El “nuevo” y el “viejo” Ecuador
Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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Un nuevo Ecuador que elimine al viejo Ecuador no surgirá jamás de la repetición de un eslogan, sino de la voluntad comunitaria sustentada por el peso de la historia, de la razón y de la Ley.
El dicho: “lo que va mal, va para peor" es una descripción de la realidad ecuatoriana, porque la Constitución de 2008 ha destrozado el horizonte del estado, y porque existe un problema moral en el país: se ha formado una "masa crítica" que empuja a la República hacia un futuro impredecible, sin oportunidades de mejora.
¿Qué tiene esta Constitución para que Moreno, Lasso, Noboa, teniendo la solución a la mano, hayan sentido un temor reverencial ante ella? ¿Por qué, a pesar de que habría sido sencillo eliminarla, han optado por reformas superficiales? ¿Un pacto fáustico? -abandonar los principios y valores personales a fin de conseguir conocimiento, riqueza y otros beneficios-.
Para gobernar no basta tener “voluntad de poder” o querer satisfacer un ego hipertrofiado. Se necesita, además, legitimidad democrática, valores cívicos inquebrantables, madurez, una sólida formación intelectual, una clara comprensión y liderazgo frente a la gestión requerida y, sobre todo, saber para qué sirve ese poder.
¿Qué alienación moral lleva a los votantes a elegir opciones que niegan principios, libertades y buenas costumbres, premiando de esta suerte, el delito, la ignorancia y la impunidad? ¿Qué desvío ético lleva a la sociedad a sumirse en la banalidad del mal sin cuestionar las consecuencias morales de sus omisiones, y normalizan el crimen, el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción judicial y política, la improvisación y la incompetencia de sus autoridades? Hasta el mal extremo se vuelve tolerable cuando las personas renuncian a su capacidad de pensar por sí mismas. Así actuaron los burócratas de la muerte en los campos de concentración de Auschwitz.
Nos decía Fernando Mires en Polis: Política y Cultura: «Para ser realistas hay que partir de una premisa: lo peor puede suceder porque lo peor ya ha sucedido» [2022].
En nuestro caso, nacimos en 1830, renunciamos de facto a la unidad e identidad colectivas, ya que desde ese momento comenzó la perniciosa pelea de nuestras geografías, gracias a unos cuantos señores que, bajo el pretexto de fundar un Estado independiente y presionados por las circunstancias buscaron solamente el predominio de sus respectivas regiones. Incluso —en ese acto iniciático— cambiaron el nombre del nuevo Estado de "Quito" a "Ecuador", desdeñando el nombre de Real Audiencia, que existía desde 1563, y el de la Constitución promulgada por el Estado de Quito en 1812. "Ecuador" tan solo designa a la línea ecuatorial o círculo que equidista de los polos y divide a nuestro planeta en los hemisferios norte y sur.
Al negar la cultura y la historia compartidas, no supimos proyectarnos con las fortalezas básicas que forman una nación; y, sin lograr ser una nación cabal, nos fue difícil la tarea de construir un Estado verdadero. Por eso, nuestras instituciones superan en poco a los casinos.
Si es así, y si aceptamos que hay que cambiar el diagnóstico terminal de la patria, debemos plantearnos un nuevo principio como país, empezando con ese pacto social que nunca existió, definiendo en una verdadera Constitución los acuerdos fundamentales que rigen la convivencia en sociedades civilizadas. Un pacto social adaptado a los desafíos contemporáneos, que refleje un compromiso compartido entre el individuo y la nación, entre la nación y el Estado y, principalmente, entre la moral personal y la ética pública.