Las cuestionadas elecciones en Venezuela reacomodan el escenario en Latinoamérica
Después de un cuestionado conteo de votos, Nicolás Maduro fue declarado como vencedor, mientras Latinoamérica se divide frente a los resultados oficiales y el chavismo rompe relaciones con sus críticos.
Una ficha de votación para las elecciones presidenciales de Venezuela, del 28 de julio de 2024.
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EFE
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El gobierno del chavista Nicolás Maduro empieza a quedarse solo. Después de un dudoso y oscuro escrutinio de la votación presidencial, de este domingo 28 de julio, únicamente cuatro gobiernos de Latinoamérica reconocieron la que sería su tercera elección.
Mientras que Ecuador, Argentina, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay cuestionaron las irregularidades del proceso y el opaco conteo de votos. Por lo que exigieron una "revisión completa de los resultados con la presencia de observadores independientes".
También se sumaron a la cautela y el escepticismo los gobiernos de izquierda de Chile, Brasil, México y Colombia, que pidieron que se respete la voluntad popular con transparencia.
Pero la respuesta de Maduro fue tajante e inmediata: llamó a siete países a retirar de manera inmediata a sus representantes en territorio venezolano, rompiendo relaciones diplomáticas. Esta fue la medida contra Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay, a quienes acusó de ser "injerencistas".
En esa lista no está el gobierno de Daniel Noboa, porque las relaciones con Ecuador llevan rotas desde septiembre de 2018, cuando se cerraron las embajadas de ambos países.
Aunque, de todas formas, Maduro las 'terminó nuevamente' al cerrar los consulados en el país, pese a que casi medio millón de venezolanos migraron a Ecuador y se quedaron sin su derecho a votar en las presidenciales.
Ya no se trata de un pulso ideológico
Los únicos en celebrar el resultado en Latinoamérica fueron los gobiernos de Bolivia, Honduras, Nicaragua y Cuba. Estos dos últimos liderados por Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel. El primero lleva 17 años en el poder y el segundo, es el heredero del castrismo desde 2019.
Pero, los otrora aliados de Nicolás Maduro y líderes de la izquierda regional, Lula da Silva (Brasil), Andrés López (México) y Gustavo Petro (Colombia), se pasaron al bando de los escépticos. A ellos se sumó el chileno Gabriel Boric. Esto después de que el mismo Maduro anunciara que habría un baño de sangre si perdía en las presidenciales.
Por lo que ahora, en el lado de quienes cuestionan las actuaciones del representante del chavismo, están también quienes lo apoyaron abiertamente durante 11 años, después de la muerte de Hugo Chávez, e incluso durante el éxodo venezolano, que puso en apuros a todos los países de la región.
Esta última crisis migratoria ha sacado de su país a unos ocho millones de venezolanos desde 2014, justamente después de que Maduro llegara al poder. Y, desde entonces, Latinoamérica ha visto pasar por sus territorios a millones de personas que huyen de la pobreza, la hambruna o la persecución.
Antes de estas elecciones presidenciales, el tablero regional se había mantenido divido al son de los gobiernos de turno en cada país. Rotando entre la derecha y la izquierda, una izquierda que siempre había pedido al mundo no interferir en los asuntos internos de Venezuela y había minimizado las denuncias de violaciones de derechos humanos y políticos.
Eso permitió que el gobierno de Maduro no quede aislado en la región y que los intentos de unidad de los gobiernos de derecha fracasen, como el Grupo de Lima, creado en Perú en 2019, que finalmente se disolvió en silencio.
Sin embargo, con las vacilaciones de los referentes de la izquierda regional y de los países más grandes de Latinoamérica, el futuro del chavismo en Venezuela podría complicarse. Esto lo dejaría solo con aliados igualmente aislados o debilitados como Bolivia, Honduras, Nicaragua y Cuba. O en manos de potencias lejanas e igualmente cuestionadas, como Rusia, Irán o China.
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