Efecto Mariposa
Desarrollo sostenible: más que IDH
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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El Índice de Desarrollo Humano (IDH) fue propuesto con el objetivo de incorporar una dimensión social a la medición del progreso, que se expresa comúnmente con el Producto Interno Bruto.
El IDH, creado en la década de 1990 por el economista pakistaní Mahbub ul Haq, evalúa las siguientes tres dimensiones: esperanza de vida al nacer, educación e ingreso per cápita.
Aunque es innegable que la introducción del IDH constituyó un paso importante para ampliar la evaluación del desempeño económico y social de los países, desde hace más de 20 años este ha sido cuestionado porque, entre otras limitaciones, no toma en cuenta la sostenibilidad ecológica.
Este cuestionamiento se sostiene en el hecho de que el IDH no solo que desconoce el aspecto ambiental, sino que ensalza a las naciones que más contribuyen al cambio climático y a otras formas de deterioro ecológico, puesto que existe una fuerte correlación entre los ingresos y el impacto ecológico.
En un contexto de crisis por el cambio climático, la controversia con respecto al IDH ha cobrado más fuerza y han surgido nuevas propuestas que incluyen la dimensión climática.
Entre estas alternativas, aparece el Índice de Desarrollo Sostenible (JH-IDS), que fue propuesto con el fin de medir la eficiencia ecológica del desarrollo humano; es decir, incorporando la noción de que desarrollo debe regirse a los límites del planeta.
El JH-IDS, creado por el economista y antropólogo Jason Hickel, varía en un rango de 0 (peor desempeño) a 1 (mejor desempeño) e incluye cinco indicadores: educación, esperanza de vida, ingresos, emisiones de CO2 y huella material.
La huella material es un indicador que permite medir la cantidad total de recursos naturales extraídos para satisfacer el consumo de bienes y servicios en una economía. Incluye todos los materiales que se utilizan a lo largo de la cadena de producción, y estos van desde la extracción de materias primas hasta la manufactura y el transporte de los productos finales.
Partiendo del hecho de que los países más ricos contribuyen en mayor proporción en las emisiones de gases invernadero que afectan al cambio climático, el resultado es esperado: los países con alto IDH ocupan los últimos lugares del JH-IDS.
En el último reporte del JH-IDS, presentado hace pocas semanas y elaborado con datos del año 2022, Suiza, Suecia, Dinamarca, Islandia, Finlandia y Los Países Bajos, entre otras potencias económicas europeas, ocupan los últimos lugares del JH-IDS, tal como se observa en la figura que se presenta a continuación.
Asimismo, Corea, China, Emiratos Árabes y Japón van a la cola.
Con respecto a los países africanos, que siempre están en los últimos lugares del IDH, también están en las peores posiciones del JH-IDS.
En el caso de Latinoamérica, algunos países de la región destacan en las mejores posiciones del JH-IDS.
Costa Rica aparece en el primer lugar, Uruguay en el segundo. Otros países que se ubican en los 10 primeros lugares son: República Dominicana (4), Ecuador (6), Perú (8), Colombia (9) y Cuba (10).
Tomado de: https://t.co/Ki50rIEq8g
A la luz de estos resultados, queda la sensación de que América Latina está en el camino correcto hacia el desarrollo sostenible. Sin embargo, comparando la actividad económica de los países de la región frente a los más desarrollados, la respuesta cambia, y el resultado está asociado al menor desempeño económico de los países latinoamericanos.
A estas alturas, está por demás decir que, si todos los países alcanzaran el ritmo de las naciones desarrolladas, adelantaríamos nuestra llegada al colapso ecológico, pero la solución no es no crecer, sino que la estrategia debería orientarse a un crecimiento económico que encaje dentro de las restricciones planetarias.
Para esto, los países de la región deberían invertir en educación, tecnologías verdes e infraestructuras resilientes que permitan mejorar el desarrollo humano y mantener su huella ecológica dentro de los límites.
Si bien el crecimiento verde se considera la respuesta a la crisis del cambio climático y el colapso ecológico, la evidencia existente sobre el uso de recursos y las emisiones de carbono no respalda que se pueda lograr un desacoplamiento absoluto del uso de recursos a escala global en un contexto de crecimiento económico continuo. En otras palabras, el crecimiento verde no parece ser el camino.
Así, la región está obligada a invertir en ciencia y tecnología para encontrar una respuesta que permita no solo que los países latinoamericanos lideren el camino en ciertos aspectos del desarrollo sostenible, sino que haya crecimiento económico, justicia social y sostenibilidad ambiental de manera conjunta.
A pesar de los resultados del JH-IDS para América Latina, el desafío persiste.