Efecto Mariposa
¿La crisis de Ecuador: un Armagedón evitable?
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Ecuador está atravesando una aguda sequía en 2024, y especialistas advierten que la situación podría empeorar en los próximos meses y en 2025.
Los efectos ya son tangibles: enfrentamos cortes de energía eléctrica de hasta 14 horas, y es altamente probable que el suministro de agua potable en ciudades como Quito se vea comprometido .
Para quienes argumentan que esta crisis era imprevisible, es necesario ser claros: no es así.
Durante décadas, diversos informes han alertado que el cambio climático afectará la seguridad energética y la disponibilidad de agua.
Con respecto a la energía, los países en desarrollo, que se caracterizan por tener sistemas energéticos débiles, se encuentran en una posición mucho más vulnerable que las economías desarrolladas.
Mientras el impacto en la generación de energía solar parece ser mínimo, sobre la generación hidroeléctrica y la bioenergía no se han generado consensos claros sobre su futuro. Pero, sí es evidente que el cambio climático reducirá la capacidad energética y aumentará la demanda de recursos de refrigeración, especialmente en lugares donde las temperaturas seguirán en ascenso.
En relación a los recursos hídricos, el cambio climático está alterando el ciclo hidrológico, disminuyendo los niveles de agua subterránea y afectando la disponibilidad de agua dulce y precipitaciones.
Si bien gran parte de la población mundial ya enfrenta escasez de agua, el cambio climático profundizará esta crisis a medida que los niveles de agua superficial y subterránea sigan bajando.
En Ecuador, la sequía actual, y en general el cambio climático, amenaza no solo con cortes de agua y energía, sino con una crisis ambiental aún más grave que afectará la economía, la agricultura, la salud y la seguridad alimentaria.
Los gobiernos recientes carecieron de visión a futuro, priorizando la construcción de infraestructuras sin anticipar los desafíos climáticos que se venían anticipando.
No se trata de señalar culpables, sino de asumir colectivamente la responsabilidad de esta falta de previsión. Esta situación no es solo un problema climático, sino también una crisis de gobernanza.
Aunque un gobierno de un año no puede revertir décadas de inacción, es fundamental trabajar en un plan serio que combine el desarrollo sostenible y el crecimiento económico.
Al mismo tiempo, debemos admitir que problemas internos, como la corrupción, el narcotráfico y la violencia, limitan nuestra capacidad de respuesta ante la amenaza climática.
La falta de acción nos conducirá a un futuro con incertidumbre y con crisis en cascada. No se trata de un “Armagedón” bíblico, sino de uno alimentado por la combinación de cambio climático, corrupción, inacción y violencia.
Como ecuatorianos, debemos preguntarnos: ¿seguiremos esperando soluciones divinas y rezando por lluvias, o tomaremos finalmente las riendas para construir un país preparado para el futuro?
Si no exigimos a nuestros gobernantes respuestas claras, seguiremos enfrentando crisis. La decisión es nuestra: construir un Ecuador que solo reaccione cuando es demasiado tarde, o uno que trabaje para prevenir los desastres que se vienen anunciando con anticipación.