Leyenda Urbana
El episodio del Salón Oval activa a Europa y su defensa

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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"Cualquier acuerdo debe estar protegido por la fuerza; cada nación debe contribuir con lo que pueda aportar y asumir su parte de responsabilidad. No es el momento de hablar más, tenemos que actuar”.
Con esa contundencia se expresó el primer ministro británico, Keir Starmer, anfitrión de la cumbre informal de líderes europeos, el domingo, en Londres, convocada de manera urgente tras el altercado en el Salón Oval, el viernes, que hacía presumir lo peor para Ucrania, país en guerra desde hace tres años.
Lo ocurrido en la Casa Blanca no tiene precedentes en la historia de la diplomacia. El mundo se conmovió y en Europa saltaron las alarmas.
Nadie habría imaginado que, tres años después de que la OTAN saliera de su inercia para encarar la invasión rusa a Ucrania, evidenciando una sólida unión de la Alianza Atlántica entre Estados Unidos y Europa, hoy sea la propia organización la que esté en peligro, por la posición de Washington, siendo el momento que más la necesitan.
“Tras Ucrania, está claro que Moscú podría atacar Moldavia y Rumanía”, dijo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para quien “la Rusia de Putin es agresiva”, por lo que sentenció que todos queremos la paz, pero que no puede haber una paz justa y duradera abandonando a Ucrania, por lo que es urgente construir un sistema de seguridad propio.
“La seguridad de Europa necesitará invertir centenares de miles de millones de euros, para construir una gran industria de la defensa que será una de las matrices de nuestra seguridad colectiva”, afirmó.
Nunca como ahora, cada palabra de los líderes políticos tiene un valor especial porque dichas en un momento decisivo pueden transformarse en acciones que determinen el destino de un continente y la paz del mundo.
En la cumbre de Londres, donde Volodímir Zelenski fue arropado por el liderazgo europeo, con gestos cargados de simbolismo; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, dijo que “todos estamos muy comprometidos con alcanzar una paz justa y duradera en Ucrania”; mientras que la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, habló de la posibilidad de enviar soldados daneses a Ucrania dentro del contingente de fuerza de paz.
Y Reino Unido firmó la entrega a Kiev de un préstamo de 2.26 mil millones de libras; y anticipó una ayuda financiera para que pueda comprar 5.000 misiles de defensa aérea que se fabricarán en Belfast.
Olaf Scholz, canciller saliente de Alemania -el país europeo que más ayuda militar ha enviado a Kiev, solo por detrás de Estados Unidos-, dijo que hay que seguir apoyando a Ucrania “víctima de la agresión rusa”, y afirmó que para Moscú la guerra busca “poner en Ucrania un Gobierno que baile la música del régimen ruso”, lo consideró inaceptable “porque el de Zelenski es una democracia que quiere ser parte de Europa”.
La posición de Alemania es unívoca. El día que Friedrich Merz, futuro canciller, ganó las elecciones aseguró que su prioridad absoluta es reforzar Europa tan rápido como sea posible “para que, paso a paso, alcancemos la independencia de Estados Unidos”, por lo que los europeos deben prepararse para la hipótesis de que la OTAN dejase de existir “en su configuración actual”.
Sus palabras sacudieron las redacciones de los medios y los despachos de analistas y estrategas, porque la relación trasatlántica entraba en una nueva dimensión; una que parecería empezó el 14 de febrero con el discurso del vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, en Múnich, con ocasión de la Conferencia de Seguridad, cuando dijo que “la amenaza que más temo para Europa no es Rusia, no es China, no es un factor externo. Es la amenaza interna; la retirada de algunos de los valores fundamentales, valores compartidos con Estados Unidos”, y habló de que “la libertad de expresión está en retroceso en Europa”.
Y sentenció: “Si de lo que quieren defenderse los gobiernos europeos es de sus propios votantes, entonces no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ustedes”.
Ochenta años después, la relación transatlántica está en entredicho y la desconfianza es apenas un síntoma. Que Estados Unidos y Rusia comenzaran los diálogos para buscar cómo terminar la guerra sin la presencia de Europa y Ucrania, fue un aviso.
Lo que sucedió en el Salón Oval, el viernes 28 de febrero, ha ido más lejos, más si los aliados consideran que “se ha asimilado el discurso de Putin acerca de la tercera guerra mundial”; aun así, confían continuar contando con Estados Unidos.
El propio Zelenski sigue dispuesto a firmar el acuerdo sobre minerales negociado con Washington. “El acuerdo está sobre la mesa, será firmado si las partes están listas”, dijo en Londres el líder ucraniano, asegurando que “nadie, aparte de Putin, está interesado en la prolongación de la guerra, por lo que es fundamental mantener la unidad entorno a Ucrania y fortalecer nuestra posición en cooperación con nuestros aliados: Europa y Estados Unidos”, subrayando que su país necesita “garantías de seguridad reales”.
Este 6 de marzo se celebrará en Bruselas un Consejo Europeo extraordinario para hablar sobre Ucrania y la defensa en la que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, presentará “un plan completo para rearmar con urgencia a Europa”, según anticipó en la cumbre de Londres.
Una nueva arquitectura de defensa europea parece que será edificada con apremio, pero como dice la primera ministra de Italia “es muy, muy importante que evitemos el riesgo de que Occidente se divida”. El episodio del Salón Oval ha activado a Europa.