El Chef de la Política
Maduro y sus amigos
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Aunque en determinadas coyunturas políticas es necesario tener mesura y prudencia, existen otras frente a las que no hay otra opción que tomar partido. En el caso de Venezuela, las cosas hay que decirlas por su nombre. En ese país impera un régimen autoritario. Nada de medias tintas.
Maduro ha fraguado el proceso electoral y no queda espacio para una reflexión que ponga dudas al hecho cierto y revelador de que los comicios celebrados hace unos días estuvieron teñidos de opacidad. Cuando eso sucede, cuando no hay transparencia en el conteo de votos, lo que existe es un régimen despótico. No queda espacio para la discusión, en este nivel al menos, sobre la semántica. Puede ser un régimen dictatorial, autoritario o despótico. Ese es otro punto. Lo de fondo es que Maduro tiene sumida a Venezuela en un régimen que abiertamente no es democrático.
Lo único positivo de la triste situación política que atraviesa Venezuela es que ha servido para revelar de cuerpo entero a quienes están a favor de un gobierno que se burla de la voluntad popular y quienes se colocan en la orilla opuesta. En el plano internacional, la posición de Boric, por ejemplo, ha sido reveladora de que en América Latina hay muchas izquierdas.
Una, la que encarna el mandatario chileno, que se presenta renovada, abiertamente democrática, defensora de los derechos de la ciudadanía. Otra, la de los Lulas, los Petros o los Amlos que se ha puesto del lado del dictador.
Se esperaba mucho más del gobierno de Brasil, reconocido por la madurez y altura en el manejo de sus relaciones diplomáticas. Se esperaba menos del gobierno de Colombia, ambiguo en su posición política desde que ese tipo de izquierda está en el poder. No se esperaba nada del gobierno de México. Era una obviedad que la reacción mexicana iba a ser en defensa del autoritarismo venezolano.
Algo similar acontece en la esfera nacional. Acá, la Revolución Ciudadana defiende al gobierno de Maduro. Ellos están de acuerdo con unas elecciones obscuras y prácticamente sin ninguna veeduría internacional que no sea la de los propios amigos de la dictadura venezolana.
En el relato de la Revolución Ciudadana, lo que ocurre en Venezuela es una demostración de que en ese país hay democracia. La gente que protesta en realidad no lo hace. Son los medios de comunicación los que engañan en clara y abierta sumisión al capitalismo. Al capitalismo tardío, como dicen los intelectuales alineados a RC.
Del resto de izquierdas ecuatorianas no se sabe mucho. ¿Se van a pronunciar sobre este tema? ¿Van a decirle al país en qué lado de la discusión se encuentran? Los silencios solo demuestran estar en la línea de Maduro y su gobierno de mafiosos y narcotraficantes.
Ojalá las reacciones de apoyo al vergonzoso proceso electoral venezolano y al tirano que está al frente de un país rico, sumido en la miseria, sirva para que las ciudadanías, la nuestra y la de los países latinoamericanos, valoren dicho comportamiento.
Ojalá nuestros votantes tengan presente que, si los Lulas, los Petros, los Amlos o los RC apoyan a Maduro es porque ese tipo de modelo de gobierno y de política es con el que ellos se sienten identificados. Esa política en la que hay que llegar al poder y hay que atornillarse a los cargos por siempre. Aquella política en la que el disenso es oprobioso y neoliberal. Aquella política en la que estar alienado es sinónimo de ejercicio ciudadano mientras que proponer una visión diferente es razón suficiente para ser perseguido, tachado y mirado con desprecio.
En cada país hay problemas propios a los que se debe enfrentar, desde luego. No obstante, eso no implica evadir la responsabilidad de asumir una posición firme en el caso de un país hermano, como Venezuela.
Plantear que el rechazo al autoritarismo de Maduro y sus secuaces es violentar la soberanía de los venezolanos no es más que una treta para evadir la satisfacción que les genera que la dictadura se perpetúe. No es más que una máscara para encubrir que ellos, en sus respectivos países, en Brasil, en Colombia, en México y en Ecuador, no verían con malos ojos la posibilidad de quedarse en el poder a cualquier costo.
Ojalá, nuevamente, los votantes latinoamericanos no olviden quienes son los amigos de Maduro.