Migración y seguridad: ¿Qué le espera a Ecuador con Donald Trump en Estados Unidos?
La relación entre Ecuador y Estados Unidos tiene múltiples aristas y la incertidumbre provocada por el nuevo huésped de la Casa Blanca tendrá efectos, advierte el embajador Luis Gallegos.
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un evento en Las Vegas, el 25 de enero de 2025.
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La relación entre Ecuador y Estados Unidos se retomó e intensificó durante el primer periodo de Donald Trump, en la Casa Blanca, a partir de 2017, lo que coincidió con la llegada de Lenin Moreno a Carondelet y su ruptura con el correísmo.
El momento cúspide de ese estrechamiento de relaciones se dio con Guillermo Lasso. Entre mayo y octubre de 2023, el expresidente logró cerrar tres acuerdos militares con Washington, que fueron finalmente ratificados por Daniel Noboa.
Es así que, desde 2017, los gobiernos ecuatorianos se han encargado de consolidar la cooperación con Washington, especialmente en seguridad, debido a la crisis que atraviesa el país en el área y que lo ha convertido en el más violento de Latinoamérica.
Eso influyó en los flujos de recursos y en que Ecuador se convierta en el socio estratégico de Washington en la región. Y el tema que más importancia había ganado entre ambos países era la seguridad, de la mano de la lucha contra el narcotráfico.
Además, la administración del demócrata Joe Biden se caracterizó por apoyar los esfuerzos para enfrentar la crisis migratoria en la región. Washington destinó, durante su gestión, más de USD 1.200 para ayudar a países latinoamericanos como Ecuador a acoger a los migrantes.
Sin embargo, esa era parece haber llegado a su fin. Aunque el presidente Noboa, quien busca la reelección, se presente como simpatizante del magnate que dirige ahora Estados Unidos, la realidad es que serán cuatro años de una administración imprevisible.
El excanciller y diplomático de carrera, Luis Gallegos, quien fue embajador en Washington, coincide en que el escenario nacional e internacional, tras la llegada de Trump al poder, es de “incertidumbre radical” y que eso desata cuestionamientos sobre el futuro de varias aristas en la relación con la Casa Blanca.
En conversación con PRIMICIAS, el Embajador habló sobre las distintas preocupaciones que surgen en esta nueva época:
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¿Qué puede esperar Ecuador de una administración radical como la que está empezando a mostrar Donald Trump?
Ciertamente, el Ecuador tiene una muy compleja relación con los Estados Unidos, por la multiplicidad de temas que comparten. De entrada, Estados Unidos es la mayor economía del mundo y tiene una incidencia en los temas internacionales que nos afectan.
¿Cuáles son los elementos centrales de esa relación?
El narcotráfico, porque Estados Unidos es el mayor consumidor de cocaína del mundo. Y esa producción de cocaína ha generado la crisis de seguridad interna en Ecuador, que requiere de cooperación internacional, de una agenda y soluciones internacionales, porque los principales consumidores son estadounidenses y europeos.
¿En qué otros temas ecuatorianos tiene influencia Estados Unidos?
En el financiamiento internacional de Ecuador. Estados Unidos es el mayor accionista del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Internacional, por lo que cualquier crédito o perfilamiento de deudas requiere el apoyo de Washington.
Otro tema complejo es la migración ecuatoriana, que viene desde hace 40 o 50 años. Y Estados Unidos ha fracasado, en los últimos 30 años, en aprobar una legislación al respecto. Y el ofrecimiento de deportaciones masivas ha comenzado en los primeros días de su gobierno.
Al ser la migración irregular un problema de décadas, ¿qué se puede esperar ahora?
Nosotros hemos tenido vuelos de deportación durante los últimos años y un creciente número de migrantes, en general, que han sido deportados en las administraciones Clinton, Bush, Obama, Trump y Biden, en millones.
Lo que podemos esperar es un aumento en esas deportaciones. Podrían ser alrededor de 120.000 ecuatorianos o muchos más. Y hay un mecanismo que utilizan los agentes de migración que se llama la deportación voluntaria, donde le indican al individuo que, si sale de Estados Unidos por su propia voluntad y pagándose su pasaje, podría aplicar para una visa en 10 años.
