Carondelet: el diván del poder enfermo

Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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Elegir entre Revolución Ciudadana y Acción Democrática Nacional es o morirse de cáncer o morirse de gota.
El año más infeliz de la República del Ecuador fue el de 1859: Una guerra con Perú, un gobierno legítimo del general Francisco Robles (Guayaquil y Cuenca). Un gobierno provisional de Quito, (Sierra norte). Un gobierno federalista en Loja. Robles renunció y fue remplazado por el general Guillermo Franco, quien firmó el tratado de Mapasingue: en él se reconocía la Real Cédula de 1802. Una mitad del país era para Colombia, y la otra, para Perú. Gracias a la Beata Mariana de Jesús, esta barbaridad no se consumó.
Los años más trascendentales fueron 1809 con el Primer Grito de la Independencia en Quito; la Independencia de Guayaquil, en 1820, y la ayuda de la Perla del Pacífico para la batalla de Pichincha en 1822. Hoy Ecuador es una balanza: en el un platillo está el narcotráfico, y en el otro, la corrupción en las Islas Encantadas, la Costa, la Sierra y la Amazonía.
El 13 de abril ganarán o Luisa o Daniel. Lo mejor de ella es su amistad con el expresidente Rafael Correa. Probablemente, lo amnistíe, lo consulte y gobierne con él tras bastidores. Rafael tuvo la suerte de que le tocó gobernar en años de vacas gordas en sus dos presidencias y de vaquillas en sus años postreros; aun así, le tembló la tierra en Portoviejo y con donaciones nacionales, especialmente de Quito, se dio el lujo de acapararlas como de su generoso gobierno. Los manabitas le agradecen con sus votos.
Con un fisco de trecientos mil millones de dólares pudo hacer maravillas: buenas carreteras, hospitales, ampliar el Seguro Social, “gratis et amore, para los hijos de los asegurados. Modificó la educación volviéndola administrativa, dio becas internacionales, construyó las escuelas del milenio que no tuvieron éxito, e hizo la comedia de la soberanía nacional cuando Colombia bombardeó el campamento de los izquierdistas de su propio país instalados en suelo ecuatoriano, y que fue visitado por políticos ecuatorianos en romería como las de los paralíticos en Lourdes de Francia. Rafael sabía lo de este santuario guerrillero, pero gritó a grandes voces por la soberanía nacional ultrajada. Iba cayendo en un robo del dinero de los equinocciales y dejaba que su grupo engordase tanto que parecían revolucionarios criollos convertidos en caballeros impecables.
Todo esto creó en la memoria del pueblo el recuerdo de unos años felices. Y mucho afecto al presidente. Este afecto fue el cariño del voto por Luisa en la primera vuelta del 09 de febrero de 2025.
Daniel fue arrojado en la fosa de los leones hambrientos, la terrible fosa de la Constitución 2008. La muerte cruzada le dio la ocasión de ser elegido presidente. De 37 años, de nacionalidad estadounidense y ecuatoriana, estudiado en Harvard y otras universidades, pertenece a la familia más rica del país. Su mayor pecado político fue escoger a la señora Verónica Abad para la vicepresidencia. Verónica ganó las elecciones. Daniel le ha impedido ejercerla para siempre. Tragedia y comedia la del gato y el ratón. Daniel ha violado así la Constitución y desobedecido la voz del pueblo. Hay varias acusaciones contra su régimen. Es, sin embargo, parecido al Ágave Andino, que aguanta las sequedades, no le importan las lluvias y suele ser parco y espinoso. Si la juventud supiese y la vejez pudiese.
En fin, entre llegar a ser como Venezuela, casi sin petróleo y sin el Orinoco, y un presidente que combate a las mafias y se decide rápidamente, es la opción del pueblo ecuatoriano.