Leyenda Urbana
A Daniel Noboa se le han alineado los astros
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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En cinco días los ecuatorianos van a las urnas para una elección crucial en la que se definirá el destino colectivo, designando a quién gobernará el país por los próximos cuatro años (2025-2029) al escoger entre la opción que representa el candidato-presidente Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional (ADN), o la que encarna Luisa González, del movimiento correísta Revolución Ciudadana (RC5).
Así de polarizadas están las elecciones del domingo 9 de febrero, en las que, aunque participan 16 candidatos a la Presidencia de la República —la mayoría de los cuales nunca debieron estar en la papeleta, dónde solo tendrían que constar los que tengan posibilidades en las urnas—; la definición será entre dos tendencias.
Regresar a ese dilema que ya vivió el país cuando González y Noboa fueron los finalistas en las elecciones anticipadas de 2023, habría implicado un trabajo de filigrana política de estrategas, consultores y cercanos a Carondelet, y meses de sostenida actividad, después de que habían logrado implantar en la sociedad una supuesta nueva realidad política, pero que los hechos los obligó a dejar de lado, confirmando que “la única verdad es la realidad”, como dice la frase atribuida a Aristóteles.
En efecto, como si se tratase de un mantra, analistas y consultores repitieron durante meses, una y otra vez, que el clivaje correísmo-anticorreísmo había desaparecido, y que mantenerlo era un error porque Ecuador vivía un momento diferente.
A quiénes sosteníamos lo contrario, arguyendo que está más presente que nunca nos miraban con indulgencia, seguramente, porque pensaban que, a diferencia de ellos, desconocemos los entresijos de la realidad política. Pero resulta que allí está.
Por qué lo hicieron nos lleva a pensar si acaso buscaron menguar el impacto de los pactos políticos entre contradictores que se dieron en la Asamblea, despertando sospechas y coraje en quienes los apoyaron en las urnas por ser distintos. O quizá buscaban acompasar aquello de que “no soy un anti nada; soy pro-Ecuador”, dicho por Noboa al asumir el poder.
Pero como la realidad es necia, cuando menos se esperaba, todos volvieron hablar de esa dualidad de la política ecuatoriana: correísmo-anticorreísmo, que tiene tanta vigencia que dio pie a que Andrea González, al haber sido binomio del asesinado candidato presidencial, Fernando Villavicencio, y encarnar como la que más el anticorreísmo, lo reivindica, a pesar de estar en la papeleta como candidata por Sociedad Patriótica.
El país presenció su lucida participación en el debate presidencial, en el cual refrescó la memoria a Luisa González, al señalar lo que representa el Socialismo del Siglo XXI, que en Ecuador encarnó su mentor, Rafael Correa, y los peligros que implica para el país, mientras que a ella le significó el apoyo de la gente por lo que subió en las encuestas.
A estas alturas, tampoco uno puede dejar de preguntarse si debilitar hasta dejar escuálido al bloque legislativo de Construye, habiendo alcanzado una enorme representación por haber sido el movimiento de Fernando Villavicencio, fue parte de una estrategia preconcebida más allá de los siempre costosos intereses de la camaleónica clase política ecuatoriana que cambia de pelaje ideológico sin sonrojarse.
Y así estamos.
La historia pone a los ecuatorianos, una vez más, ante el dilema de propiciar el regreso del correísmo-madurista al país, y cometer suicidio democrático. O apoyar a que siga Noboa obligándole a sujetarse a la Constitución y a las leyes.
Todo lo que pase el domingo será responsabilidad de la ciudadanía, ya que con su voto definirá el presente y el futuro.
Estoy convencida de que el país perdió la inocencia política hace tiempo, al conocer bien a los candidatos favoritos, cuyas tendencias han gobernado el país: el correísmo estuvo en el poder 10 años consecutivos (2007-2017), y Noboa lleva gobernando 15 meses.
A los ecuatorianos no les han contado lo que es Socialismo del Siglo XXI, sino que lo ha vivido y sufrido. Y esas vivencias han sido transmitidas a las generaciones más jóvenes en testimonios de primera persona, en los hogares y en los colegios; entre amigos y cercanos.
De la presencia de Noboa en el poder pueden dar fe todos quienes sufragarán el domingo, ya que siendo el presidente en funciones han sido testigos de sus acciones, reacciones y también de su relación con la Constitución donde parece tener su talón de Aquiles.
Camino a las urnas, los ecuatorianos parecen haber dejado atrás el enfado por los apagones y la incertidumbre por la falta de trabajo y por la violencia. Lo que más importa ahora es la libertad, valorada tras mirar el éxodo venezolano y compartir con ellos los tormentos vividos bajo el chavismo, y contemplar cómo Maduro se aferra al poder burlándose del pronunciamiento del pueblo que le infringió una sonada derrota.
Por eso, cuando Correa, ansioso y desbordado, defiende a Maduro, ignorando que es un tirano al que 85% de los ecuatorianos detesta, yerra y afecta a su propia candidata. Como también cuando defiende a Glas, repudiado por la mayoría.
Estas dolorosas verdades y otros hechos más explicarían por qué 80,2% de los ecuatorianos, según varias encuestas, considera que sería mejor para el país resolver las elecciones en una sola vuelta electoral.
Que el deseo de la mayoría coincida con lo que quiere un candidato presidencial, resulta excepcional.
En realidad, a Noboa parece que se le han alineado los astros.