De la Vida Real
El dilema de los neutros
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Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Una semana después de las elecciones, hemos leído y oído a un montón de analistas políticos.
Los celestes, el mismo domingo, salieron con sus simpatizantes a festejar en un mitin político. Los morados no salieron y no dijeron nada. Esa noche, su líder no asomó.
Y el país quedó dividido en dos colores. Hicieron que el mapa político del Ecuador, siempre tan vivo y lleno de tonalidades, quedara reducido al celeste y al morado. Ya no se divide en regiones, no. Ahora solo hay estas dos opciones. Los entendidos dicen que los morados son los de derecha y los celestes, los de izquierda, como si las ideologías todavía existieran, sin darse cuenta que a las cabezas de estos dos bandos lo único que les interesa es el poder.
El poder de hacer de un país lo que a ellos se les antoje. Inflando más su ego, inflando más su hambre de poder. Llevando a un país entero a conformarse.
Pero se les olvida que hay un grupo de gente que no está reflejado en colores, que no es visible, que no está presente en este juego de elecciones. Es el bando de los que no votaríamos ni por los unos ni por los otros.
Los celestes son más fuertes. Su grupo es más sólido. Se supone que por ideología. Y los morados están ahí, haciendo fuerza. No tanto por convicción —unos sí, pero no todos—, sino porque dan su voto y alzan la voz para que nunca más lleguen los celestes al poder. Porque ellos ya estuvieron diez años gobernando y quieren volver. Y los morados saben que, si ellos vuelven, el país se acaba.
Pero los neutros, los que no vamos ni por los unos ni por los otros, estamos callados e inmóviles, porque si hablamos los dos bandos nos atacan, obligándonos a votar por ellos. Si los neutros damos nuestra opinión, somos juzgados, ofendidos con insultos. Debemos decidirnos por uno de los dos colores.
Pero esa obligatoriedad es la que nos cansa, la que hace que cada vez creamos menos en la política y en los políticos. Los analistas creen que las cabezas de estos colores deberán convencernos en dos meses para ganar nuestro voto. Y no, no nos van a convencer, porque nuestro voto cuenta, no tanto en estadísticas, sino en nuestra conciencia. Es un voto que nos negamos a dar. Y ahí están los de sus equipos, apuntándonos, buscando la mejor estrategia para que vayamos tras ellos.
Dicen que el debate será clave, dicen que la campaña será clave, sin tomar en cuenta que nosotros, los neutros, también pensamos. Pero nos da miedo y pereza expresarnos.
¿Decidirnos? ¿Votar nulo? ¿Hasta cuándo el voto será obligatorio?
Y la culpa entra en juego. ¿Y si no damos nuestro voto y vuelven los celestes? ¿Y si voto por los morados y el líder se aferra al poder para siempre? Es un líder que hace lo que le da la gana con la Constitución, igual que lo hizo el otro líder de los celestes durante una década. Por él sí voté la primera vez que se lanzó, y confié en él y en una política diferente. Y ¡qué manera de defraudarnos!
La líder de los celestes es mujer y, sí, tal vez sea bueno que por primera vez tengamos una presidenta con "A" y no un presidente con "E". Pero, detrás de ella, está su líder, y nos da pánico que regrese.
Ay, qué problema ser neutro. Es que no hay opciones. Sé que, debajo de este artículo, habrá insultos, decenas de comentarios agresivos, porque en eso se han convertido los dos bandos: en fanáticos. Y el fanatismo quita la libertad de pensamiento. Y lo único que podemos defender es nuestra libertad, nuestro derecho a ser libres.
Una libertad que, en medio de estos dos bandos, está negada.
Y seguro me insultarán por mi apellido. Me reclamarán, como hacen siempre, por la desaparición de los hermanos Restrepo. A mí, que hasta ahora lloro por ellos. Pero ahora la gente se expresa solo con insultos y agresiones. Está cegada por la ideología de sus líderes. Llevar el apellido Febres Cordero y tener un punto neutro en estas elecciones ha hecho que me calle, que no opine, que vea las cosas de lejos. Que me esconda para no ser agredida.
Porque en eso nos hemos convertido: en agresores del otro, en un país donde, si no pensamos como quieren los celestes o los morados que pensemos, corremos el riesgo de ser ofendidos.
Y creo que, en este punto, los neutros somos los únicos que vemos a los dos bandos de manera objetiva: al líder del equipo morado como un niño caprichoso que hace del país lo que se le antoja, y al celeste disfrazado de una bella mujer, que esconde detrás a un monstruo gritando desde el ático y exigiendo su vuelta al poder.