Por lo tanto, está habiendo una enorme cantidad de personas que salen voluntariamente y de forma distinta al proceso de deportación.
Hay mucha gente que piensa que porque tenemos un atisbo de relación positiva con Estados Unidos no van a detener ecuatorianos. Pero eso no es exacto.
Y eso tiene además un efecto secundario importante, después del drama humano y familiar: impacta en las remesas.
El motivo fundamental para migrar es mantener a la familia y mandar remeses. Esas remesas son de propiedad individual. Yo mando a mi mamá, yo mando a mi esposa. No son para el gobierno del Ecuador.
Y ya ha habido discusiones en los países desarrollados de poner impuestos al dinero que sale de sus países. Pero, además, hay una propuesta del gobernador de la Florida de impedir el envío de las remesas y eso generaría un problema económico muy serio.
A esto se suma, también, el futuro de esos 1.000 o decenas de miles de migrantes que lleguen a un país con un nivel de desempleo como el que tenemos. Es decir, esa situación puede agravarse y, además, se pierden esas remesas.
La otra parte es que la economía americana va a sufrir un proceso de inflación debido a que no hay trabajadores. ¿Hasta qué punto el gobierno de los Estados Unidos va a seguir en esta teoría de expulsión de migrantes, cuándo su sector económico requiere de emigrantes? Esa es la gran duda en todos los países.
Otro tema preocupante es el de la cooperación, especialmente después de la orden de la Casa Blanca de congelar todos los fondos internacionales, ya que Ecuador tiene acuerdos y programas en marcha.
Cuando la USAID regresó con Lenin Moreno, Ecuador ha tenido una cooperación americana no reembolsable cada vez más interesante. Pero ahora eso se ha detenido, con excepción de dos o tres países, entre ellos Egipto e Israel.
Eso augura un serio problema porque, lo que estamos observando, es la regresión o lo que sería el proteccionismo americano para volver a recuperar, según Trump, desvincularse de la agenda internacional que Estados Unidos había creado.
Esto sí representa un reto para Ecuador. Pero el país tiene el mecanismo del diálogo político bilateral ampliado con Washington. Es un mecanismo acordado por los dos países para tratar la temática, los problemas y la programación de ambos. Y Ecuador haría bien en ampliar ese diálogo.
Las relaciones internacionales se centran en intereses, no en amistades.
Después de lo que ocurrido en esta semana, Trump representa una incógnita e, indudablemente, un radicalismo en el manejo de las relaciones internacionales y, por lo tanto, una inconsistencia o una inseguridad al respecto.
¿Dónde quedan esos acuerdos militares y los fondos comprometidos por la administración anterior?
No importa si es la segunda administración de Trump o la anterior administración de Biden, ambos han utilizado el argumento de la seguridad nacional para imponer sanciones o crear leyes. Y, en términos generales, cualquier acuerdo o programa sustentado en el tema de la seguridad nacional tendrá apoyo de ambos sectores políticos (republicanos y demócratas).
¿Hay otros aspectos a considerar en la relación bilateral con Estados Unidos?
El acceso a mercados. Ecuador no tiene un tratado de libre comercio en Estados Unidos y en este momento no hay apetito en el Senado, ni la Cámara de Representantes, ni del Ejecutivo de negociar un tratado de ese tipo.
Otro punto es el tema de energía, después del desastre que ha sido el manejo de la energía eléctrica en Ecuador y se requiere un apoyo de con tecnología y dinero. Pero Estados Unidos está inmerso en negociaciones para aumentar la energía que requieren para los servidores de Inteligencia Artificial, que van a representar miles de millones en inversión para esas tecnologías.
Se necesita estrategias claras de política exterior respecto a cada uno de los temas con Estados Unidos.
El Gobierno y el sector productivo ecuatoriano tienen que hacer un mapa estratégico, de dónde están los nudos y los boquetes en los que tendríamos problemas a futuro en la relación bilateral.
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