De la Vida Real
Paola y sus secretos de las plantas
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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El calor del vapor me envuelve mientras Paola Montesinos, alta y delgada, levanta con fuerza y destreza hacia la caldera las dos ollas tamaleras repletas de agua. Es imposible no asombrarse al ver cómo, a la cuenta de tres, logra colocar, una a una, esas ollas que parecen desbordar su propia contextura. "Es más chévere trabajar con dos telas a la vez, aunque me canse el doble", me dice mientras se sujeta el pelo en una improvisada cola de caballo, y el sudor junto al vapor se confunden en su cara.
Paola sigue el ritual que le enseñó a su abuela cuando era niña: primero sumerge las telas en agua con cal para limpiar las impurezas, después las tiende al aire en un cordel para que se sequen. “Mi abuela me dio el secreto, pero yo perfeccioné la fórmula. Tiño con tintes naturales que saco de las plantas y flores. Es un oficio que combina tradición, pasión y sostenibilidad”, me dice, mientras me explica que las telas deben ser de fibra natural, como cáñamo, algodón, lino o seda (aunque esta última es demasiado cara y difícil de conseguir).
"Mira, Valentina -dice levantando una tela teñida con matices morados y rosados- esto lo logré con cáscaras de cebolla. Es increíble lo que la naturaleza puede darnos". Paola no solo tiñe telas, crea arte. Me muestra otra tela con vetas blancas que forman patrones únicos: "Para esta hice nudos con hilos y usé sustrato ferroso. El resultado siempre sorprende, porque cada tela tiene personalidad".
Paola vive en Medellín desde hace cuatro años: "Allá me va increíble", dice mientras revuelve otra olla con una cuchara de palo. Diseñadores la buscan para teñir telas que luego desfilan en pasarelas. Pero su mayor pasión no son los desfiles, aunque le encanta que le tomen en cuenta para proyectos de moda. Ella adora dar talleres. "Me encanta enseñar lo que sé. Ver a alguien emocionarse porque logró un color único con sus manos, con materiales que están a su alcance, eso no tiene precio".
Me enseña una tela de un azul profundo, teñida con una planta especial que descubrió en un pueblo colombiano. "Aprendí de una señora que tuvo tanta paciencia como amor por este oficio. Todo en este proceso requiere tiempo y cuidado, pero vale la pena."
“Para extraer el color índigo de forma natural, primero se recolectan las hojas de la planta de índigo, luego se sumergen en agua para fermentar durante varios días, liberando un líquido amarillo-verde. Este líquido se bate al aire libre, lo que permite que el oxígeno transforme el agua en azul. El colorante se asienta como un sedimento en el fondo del recipiente, se recoge, se deja secar y se procesa en polvo. Este índigo natural cuesta horrores hacer, pero sabes que no estás contaminando nada. Y se trabaja con tiempo, sabiduría y paciencia, que es precisamente lo que la industria de la moda carece. Se quiere hacer todo rápido, por toneladas, y dejando mucho residuo contaminante en los ríos y en la tierra”.
Paola, a sus 38 años, ha logrado ser consecuente con lo que piensa, hace y dice: “Pelearse con el sistema es imposible, pero poder hacer algo que va en contra de él y que no haga daño a nadie sí es posible, y es lo que he logrado.”
Paola tiene tres hijos y una tintorería llena de colores naturales. Mientras trabajamos, compartimos historias. Me cuenta que fue madre joven y cómo la vida la llevó por caminos variados. Hasta tuvo una panadería en Quito. "Ahora, lo que me relaja es esto", me dice mientras sumerge otra tela en una mezcla de hojas de eucalipto.
Nos reímos mientras nos mojamos con el agua que puede ir directo a las plantas. "La industria textil está destruyendo los ríos, pero esto es diferente. Aquí no hay químicos ni desechos tóxicos. Lo que hago respeta al planeta."
Mientras la tela se seca, pone más hojas de eucalipto y nos sentamos a fumar un tabaco. Hablamos de la vida, de lo que nos inquieta y nos apasiona. Paola resume su filosofía con una sonrisa: "Lo más lindo de dar talleres es que la gente no solo se lleva su tela, sino también una conciencia nueva sobre el impacto de la moda en el mundo. Y se va sabiendo que puede crear arte sin destruir nada."
Asombrada, veo cómo hace el rojo suave de un tinte de cochinilla. “Este color lo logras gracias a los bichos que viven en las tunas, me explica. Yo lo traigo de México. Y amo este proceso”.
Y pienso que Paola no solo tiñe telas. Tiñe la vida de colores, de historias, de esperanza.