Leyenda Urbana
En medio de la oscuridad, Goebbels sobrevuela el país, pero la realidad se impone
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Que la oscuridad se cierna, hoy, sobre Ecuador, un país violentado, dividido, con una endeble institucionalidad y carente de un proyecto que emocione y movilice, solo podría ser considerada una patética metáfora de su estado de deterioro, ante lo cual su deriva se presagia amenazante para todos.
La grave situación energética del país había sido minimizada, por un absurdo y prolongado estado de negación gubernamental, hasta que la realidad se ha encargado de contradecirle.
Esta crisis es, probablemente, uno de esos temas que involucra, de manera incontrastable, a diferentes gobiernos, cuya negligencia tiene hoy a la sociedad ante uno de los momentos más vulnerables de las últimas décadas, porque las alertas de que el cambio climático implicaría sequías apocalípticas se conocían desde mucho tiempo atrás.
Al menos cuatro gobiernos, incluso aquellos que hicieron hidroeléctricas en lugares desaconsejados, son responsables de las tinieblas que el país padece ahora; como lo son también aquellos que pusieron en el Ministerio del Ramo a personajes que, a pesar de su experiencia profesional, no tuvieron la determinación para emprender proyectos de generación térmica u otras alternativas, y así no solo “depender de Diosito” y la lluvia, como decían con estulticia.
La historia de desidia repetida tendría que ser discutida en estos momentos, para no olvidar a los culpables; mientras, en paralelo, Carondelet encara la realidad para mitigar los efectos dramáticos de los apagones que perjudican la economía, el desarrollo y la vida de la gente.
Pero qué va.
Los sofistas del poder, incluso aquellos que no están en el Palacio, defienden cualquier decisión que adopta el Gobierno, aunque sea diciendo un día una cosa y al siguiente lo contrario, porque así exige el libreto, con lo cual retuercen sus propios argumentos hasta reducirlos a la nada. Y le niegan la verdad a la gente.
No enmendar a tiempo los errores solo potencia los efectos perniciosos a futuro, y eso no se subsana con un video en TikTok y tampoco difundiendo estadísticas que se contradicen con lo que la gente se expresa y siente.
Fue un yerro mayúsculo celebrar la aprobación de una ley a la que llamaron “No más apagones”, para justificar un pacto legislativo repudiable; y, en pocos meses más, cuando llegó la oscuridad, buscar culpables hasta en el propio Gabinete, y hablar de sabotaje. Y, tiempo después, cuando se produce otro apagón decir que fue “falla humana” o “manos sospechosas”, en una insólita adaptación de los libretos de la vieja propaganda, que dice que hay que culpar de los errores a otros.
El Gobierno perdió la oportunidad de poner en evidencia ante el país las falacias de sus antecesores, a la vez que hacer pedagogía, explicando a la gente lo que implica el cambio climático, cuya mayor evidencia es la carencia de lluvias que, además, todos los están padeciendo.
En lugar de usar el grave momento para motivar a la gente a proteger la naturaleza, para evitar los incendios y a denunciar a los pirómanos y delincuentes que los propician, repiten aquello del “viejo Ecuador” para referirse a los adversarios, identificándoles como el enemigo único, siguiendo el Principio de Simplificación Goebbeliano.
Cargar sobre el adversario los errores o defectos propios, respondiendo al ataque con otro ataque, sugiere el Principio de la Transposición que concluye: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Al entorno palaciego le debe haber parecido una jugada maestra que, en medio de las tinieblas, Noboa anunciase que enviará a la Asamblea Nacional un proyecto de ley para eliminar el artículo 5 de la Constitución que prohíbe el establecimiento de bases militares extranjeras e instalaciones con propósitos militares, porque obligó a la mayoría de los sectores políticos a apoyarlo, so pena de quedar en el lado oscuro del relato.
Tenían que respaldar -excepto alguno, claro está- porque al Ecuador le consta que la violencia que se ha instalado aquí llegó con los carteles de la droga y que su penetración se dio cuando los gringos se marcharon después de que Correa no renovó el convenio de la Base de Manta, donde operaban militares estadounidenses, y el Pacífico quedó despejado para el trasiego de la droga.
Pero la oscuridad se nos venía encima de manera inclemente y, entonces, el manual aconseja hacer un nuevo anuncio de tal manera que, cuando el adversario responda al primero, el público ya esté interesado en otra cosa.
Y se aplicó la fórmula.
En la misma semana, el presidente Noboa reveló haber enviado una nueva reforma a la Asamblea Nacional, para poner fin al financiamiento de los partidos y movimientos políticos con dineros públicos. Y también acabar con aquella disposición que obliga al Estado, o sea, al pueblo, a pagar la promoción electoral de los candidatos.
Las reformas cuentan con el apoyo de la mayoría, que conoce que muchos se candidatizan a sabiendas de que no tendrán oportunidad alguna, pero se sirven de los dineros públicos para promoverse, de manera gratuita, y así alimentar su vanidad.
Lo que no todos se habrán enterado es que, de aprobarse las reformas, no afectarán a quienes participen en febrero del 2025, porque para que entren en vigor se requiere que sean aprobadas un año antes de las elecciones. Y porque hay otros asuntos en torno a la propuesta que deben ser bien meditados.
Pero la gente se distrajo un poco.
Los Once Principios de Goebbels que se han usado por décadas y en los más variopintos gobiernos, no siempre surten el efecto deseado.
El debate sobre las bases militares y el retiro del financiamiento a los candidatos, apenas si duró unos cuantos días porque se esfumó en la oscuridad.
La cruel realidad de los apagones se impuso.