Liderazgo
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Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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La guerra de aranceles de Trump sacude los cimientos del comercio y de las economías planetarias. Los gobiernos, ONG-es y grandes corporaciones bajo la bandera del progresismo venían imponiendo una narrativa única de gobernanza global, de políticas y de regulaciones. Estas ideologías y burocracias mundiales progres, que castigan el desacuerdo con el aislamiento y limitan la soberanía de las naciones, comienzan a tambalear. Les va, pues, a ser más difícil castigar el disenso con la cultura de la cancelación y con la intromisión en la soberanía de las naciones.
Se avizora un Nuevo Orden Mundial con cambios geopolíticos radicales e inusitados que tienen como epicentro los conflictos de Ucrania, Rusia, Europa y Medio Oriente, todos estos de impredecibles consecuencias.
En medio de este panorama, Ecuador enfrenta el peor momento de su historia y se precipita hacia una segunda vuelta electoral el próximo 13 de abril, en una definición decisiva pero incierta: el país se encuentra al borde del colapso institucional, con el crimen organizado que se ha ido infiltrando cada vez más en las estructuras de poder.
La primera vuelta, celebrada el 9 de febrero, dejó en evidencia una verdad incontrastable: la nación no solo está dividida política y geográficamente, sino que enfrenta una división ética profunda. Dos fuerzas opuestas han dominado el tablero electoral. Escasos son los márgenes para la disputa en el balotaje. Esta confrontación no es solo entre modelos de gobierno y formas de ver la vida, sino entre la resignación y la resistencia, entre la supuesta corrupción y la anhelada probidad.
Emil Cioran (Rumania 1911-1995), con su mirada penetrante y desencantada, nos recuerda que la miseria y su contrario no son más que dos caras de una misma tragedia humana. Pero Nietzsche (1844-1900) nos ofrece una alternativa: el hombre no está condenado a la mediocridad del rebaño, sino que puede elevarse sobre él con voluntad y determinación. Esa es la clave de la actitud ciudadana y del liderazgo que Ecuador necesita hoy para salvarse.
Necesita de un liderazgo a la altura del desafío: derrotar la infiltración del crimen organizado en el Estado no será tarea para reformistas de escritorio ni para tecnócratas sin compromiso con la gravedad del momento. Se requiere un liderazgo, ¡insistimos!, con voluntad firme, visión estratégica y sentido de misión histórica. Donde el crimen organizado ha erosionado las instituciones públicas, es ingenuo pensar que puede ser combatido con las reglas de un Estado débil; es necesario un marco jurídico excepcional que permita tomar medidas extraordinarias, y eso solo puede hacerlo un liderazgo calibrado para tan extrema circunstancia.
Cuando el narcotráfico ha permeado la sociedad, el gobierno, la justicia, la economía y el empresariado, la única salida es un gobierno de concentración nacional, no un grupo de aliados políticos o amigos, sino un equipo de élite que responda al interés nacional, no particular, regional o de grupo; un gobierno capaz de estructurar un mando unificado con el objetivo de desmantelar el crimen organizado, recuperar el control del territorio y restaurar la soberanía nacional. Un equipo conformado por líderes con experiencia en seguridad, gestión de crisis y política internacional, con una visión estratégica clara y una política de cero tolerancias a la corrupción interna.
La salida de Ecuador de esta encrucijada dependerá de su capacidad para elegir el camino correcto.