Leyenda Urbana
En la oscuridad, los ecuatorianos confirman una terrible realidad
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Un mes después de iniciados los apagones, los ecuatorianos están usando sus reservas de resistencia para intentar sobrellevar la crisis más grave desde la pandemia del Covid-19, frente a la cual no hay una solución urgente, porque las medidas anunciadas por el presidente Noboa, el domingo 27, tomarán un tiempo para ser implementadas y, mucho más la ley aprobada por la Asamblea Nacional, ese mismo día.
Los apagones han supuesto un cambio radical en las rutinas diarias de la gente, un freno a la producción y a las actividades comerciales que sirven de sustento a miles de familias; además de haber alterado la gestión de la educación y la salud, la conectividad y más, con lo cual el país se asoma al abismo.
A los enfermos que requieren someterse a diálisis frecuentes o a aquellos que sus vidas dependen del oxígeno los cortes de luz los pone en riesgo inminente, por lo que familiares y cercanos contienen la respiración cada vez que se anuncian los horarios de racionamiento eléctrico, pues tienen que acoplarse a ellos.
Viven con el alma en vilo.
Al evaluar con serenidad la tragedia que hoy soportamos, no queda sino concluir que los apagones resultan ser el espejo que refleja la realidad de un país que, hace rato, perdió el coraje para exigir soluciones concretas a las autoridades, al haber descubierto que contemporizar con el poder de turno es más conveniente, en especial para los sectores más influyentes, siempre acomodaticios, aunque sus conciencias los corroa y el país se perjudique.
Tamaña conducta permitió que falsos discursos cargados de ideología rancia se impusieran, y que absurdas leyes imposibilitaran la inversión privada, esa que a Colombia y al Perú llegó en significativas cifras, pero no a Ecuador donde el chauvinismo bloqueó toda iniciativa, al dejar que el Estado acapare todo.
Perú y Colombia también sufren terribles sequías, pero como los dos países desarrollaron energías alternativas no padecen el suplicio de Ecuador, que apostó por la generación hidroeléctrica, en vez de diversificarla con otras innovadoras y también aprovechando el sol, el viento y los volcanes que tenemos.
La sordera ante las alertas que anticipaban sequías bíblicas por el cambio climático, sumada a la dejadez oficial y a la sempiterna corrupción también son responsables para que el país expíe sus culpas, hoy.
En este contexto, resulta inquietante que, profesionales y expertos con reconocida trayectoria, que se sabe tienen propuestas importantes hayan preferido abstenerse de hablar, al igual que gran parte de la Academia que parece haber decidido permanecer al margen, solo mirando de reojo las desgracias que se ciernen sobre la nación.
En voz baja, se comenta del temor que tienen a ser sometidos al escarnio público en las redes sociales si lo que anuncian no agrada a quienes no admiten opiniones discrepantes.
De ser así, una vez más se cumplirían los presagios del pensador y semiólogo italiano Umberto Eco quien, más de una década atrás, alertó del peligro de que las redes permitieran que la opinión de los necios tuviera la misma relevancia que la de un premio Nobel. Y que, “el tonto del barrio al que antes se escuchaba en los bares, sin que causara ningún daño, hoy opine en las redes y afecte a todos”.
En realidad, una suerte de mercenarismo digital parece haber reducido a la nada el argumentario sobre cualquier tema; incluso si se trata de evidencias que confirmen los asertos o propuestas razonables, mostrando que el sesgo de confirmación es lo único que cuenta para garantizar los likes y volverse tendencia, mientras que la inteligencia pierde espacio.
¡Qué tristeza!
Para completar este escenario sombrío, la ausencia de liderazgo en Ecuador ha dificultado un debate serio sobre el porvenir, que comience admitiendo, con entereza, que la carencia de planificación y de objetivos nos ha llevado a esta deriva, y que una enmienda urgente se impone.
Las pérdidas del primer mes de apagones estimadas por lo expertos en USD 2.000 millones, en una economía que arrastra una grave crisis estructural, con el desempleo en alza y una inestabilidad permanente, debe servir como escarmiento y alerta para buscar soluciones.
Los apagones representan un golpe moral adicional para los ecuatorianos que, por el azote imparable de la violencia habían limitado sus salidas, pero que hoy, debido a los apagones, necesitan estar afuera, aunque corran peligro.
Por eso, no se puede descartar que la afectación emocional colectiva repercuta en la salud mental de una sociedad que vive de sobresalto en sobresalto.
Quienes parecen ir a su aire sin que nada les afecte son los 16 candidatos que buscan la Presidencia de la República, en especial aquellos que guardan silencio sobre los temas urgentes, demostrando que lo que los mueve es el afán de figuración y el ansia de poder, y no el destino de la gente.
Que alguno de ellos haya apelado a un vocablo soez para referirse a la emergencia confirma que el objetivo es hallar eco en las redes sociales donde exposiciones de esa calaña consiguen notoriedad.
¡Insoportable!
En medio de la oscuridad, los ecuatorianos han confirmado, con dolor, una terrible realidad: el país está a la deriva.