El contubernio entre el poder y la bestia
Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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La “teoría del criminal inocente” intenta imponerse en Ecuador mediante un partido político y sus aliados. Son jinetes ciegos que cabalgan en caballos ciegos. Vienen desde el corazón de las tinieblas, de las desoladas llanuras de la Asamblea Nacional, de la gorda tierra de la leche y miel de las empresas públicas de entrañas voraces, nada misericordiosas con el pueblo pobre, envueltas en papeles y más papeles, escrutan el grano de quinua, miran descarados a los enfermos, tardos en todo, amargos como limones podridos que buscan lo suyo, no lo del Estado. Son el país del caos. Y con maligna obstinación garantizan la impunidad de sus figuras célebres y de sus amados delincuentes de toda índole.
Estos jinetes ciegos en sociedad comanditaria con el Crimen Internacional Organizado han devorado y devoran todavía los dineros públicos y van corrompiendo las entrañas del cuerpo social. Hay una especie de sindicato de mafias: la "narco diplomacia", los organismos internacionales corruptos, las organizaciones no gubernamentales perversas que cuentan con puertas giratorias por las cuales los criminales entran y salen con la misma velocidad en una danza venal y prevaricadora que ha hecho de la Justicia una caricatura.
La nación contribuye con múltiples recursos financieros, incluido el IVA al 15, que son canalizados por el Estado. Estos se desperdician en actividades como la movilización constante y casi suicida de la Policía y las FF. AA., cuyo heroico esfuerzo resulta magro e insuficiente en comparación con las expectativas. Y todo por un sistema político y judicial que, de antemano, convierte la lucha contra la inseguridad en una guerra perdida.
Es un hecho, entonces, que el contubernio entre el poder y la “bestia” contemporánea —dignatarios nacionales, provinciales y cantonales, munícipes, jueces, políticos, miembros de las fuerzas del orden y los de la burocracia comprometidos con el delito y la ilicitud— es una carga existencial para la vida de la República.
No hay bestia en el mundo más peligrosa que un ignorante e inmoral con poder que puede convertirse en el azote de pueblos enteros, como sucede en la Venezuela chavista.
La “teoría del criminal inocente”, lejos de ser una teoría jurídica o social, no es más que un engendro forjado en el submundo de las mafias, diseñado para afianzar su dominio en un contexto de descaro moral que sabotea de manera dramática el rumbo de la nación.
En este contexto no se distingue el concepto de Estado de derecho, porque la veleidosa Constitución de 2008 destruyó la racionalidad jurídica al instituir el Estado de “derechos”, rebajando el derecho (la Ley) a niveles subalternos. Tampoco se distingue el significado de República, porque existe un Legislativo (Asamblea) en constante conspiración y desestabilización contra el Ejecutivo, sin entender que los “pesos y contrapesos” entre las funciones del estado, sirven para mantener el equilibrio del poder dentro de un solo propósito: la permanencia histórica y el desarrollo del estado, y no para dar rienda suelta a los odios y avideces de personajes anormales y de delincuentes “inocentes”. Además, el concepto de Democracia queda desvirtuado y se limita a la elección del 'menos malo' en un espectáculo burdo de candidatos, muchos de ellos, personajes improvisados.
Esta realidad muestra un país atrapado en un laberinto de confusión e incertidumbre, del que solo escaparemos imponiendo la autoridad de la razón o, en último término, mediante la fuerza definitoria que ha forjado rumbos históricos: “¡Hoy es tiempo todavía!” (A. Machado).