Leyenda Urbana
Venezuela es el espejo en el que Ecuador tendría que mirarse
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Cómo se saca del poder a un dictador es la pregunta que repiten los demócratas del mundo entero tras comprobar, una vez más, que la voluntad popular expresada en las urnas ha sido birlada, de manera descarada, en Venezuela, por los canallas que sojuzgan a ese pueblo desde hace 25 años.
Pero en lugar de una respuesta una nueva gran interrogante se escucha: ¿cómo llegó ese país a ser controlado y manipulado por una gavilla de inescrupulosos que, prevalidos del poder político, el dinero y las armas, hoy se burlan de millones de hombres y mujeres dentro y fuera del país?
Contar los votos y proclamar los resultados han sido las claves para que el socialismo se perpetúe en Venezuela, primero con Chávez y luego con Maduro, haciendo realidad el dicho atribuido a Stalin de que en una elección lo que importa no son los votos, sino quién los cuenta; mientras en paralelo manipulan, con alevosía, la voluntad de su gente que cree en la democracia.
Por más de dos décadas, el chavismo ha tenido el control del Consejo Nacional Electoral (CNE), como ahora que lo preside el hiper chavista Elvis Amoroso, fundador del PSUV, varias veces diputado, ex contralor y autor de la inhabilitación política de María Corina Machado.
Amoroso es quien el domingo anunció que Maduro había obtenido 51,2%, y Edmundo González Urrutia, 44,2%, sin mostrar evidencia alguna, dejando que Maduro hablara luego de hackeo (para justificar la demora en dar los resultados), mientras el fiscal Tarek William Saab, a quien Chávez solía llamar “poeta de la revolución”, hiciera su parte: acusar a María Corina y a Leopoldo López.
Todas estas artimañas explican por qué impidieron decolar un avión de Panamá para impedir que viajaran a Caracas los expresidentes Mireya Moscoso, de Panamá; Vicente Fox, de México, y Tuto Quirola, de Bolivia, que iban como observadores; y por qué expulsaron a un grupo de parlamentarios españoles del aeropuerto de Maiquetía, al igual que la asambleísta ecuatoriana Ana Galarza.
Tenían pánico que miradas distintas a las de sus cómplices presenciaran las elecciones que han terminado siendo el mayor fraude electoral en lo que va del siglo.
Controlar los resortes del poder les ha permitido imponer su omnímoda voluntad y perpetuarse a pesar del repudio de la mayoría del pueblo que ha protagonizado el mayor éxodo de la historia contemporánea de la región con ocho millones de venezolanos fuera de su tierra.
Pero no todo parece les ha salido bien.
El chavismo no contaba con la reacción contundente de la comunidad internacional, con los presidentes y jefes de Gobierno a la cabeza, para repudiar, en distintos tonos, el fraude, o al menos hacer reparos a las cifras del CNE, por lo que exigen se recuenten los votos, dando la razón a la oposición que exige lo mismo.
El recuento pide también la Unión Europea y los demás gobiernos del hemisferio, con excepción de lo cercanos al socialismo del Siglo XXI; mientras que la Casa Blanca pide la publicación de las actas; y Panamá ha suspendido sus relaciones diplomáticas con la Venezuela de Maduro.
Desde la orilla opuesta, que Putin, Xi Jinping e Irán hayan felicitado a Maduro solo confirma su servil actitud con quienes abjuran de los valores del liberalismo occidental, hoy empeñados en rediseñar una nueva geopolítica en la región.
A esos aliados no parece importarles que Maduro esté siendo juzgado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, ni tampoco que haya amenaza con un “baño de sangre” si los resultados le eran adversos, que le mereció el repudio del presidente Lula Da Silva, del expresidente Fernández, de Argentina y del presidente Petro de Colombia.
Los resultados proclamados el domingo por el chavista CNE rompieron el corazón de padres y madres venezolanos que, en varios países de mundo, habían abrazado con más fuerza a sus hijos imaginando el regreso a la tierra que los vio nacer tras la apoteósica participación en las urnas de sus compatriotas.
Las lágrimas de miles de abuelos y abuelas -que madrugaron para ir temprano a las urnas con la ilusión de volver abrazar a sus nietos a quienes no han visto crecer; o para recién conocer a los nacidos en el exilio- derramadas el domingo, no pueden haber sido en vano.
Para los ecuatorianos, en cambio, lo del domingo en Venezuela tendría que ser una lección aprendida, que lleve a repudiar el error colosal de la dirigencia política de haber entregado espacios de poder claves como el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) a los aliados del chavismo en el país, que podría terminar siendo una suerte de suicidio político colectivo, en el que también moriría nuestra incipiente democracia.
El infame acuerdo entre el correísmo, ADN y el PSC, aunque este no lo admita, a pesar de haber propiciado con presteza inusitada la posesión del presidente del Consejo de la Judicatura, tendría que ser revertido, sustentado en los errores cometidos y los procedimientos burlado para esa elección.
Se trata del organismo que elegirá a los jueces de la Corte Nacional, evaluará a cientos de jueces más y decidirá hasta sobre las Notarías del país, lo que implica controlar la justicia.
El CPCCS de mayoría correísta, en cambio, llevará adelante la elección del nuevo fiscal General del Estado (la joya de la corona) y del Consejo Nacional Electoral (CNE) que cuenta los votos.
¿Podría haber un árbitro más parcializado que alguien elegido en estas condiciones?
Así se instalan las dictaduras en los países.
Escuchen: Venezuela debe ser el espejo en el que Ecuador tendría que mirarse, ahora, para no llorar después.