Efecto Mariposa
Desigualdad y polarización económica en América Latina
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Según el último informe de desigualdad de Oxfam, en América Latina existen 98 milmillonarios. Oxfam es una organización mundial que tiene como objetivo luchar contra la desigualdad y la pobreza.
La riqueza de los milmillonarios asciende a USD 480.800 millones, valor que corresponde al PIB anual de Chile y Ecuador juntos.
En la lista del centenar de personas extraordinariamente ricas aparecen los mexicanos Carlos Slim y Germán Larrea, los hombres más acaudalados de América Latina y el Caribe.
Las fortunas de ambos magnates suman aproximadamente USD 130.000 millones, cifra superior al PIB anual de Bolivia.
Iris Fontbona (chilena), Vicky Safra (brasileña) y María Asunción Aramburuzabala (mexicana) también aparecen en la lista de personas acaudaladas, misma que está dominada por hombres.
Según el informe, se estima que, en los últimos 25 años, la riqueza de los milmillonarios de la región ha crecido 368%, seis veces más rápido que el crecimiento de toda la región.
En medio de la opulencia en la que viven un centenar de latinoamericanos, coexisten 183 millones de personas que viven en pobreza y 72 millones que experimentan pobreza extrema.
La pobreza se ensaña particularmente con las mujeres, los menores de 18 años, los habitantes de la zona rural, afrodescendientes e indígenas.
Trabajar toda la vida no sería suficiente para alcanzar la fortuna de un milmillonario promedio, pues una persona que percibe el salario mínimo promedio tendría que trabajar 90 años para ganar lo mismo que obtiene un milmillonario latinoamericano en un solo día.
Para ilustrar mejor las diferencias que existen entre los milmillonarios y las personas que viven en pobreza, Oxfam reporta que, en 2022, el 1% más rico de la región poseía USD 43,5 de cada USD 100 de riqueza y la mitad más pobre 0,8 de cada USD 100.
Es decir, el 1% más rico concentra 55 veces más riqueza que el 50% de la población más pobre de Latinoamérica.
Esa relación en la África Subsahariana es 53 veces, en Medio Oriente y el Norte de África es 35, en el Sureste Asiático 13 y en la Unión Europea 7 veces.
En conclusión, América Latina es la región más desigual del mundo. Esa caracterización de la región no es nueva, pues diversos historiadores han documentado la desigualdad latinoamericana desde el siglo XVI.
Sin embargo, el contexto de riqueza extraordinaria de unos pocos y de pobreza de casi 300 millones de latinoamericanos la convierten no solamente en la región más desigual, sino también en la más polarizada.
Si bien la preocupación comúnmente se centra en el combate a la pobreza, la desigualdad y la polarización de la riqueza también deberían ser motivos de preocupación para los habitantes de América Latina.
La desigualdad no es solo que los ricos tienen mucho y los pobres nada. En la práctica, esta se traduce en grandes disparidades en los niveles de ingreso y consumo y en el acceso a educación, a servicios de salud, a empleos adecuados, a la tierra y a servicios básicos.
En efecto, la desigualdad causa problemas sociales, políticos y económicos. Por ejemplo, la desigualdad de larga duración y extrema perjudica el crecimiento económico.
Asimismo, la desigualdad económica se asocia con la desigualdad política, misma que desemboca en democracias débiles o plutocracias.
La persistencia e intensidad de la desigualdad en América Latina podría sugerir que enfrentarla no es política ni económicamente realista. Según el informe mencionado, ni en la época de la “marea rosa” de gobiernos progresistas hubo una transformación radical en términos redistributivos.
En 2021, el 1% más rico de la región pagaba proporcionalmente menos impuestos que el 50% más pobre. Los primeros pagaron 20 centavos por cada dólar de ingreso, mientras que las personas más pobres pagaron 45 centavos de impuestos por cada dólar, al consumir bienes y servicios.
Así, hablar de desigualdad económica en América Latina parece ser es un tema que no tendrá fin. Esto a pesar de que técnica y teóricamente las recetas para reducirla se conocen bien. En el informe de Oxfam se proponen cinco medidas tributarias progresivas para un nuevo pacto social:
- Gravar las grandes fortunas entre el 2% y 5%.
- Gravar las ganancias de capital como a los ingresos por trabajo.
- Reducir a la mitad las pérdidas tributarias relacionadas con paraísos fiscales.
- Revisar los incentivos tributarios a las grandes empresas.
- Gravar al 90 % las ganancias extraordinarias de las empresas en las crisis.
Estas medidas generarían USD 264.340 millones, y el monto recaudado serviría para financiar políticas de erradicación de la pobreza, que permitirían acortar las brechas, así como cortar la transmisión de la polarización de la riqueza entre generaciones.
En palabras suena simple, todo se reduce a gravar las fortunas de las personas milmillonarias.
No obstante, la misma región es muestra de que políticas de ese tipo no están cerca de ser implementadas, y no solo por falta de voluntad de los gobernantes, sean de la ideología política que fueren, sino porque los ciudadanos tampoco demandamos medidas para reducir las diferencias económicas abismales.
Al menos es lo que se puede entender con gobiernos de turno que perpetúan los débiles mecanismos para redistribuir la riqueza en la región, ante un pueblo que ha normalizado la desigualdad y la polarización económica.
La desigualdad en América Latina no es solo un problema económico, es una bomba de tiempo social y política. Mientras unos pocos acumulan fortunas extraordinarias, millones se debaten en la pobreza.
Si no actuamos para demandar una redistribución de la riqueza justa y equitativa, seguiremos alimentando un ciclo vicioso de exclusión, resentimiento y violencia. No se trata solo de justicia social, sino que nos enfrentaremos a un futuro aún más polarizado, donde la democracia será un espejismo y la justicia social una utopía.