Efecto Mariposa
Un escape tóxico en medio del caos
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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La crisis que vive Ecuador no se limita a cortes de luz; es una situación que acarrea consecuencias económicas y sociales profundas. A diario, cientos de trabajadores pierden sus empleos; negocios cierran; las calles están congestionadas a toda hora; las comunicaciones son deficientes; los alimentos y electrodomésticos se dañan; y los servicios públicos están colapsados. Sumemos a esto la violencia, el narcotráfico y la corrupción. Todo esto genera una presión insoportable sobre la salud mental de los ecuatorianos, multiplicando el estrés y la ansiedad.
En un contexto donde el caos se ha convertido en parte de la vida cotidiana, se busca con ansias un escape.
Para muchos, el refugio fácil y accesible es el alcohol. Este promete una solución rápida al estrés y la ansiedad, ofreciendo un breve respiro del caos diario. Sin embargo, el alivio es momentáneo, y el precio a pagar puede ser muy alto: una adicción. El alcoholismo no es un simple vicio; es una enfermedad que destruye lentamente la salud mental y física. Por su naturaleza adictiva, un "traguito" de alivio puede convertirse en una dependencia que profundiza el malestar. Cuando sus efectos desaparecen, el estrés y los problemas persisten, a menudo, agravados.
Históricamente, se ha observado un incremento en los niveles de ansiedad y depresión durante períodos de crisis económicas, sociales y políticas. Este patrón no es nuevo: en tiempos de incertidumbre, el consumo de alcohol suele aumentar. No obstante, las restricciones presupuestarias que acompañan a una crisis también podrían llevar a algunos a limitar su gasto en bebidas. Aun así, el contexto actual de Ecuador, con dificultades económicas, sociales, políticas y ambientales cada vez mayores, parece inclinarse más hacia el aumento de este consumo como vía de escape.
Diversos estudios sugieren que, en América Latina, el consumo de alcohol está en aumento. Aunque no alcanza los niveles de los países europeos, la tendencia podría empeorar debido al deterioro general de las condiciones de vida. En Ecuador, el contexto complejo en diversas áreas amplifica el riesgo de dependencia al alcohol, convirtiéndolo en un mecanismo de supervivencia emocional. Este fenómeno no ocurre de manera aislada; la aceptación social del consumo de alcohol, asociado con la celebración, la camaradería o el alivio de tensiones cotidianas, dificulta abordarlo como un problema de salud pública.
El impacto del consumo excesivo de alcohol no distingue entre clases sociales. Si bien hay quienes recurren a bebidas más baratas y de baja calidad, el problema persiste en todos los niveles. En 2013, el INEC reportó que los hogares más ricos gastaban cuatro veces más en alcohol que los hogares pobres. Actualmente, aunque no hay datos recientes, el patrón general no parece haber cambiado: ricos y pobres gastan en alcohol, lo que da indicios de la magnitud del problema.
El consumo excesivo de alcohol genera una cadena de consecuencias negativas: ansiedad, depresión, cambios de personalidad, enfermedades cardiacas y del hígado, algunos tipos de cáncer y conflictos en las relaciones familiares y sociales. Además, su impacto trasciende al individuo, generando violencia doméstica, agresividad y accidentes de tránsito. La dependencia al alcohol se convierte así en un factor que erosiona el tejido social y exacerba otros problemas sociales.
En un país donde los servicios públicos de salud son prácticamente inaccesibles, recomendar a una persona que experimenta ansiedad o depresión que busque ayuda profesional puede parecer desconectado de la realidad. La falta de acceso a servicios psicológicos y psiquiátricos agrava el problema, dejando a muchas personas vulnerables a refugiarse en escapes tóxicos como el alcohol.
No obstante, existen algunas opciones de ayuda, como líneas de atención psicológica y grupos de apoyo gratuitos. En lugar de enfrentarse solo al problema, se puede buscar asistencia en el Teléfono Amigo o en el servicio de atención psicológica de la Secretaría de Salud del Municipio de Quito, que ha reportado un aumento en las solicitudes de atención. Además, para quienes luchan con el alcoholismo, Alcohólicos Anónimos ofrece un espacio de apoyo.
El consumo de alcohol puede parecer un refugio en tiempos difíciles, pero sus efectos a largo plazo son profundamente perjudiciales. Es necesario reconocer el impacto de la crisis múltiple que atraviesa el país en la salud mental de los ecuatorianos y buscar soluciones tanto individuales como comunitarias. En este momento, no podemos esperar nada del Estado; estamos huérfanos. Mientras llegan alternativas reales, debemos priorizar el autocuidado.
Una solución integral debe ir más allá del tratamiento individual, abordando también las causas estructurales de la crisis. El consumo de alcohol en contextos adversos es una respuesta comprensible, pero solo un enfoque integral puede ofrecer soluciones sostenibles y reales.
La carga mental ya es pesada, y el refugio tóxico del alcohol no hace más que intensificarla.
Este artículo se fue escrito en el marco del Día Mundial sin Alcohol, que tuvo lugar el 15 de noviembre. Especialmente en tiempos de crisis, esta fecha nos invita a reflexionar sobre los daños físicos y psicológicos del consumo excesivo de alcohol.