Leyenda Urbana
Quito, huérfana de liderazgos, sin candidato a la Presidencia
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Custodiada por el imponente Pichincha, la capital de Ecuador es de una belleza que conmueve, pero hoy se la percibe deslucida. Quito luz de América está perdiendo el brillo que la distinguía, parece atravesar una de sus horas más oscuras.
La orfandad política de Quito, que la habíamos divisado años atrás, hoy es una realidad que clama al cielo e interpela a sus dirigentes, a los gremios, a las universidades y a sus autoridades.
Cómo llegamos a semejante situación se preguntan todos, sin que nadie se haga cargo de su responsabilidad personal, sabiendo que una ciudad la hacen el conjunto de sus habitantes.
Resulta difícil precisar la fecha exacta cuando la capital comenzó su deterioro, pero es evidente que, desde algo más de una década se ha ido quedando sin líderes respetables que hagan escuchar su voz en el país.
A Quito se la siente como desorientada, sin autoridades que la respeten y la piensen; que hablen en su nombre con determinación y valentía de tantos dolores que agobian a la propia ciudad y al país. Y también sin ciudadanos que reclamen por estos vacíos.
Da la impresión de que las élites capitalinas se han ido diluyendo en su propio egoísmo; probablemente al anteponer sus intereses y calcular primero el beneficio personal y grupal antes que los comunes de la ciudad siendo como es, además, la capital del Ecuador
Sin un proyecto de ciudad, Quito parece haber perdido su identidad y su gente extraviado el sentido de pertenencia y ese orgullo que le hacía sentir responsable de cuidarla y preservarla en su belleza e historia. Tampoco se evidencia esfuerzos por conocer su rico pasado signado por gestas épicas; y no se piensa en su porvenir.
Quienes pueden se mudan a los valles y se olvidan de la ciudad que los vio nacer y en la que crecieron y formaron; o la hospitalaria urbe que los acogió con los brazos abiertos y sin hacer pregunta alguna, solo porque es la capital de todos y una metrópoli fraterna y amigable.
Como capital del país, Quito fue siempre el epicentro del debate nacional donde la política bullía y sobre la cual se conversaba con naturalidad y gran conocimiento y la gente exudaba rebeldía e inconformidad, consciente de que así aportaba al debate y al discernimiento y con ello la capital del Ecuador se engrandecía y las autoridades se sentían orgullosos de ese intercambio de ideas y rectificaban a tiempo o proseguían con sus planes.
Hoy, no hay nada.
Quito se quedó sin sus periódicos de referencia al cerrarse primero diario HOY víctima de maniobras rastreras desde el poder y luego El Comercio y a nadie le importó. Debe ser la única capital del hemisferio que no tiene un diario local y no hay quien siquiera reflexione por semejante carencia ni añore su ausencia.
Parapetados en WhatsApp, desde su zona de confort, los citadinos hablan de esta vida y de la otra sin involucrarse con los problemas de su entorno a los que miran de reojo, como sí no fuese algo que los atañe. Y, como en todas partes, usan las redes sociales de forma no siempre reflexiva, con lo cual se apuntalan las “fake news” que tuercen la realidad e intoxican cualquier debate.
Ya en 2019 y 2022, cuando unos infames la agredieron con inusitada violencia Quito no tuvo quién la defendiera; y, durante la pandemia no se vieron gestos de humanidad para con los afectados.
Es paradójico, pero cuando Quito se convirtió en la ciudad más poblada del país, ya había perdido su influencia política, después de haber tenido un peso enorme y hasta haber sido la sede nacional de los dos mayores partidos referenciales del Ecuador por muchos años: la ID y a DP y cuna del PSC que se mudó a Guayaquil.
Hoy, hasta en el Gabinete presidencial la presencia de quiteños es escasa, y la representación parlamentaria, con las excepciones que confirman la regla, de una medianía sobrecogedora.
Nadie sabe explicar qué ocurrió con Quito tras haber sido durante décadas referencia de capitalidad en la región, al punto de que algunas ciudades de países vecinos emularon sus planes y proyectos; hoy apenas si es referida por ser Patrimonio cultural de la humanidad.
Justamente, el magnífico centro histórico de preciosas iglesias y edificaciones cargadas de historia y leyenda está cercado por comercios informales y envuelto en ruido y bullicio perturbador que ahuyenta al turismo y perjudica a quienes invirtieron en hoteles, restaurantes y más servicios.
En Quito se roban la campana patrimonial de un monasterio y la gente se limita a exclamar: ¡qué horror! Pero nadie se conmueve por la temeridad del hecho ni se activa ante tamaña burla, con lo cual se confirma que el robo, la inseguridad y la violencia son tormentos adicionales de la capital.
Nadie reclama en voz alta por la ausencia de planificación y el irrespeto a los vecinos y usuarios cuando para hacer unas obras que tardan meses, cierran calles y avenidas y, a las pocas semanas de ser reabiertas al público las vuelven a cerrar porque se les olvidó hacer alguna conexión.
La ciudad parece tierra de nadie, porque no hay autoridad que sanciona tampoco a los buseros que arman el caos en las rutas y contaminan la ciudad con total impunidad.
El alcalde sorprende a todos con la compra de una flotilla de 22 autos para él y los 21 concejales, con un presupuesto referencial de USD 657.000, y los ediles revelan no haber sido siquiera informados de tal gasto que podía haber tenido mejor destino.
Un líder sustenta su condición sobre sólidas bases éticas e intelectuales, probidad y ejemplaridad; solo así inspira, conduce, guía, ilusiona e invita a soñar en un mejor porvenir colectivo.
A Quito le falta un líder.
Por eso, las universidades que forman el pensamiento crítico de los jóvenes tienen hoy otra tarea urgente e irrenunciable: preparar a quiénes tomarán a cargo la conducción de la ciudad. Y del país.
Camino a las elecciones de febrero de 2025, los partidos y movimientos han escogido a sus precandidatos a la Presidencia; son 17. Ninguno de Quito.
El centro de gravedad de la política ecuatoriana se ha desplazado de Quito a Guayaquil. La luz de América pierde su brillo. Su orfandad, conmueve.
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