Leyenda Urbana
La aldea o Roma; lecciones para los vicepresidentes
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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"Nadie se atrevió jamás a cuestionar tu lealtad, querido Alfredo", le dijo Guillermo Lasso a su vicepresidente, Alfredo Borrero, durante el inédito Informe a la Nación que no fue ante los asambleístas que ya habían sido cesados por efecto de la muerte cruzada, sino ante los ciudadanos, en el sur de Quito, recibiendo el aplauso de los asistentes.
Borrero no ocultó su emoción por el público reconocimiento, que debió asumirlo como recompensa a la discreción con la que ejerció la segunda magistratura, al punto de nunca mencionar que Lasso jamás le encargó el poder, ni siquiera cuando el presidente debió permanecer siete días hospitalizado con una infección que requirió atención en cuidados intensivos.
Rumores y sospechas de la distancia y frialdad entre los dos mandatarios, algunas veces reflejadas en imágenes, se escucharon en varias ocasiones durante los 30 meses que gobernaron.
Por eso, lo dicho por Lasso fue relevante.
Como si de un extraño signo de la historia nacional se tratase, las relaciones entre los primeros mandatarios en Ecuador, con alguna excepción que confirma la regla, han estado marcadas por la tirantez, el recelo, la desconfianza, cuando no el odio y la confrontación.
Daniel Noboa, que fue elegido presidente de Ecuador para completar el periodo que se interrumpió con la muerte cruzada, ha mantenido una agria relación con su vicepresidenta, Verónica Abad, que muchos afirman comenzó antes de ganar la segunda vuelta.
Tras asumir el poder, Noboa la envió como embajadora de la paz a Israel, sustentado en que la Constitución dice que las funciones de un vicepresidente son: reemplazar al presidente en ausencia temporal o definitiva, y cumplir las funciones que el presidente le asigne.
La distancia no aminoró las diferencias porque la perspectiva de reelección, que implicaría pedir licencia y encargarle la Presidencia, es un fantasma que asusta a Carondelet que no admite que algo así pudiese suceder.
El país ha contemplado las denuncias, demandas y juicios que se han interpuesto unos a otros, y que han involucrado a familiares de la segunda mandataria y a ministros, asesores y otros funcionarios del Ejecutivo, y que distintas funciones del Estado han debido tramitarlas, no exentas de presiones y manipulaciones.
Hasta hoy, nadie puede asegurar qué sucederá con la licencia temporal de Noboa. Y nadie tampoco podría garantizar que la Asamblea Nacional no reaccionará ante cualquier decisión al respecto.
Lo que suceda en enero de 2025 sumará nombres a la historia de desavenencias en las alturas del poder en las que Ecuador tiene episodios alucinantes como el ocurrido durante el cuarto velasquismo (1960) cuando, tras disolver el Congreso, el presidente José María Velasco Ibarra ordenó capturar a su vicepresidente, Carlos Julio Arosemena Monroy, al que confinaron en el Penal García Moreno, la cárcel más temida de la época.
Pero ocurrió lo inesperado: las Fuerzas Armadas derrocaron a Velasco y reconocieron como presidente a Carlos Julio Arosemena, que pasó del Penal al Palacio de Gobierno.
En su quinto mandato Velasco tuvo como vicepresidente a un rival ideológico, el liberal Jorge Zavala Baquerizo, que fue escogido en las urnas, aunque hacía binomio con Andrés F. Córdova, porque en esos años se votaba por separado.
Al declararse dictador, Velasco, que se refería a los vicepresidentes como "conspiradores a sueldo", se deshizo de Zavala Baquerizo.
Tras el retorno a la democracia y luego del fallecimiento del presidente Jaime Roldós, le sucedió Osvaldo Hurtado. El Congreso eligió como vicepresidente a León Roldós, con quien no siempre hubo buena sintonía.
Igual ocurrió entre León Febres Cordero y Blasco Peñaherrera tras el secuestro del presidente en Taura.
Años después, Alberto Dahik, vicepresidente de Sixto Durán Ballén, fue enjuiciado por el Congreso por malversación de fondos, y la Corte Suprema de Justicia inició un juicio por el mismo delito y hubo una orden de arresto. Dahik renunció y salió del país. Estuvo 16 años en Costa Rica.
En 1997, el Congreso sacó del poder a Abdalá Bucaram por “incapacidad mental”, pero no le sucedió la vicepresidenta, Rosalía Arteaga, a quien correspondía completar el período, sino el presidente del Congreso, Fabián Alarcón, tras un acuerdo parlamentario que usó de pretexto un “vacío en la Constitución”.
Y hubo más.
Gustavo Noboa sucedió a Jamil Mahuad que fue derrocado, en enero de 2000, en una revuelta de los coroneles, encabezados por Lucio Gutiérrez, tras el feriado bancario.
Al poco tiempo, a Gutiérrez que ganó las elecciones con el apoyo de los indígenas, lo sacaron de Carondelet los forajidos, y fue reemplazado por quien había sido su binomio, el médico guayaquileño Alfredo Palacio.
En 2017, en medio de escándalos de corrupción, el presidente Lenín Moreno dejó sin funciones a su vicepresidente, Jorge Glas, que ya había sido acusado de recibir sobornos de empresas privadas.
Para vergüenza del país, hubo nuevos episodios.
La exasambleísta María Alejandra Vicuña, designada vicepresidenta por la Asamblea para reemplazar a Glas, fue destituida acusada de cobrar diezmos, y reemplazada por Otto Sonnenholzner, quien también renunció porque buscaba participar en política y ser candidato. Lo reemplazó María Alejandra Muñoz.
Como una excepción que confirma la regla, solo en el Gobierno de Rodrigo Borja y Luis Parodi (1988-1992), la Vicepresidencia en Ecuador no fue motivo de confrontación.
Para las elecciones de febrero próximo se han inscrito 16 binomios y 14 están ya calificados. La pregunta es: ¿qué saben los candidatos a la presidencia de sus compañeros de papeleta? ¿Desde cuándo los conocen? ¿Qué les identifica?
Y si la Constitución ordena que cumplirán las funciones que le asigne el presidente, acordaron, antes de aceptar la candidatura, ¿cuáles serían esas funciones o caso solo les importa llegar al poder?
Con organizaciones políticas carentes de ideología, principios y filosofía, algunos parecen haber seleccionado a sus binomios, la mayoría son mujeres, como si se tratase de alguien con quien asistir a una reunión. No para gobernar.
¡Pobre país!
Como una lección de la historia, bien harían los escogidos para la Vicepresidencia en leer Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, donde dice que el César tenía razón al preferir el primer puesto en una aldea que el segundo en Roma. “No por ambición o vanagloria, sino porque el hombre que ocupa el segundo lugar no tiene otra alternativa que los peligros de la obediencia, los de la rebelión y aquellos aún más graves de la transacción”.