zapatos de montaña, chompa azul y un sombrero negro, dice que el trabajo de los guardapáramos es poco conocido, pero "muy importante para conservar los ecosistemas de las montañas".
A 4.000.metros sobre el nivel del mar y a los pies del Antisana, Isidro Bautista, el guardapáramos con más edad, relata que lleva 23 años en el oficio, pero "desde niño caminaba por estos terrenos".
Recuerda que "en esa época eran haciendas con cientos de cabezas de ganado de todo tipo. Ahora es un páramo restaurado".
A sus 64 años cuenta que cada día recorre entre 300 y 400 hectáreas para cuidar las fuentes de agua. "El trabajo empieza a las 8:30 y termina alrededor de las 17:00. Es un trabajo sacrificado, pero vale la pena", dice.
En este parque nacional hay seis guardapáramos que se dividen en dos grupos de tres. Cada uno tiene a su cargo dos caballos, además cuentan con tres motos para movilizarse hasta las áreas más lejanas.
Al ser un oficio poco común, sus jornadas son diferentes a las de las ciudad. Ellos trabajan 10 días seguidos y descansan cuatro. Durante los días laborales permanecen en el campamento, donde las heladas hacen que la temperatura caiga a menos cuatro grados centígrados.
"El clima es una de las cosas más duras pero, como hacemos lo que nos gusta, somos felices", agrega Antonio Simba, de 59 años, otro de los guardapáramos del Parque Nacional Antisana.
Lleno de orgullo dice que ellos son un selecto grupo de personas que conoce los secretos que guardan las montañas.
"Sabemos cuando la montaña está tranquila o enojada. Si está despejada es que será una día tranquilo pero, si está nublada, hay que tener cuidado. Eso sí, siempre le pedimos permiso para empezar a trabajar y no tener problemas", cuenta mirando al volcán.
Este grupo de seis hombres es parte de los 28 guardapáramos que cuidan las 45.000 hectáreas donde nace el agua que consumirán los habitantes de Quito.
El agua que nace en los páramos y ríos aledaños al Antisana llega a unos 650.000 hogares del sur y extremo sur de Quito, a través del sistema Mica - Quito Sur, uno de los cinco que proveen de agua potable a la capital.
Los otros cuatro son Sistema Integrado Papallacta, Pita - Puengasí, Conduccones Occidentales y Sistemas Menores.
Pero, antes de que el agua llegue a la ciudad, debe pasar por un proceso de potabilización que dura unas siete horas. La Empresa de Agua Potable (Epmaps) realiza esta tarea para garantizar un agua libre de contaminantes.
Una familia en el páramo
El campamento de los guardapáramos funciona como si fuera una casa. Hay tres dormitorios, sala, comedor y cocina. Quienes están de turno deben organizarse para que no falte comida y que prevalezca el orden.
En la mesa nunca puede faltar el agua de sunfo. Una planta medicinal propia de los páramos de Ecuador que los guardapáramos beben para abrigarse y evitar el soroche o mal de altura.
El arroz, los granos y la proteína animal también están entre sus alimentos preferidos.
"Siempre nos apoyamos para evitar algún percance. Estamos capacitados para recorrer los páramos y saber qué hacer si nos encontramos con alguna novedad", dice Antonio Simba.
Cuando termina la jornada, la recompensa está en el campamento. Quien fue designado para quedarse debe preparar la cena y tenerla lista para que sus compañeros recuperen energías.
La noche termina pasadas las 21:00, pues al otro día deben despertarse temprano para un nuevo comienzo en los páramos.
Recuperación del páramo
Los páramos del Antisana han sufrido una grave degradación por la presencia de vacas, ovejas y llamingos, que data desde la época de la colonia española.
"La recuperación ha sido difícil y seguimos en la terea, pues el suelo registra graves daños por la presión que ha tenido", explica Darwin Bohórquez, jefe de Recursos Hídricos de la Empresa de Agua Potable de Quito (Epmaps).
El funcionario agrega que la recuperación del páramo empezó en la década de los años 90, cuando el Municipio de Quito necesitaba encontrar nuevas fuentes para cubrir la demanda de agua en una ciudad que crecía rápidamente.
"La recuperación de este páramo tardará unos 100 años. Seguimos trabajando, pero no es una tarea fácil", insiste.
Lo que sí ha logrado la Epmaps y los guardapáramos es erradicar la presencia de vacas y ovejas, aunque esto significó, en algunos casos, conflictos con los hacendados de la zona que no querían deshacerse de los animales.
La Epmaps insiste en que la preservación de los páramos es una tarea fundamental para garantizar el abastecimiento de agua potable a Quito.
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