Efecto Mariposa
El costo emocional del cambio climático
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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‘El futuro de la humanidad pende de un hilo’ es el titular de una nota periodística de PRIMICIAS.
Esta frase concisa resume los resultados de un estudio sobre el calentamiento global publicado en la revista BioScience, donde se afirma que la crisis climática avanza y que el colapso podría ocurrir antes de lo previsto.
De hecho, algunos expertos advierten que 2024 podría ser uno de los años en los que los efectos del calentamiento se manifiesten con mayor fuerza, a través de sequías, inundaciones, tormentas, olas de calor e incendios forestales.
Este estudio no es el único que pronostica un escenario alarmante. Contabilizando las investigaciones científicas que incluyen las palabras “colapso” y “cambio climático”, se han publicado más de 18.000 desde 2020.
Ante estos anuncios, puede surgir una sensación de incredulidad o indiferencia, lo que lleva a pensar que estas investigaciones científicas, por más numerosas y rigurosas que sean, no son fiables.
Sin embargo, hay un alto porcentaje de personas que creen en los riesgos del cambio climático. En Ecuador, como se observa en la figura 1, el 65 % de los encuestados por el Latinobarómetro, en 2023, manifestó que hay que darle prioridad a la lucha contra el cambio climático, sin importar sus consecuencias negativas en el crecimiento económico.
En la figura se observa que el porcentaje de personas dispuestas a priorizar la lucha contra el cambio climático, sin importar sus consecuencias económicas, es mayor en el grupo de personas entre 15 y 40 años (70 %). En los grupos de más de 41 años, estos porcentajes son menores.
La creciente conciencia sobre los efectos del cambio climático, especialmente entre los jóvenes, ha dado lugar a un fenómeno cada vez más común: la ecoansiedad.
Este término describe el miedo crónico al daño ambiental irreversible y la desesperanza ante la magnitud de la crisis climática. Frente a las advertencias científicas y la sensación de inminencia del colapso, muchas personas, particularmente en las generaciones más jóvenes, experimentan un profundo estrés emocional que afecta su bienestar.
La ecoansiedad se manifiesta con miedo y angustia que se experimentan al observar imágenes de desastres naturales asociados al calentamiento global. Asimismo, esta aparece cuando se piensa en los efectos irreversibles del calentamiento climático.
Inicialmente, se reconocieron de manera general los efectos negativos del calentamiento global en la salud pública. Se lo considera la amenaza más grave para la salud mundial en el siglo XXI, con especial atención a las enfermedades infecciosas, aunque sus efectos sobre la salud mental no estaban reconocidos.
Glenn Albrecht, en 2005, acuñó el término solastalgia para referirse a la angustia que genera asistir la destrucción del planeta. Pero, solo el año pasado, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) dio atención a la salud mental y colocó explícitamente el término ecoansiedad en el informe de ese año.
El interés en al menos reconocer de manera tácita el término ecoansiedad surge por el aumento en los niveles de miedo crónico al desastre ambiental. Sin embargo, políticas específicas para hacer frente a este problema de salud mental están ausentes en los debates gubernamentales de la mayoría de países del mundo.
De hecho, incluso en la comunidad científica, tampoco hay claridad en todo lo que implica la ecoansiedad. Así, los desafíos para comprenderla están planteados.
Por un lado, es necesario definir qué mismo es y sus efectos, manifestaciones y consecuencias en el mediano y largo plazo.
Por otro lado, y en consonancia con el punto anterior, aún no se conocen estrategias de tratamiento e intervención para personas con ansiedad ecológica y ansiedad climática; los terapeutas no estarían preparados.
Los especialistas en el tema reportan que las respuestas psicológicas al conocimiento de los riesgos del cambio climático y otros problemas ambientales son distintos a los impactos psicológicos de la exposición directa a desastres ambientales.
Mientras estos desafíos esperan una respuesta, el estrés, la angustia psicológica, la ansiedad y la depresión por el calentamiento global seguirán sintiéndose.
Una forma de autocuidarse es evitando la sobreinformación y recurrir a fuentes confiables; el consumo excesivo de información exacerba la angustia.
Asimismo, se puede contribuir con prácticas que reducen las emisiones de CO2, desde acciones simples como usar menos el automóvil, evitar el desperdicio de alimentos, consumir menos carne, hasta decisiones más complejas, como no tener hijos.
Concentrarse en lo que está bajo nuestro control es fundamental. No podemos hacerlo todo solos, y aunque esto pueda parecer desalentador, es importante recordar que no todo depende de nosotros para mantener la calma y la cordura.
El cambio climático es real y se han predicho graves consecuencias para la salud. El miedo al calentamiento global provoca angustia y temor, especialmente en un año marcado por desastres climáticos y un aumento de la conciencia social sobre la crisis ambiental.
El futuro de la humanidad depende de nuestra capacidad para actuar ahora. No podemos permitir que la ecoansiedad nos paralice, sino que debe impulsarnos a exigir cambios profundos y reales.
La magnitud de la crisis climática es innegable, y aunque no podemos controlarlo todo, sí podemos decidir qué acciones tomar para mitigar sus efectos y proteger nuestra salud mental. El reto es inmenso, pero también lo es nuestra capacidad de adaptación y resiliencia.