¿El gobierno de los cerdos?
Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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EL argentino Luciano Lamberti en su novela El gobierno de los cerdos [2010] trata de la corrupción del poder, y de la decadencia moral de la sociedad subyugada. Lamberti intenta convencer al lector de que la responsabilidad del sistema complejo e irracional imaginado en su novela merece ser calificado como "El gobierno de los cerdos", porque la responsabilidad de tal miseria es compartida por los dueños del chiquero que se benefician de él, y por los que sufren bajo su yugo sin hacer nada realmente eficaz para evitarlo.
¿Por qué el venezolano Simón Bolívar soñó con una "Gran Colombia" y no con una "Gran Venezuela"? ¿Será porque en sus guerras de la independencia hispanoamericana fueron los colombianos los que destacaron más que los venezolanos? No, de ningún modo. Colombia era un virreinato del Imperio español; Venezuela, una capitanía General, nosotros, una real Audiencia. Señalemos, además, que, en los últimos siglos, las Fuerzas Armadas venezolanas dieron golpes de Estado y medraron. Han sido más duchos en la política que no en ganar batallas internacionales.
Estamos frente a un hecho innegable: hace 25 años, los venezolanos eligieron a sus propios demonios para que los gobernaran. Un sistema político corrupto y malévolo, incluidos los altos mandos militares que han insertado a Venezuela en el eje mundial del crimen organizado, del que no saben cómo salir.
Al menos siete millones de venezolanos han huido para poder vivir en otros países con los derechos perdidos en el suyo. El exilio es una dolorosa lucha diaria por la libertad, un modo de protesta ante un poder militar cínico y opresor. Pese al triunfo electoral aplastante y a un liderato heroico, la libertad no pondrá nuevamente su nido en Venezuela sin ayuda militar democrática, sin armas, sin guerrilla, sin una guerra civil, sin una rebelión militar. Muchas palabras de apoyo se han oído en estos días. Ineficaces todas.
En algún momento, también nosotros fuimos arrastrados por el mismo torbellino que sufrió Venezuela y caímos en la trampa de votar para que nos gobiernen esos demonios creadores del “delincuente inocente”: venir desde la insignificancia, bailar al son que tocan los billetes, mentir para ganar y lucir frialdad moral y cinismo con la apariencia de saberlo todo.
También nos impusieron la Constitución de 2008, un fraude encuadernado que convirtió al Estado ecuatoriano en un sindicato de mafias y que, al estar vigente todavía, sigue siendo una amenaza en el destino nacional. Desde ese momento, “La suerte está echada” a no ser que un gran gobierno o un verdadero levantamiento ciudadano no cumplan su compromiso con la Historia, que es lanzar al tacho de basura esa constitución infame.
Mientras esta sobreviva, cualquier gobierno de buena voluntad —como pudo ser el de Guillermo Lasso, o que lo sea el actual—será solamente un fantasma en Carondelet y el país seguirá por el barranco narco-chavista que conspira a tiempo completo contra la institucionalidad, la honradez y la decencia, y que encuentra su espejo perfecto en aquel malhadado código político.
Felizmente, nuestra ciudadanía y nuestras Fuerzas Armadas tienen diferente trazo histórico y perfil humano que el de los opresores de Venezuela, y es probable que en el año 2025 comience de veras nuestra reivindicación. Es mucho más que una esperanza, es la fe en los valores de nuestra nación.