El Chef de la Política
El efecto Abad
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Incluso ante las decisiones más controvertidas del actual gobierno, algún sector ha salido en defensa de la posición oficial. Sucede a diario con los desvaríos en el tratamiento dado a la crisis energética. Frente a una declaración desenfocada, surge alguna alma caritativa para intentar minimizar las falencias de los ministros del ramo y redireccionar la responsabilidad de los apagones a otros actores políticos. Lo propio ocurre en el campo de la seguridad. Estados de excepción controvertidos, el inexistente Plan Fénix o cifras despachadas alegremente encuentran a la brevedad a algún comensal de Carondelet intentando justificar lo injustificable. Hasta el acto violatorio de la Embajada de México en Ecuador tuvo sus defensores.
Tímidos en sus declaraciones, pero defensores al fin. En todos los campos, por genuina intención o por ser parte de algún rol de pagos vinculado con las altas esferas, siempre el gobierno tuvo ante sí a aduladores.
Hasta que el efecto Abad llegó. Y con fuerza. Frente a la ridícula suspensión a la vicepresidenta por parte de una dependencia del Ejecutivo, como es el ministerio de trabajo, por primera ocasión nadie ha salido en socorro del gobierno. Nadie.
Por eso se ve a la propia ministra Núñez corriendo de un lugar a otro, declaraciones de por medio, intentando dar razones frente a lo que no tiene razones. Intentando dar argumentos jurídicos o políticos de lo que no se puede argumentar. Intentando, en fin, sacar las patas del barro de una decisión que, más que polémica, abiertamente se la debe calificar de inconstitucional y reveladora del escasísimo aprecio que la administración del señor Noboa tiene por el régimen democrático. La vicepresidenta, sin pensarlo siquiera, ha unificado a todos los sectores y actores, sin distinción. Ese es el efecto Abad.
Las críticas vienen de todo lado. De adentro y de afuera. La inasistencia de casi todos los Jefes de Estado a la reciente Cumbre Iberoamericana realizada en Cuenca no es una coincidencia. Más allá del Rey de España, el presidente de Portugal y el jefe de gobierno de Andorra, a la Atenas del Ecuador no fue nadie. Eso hay que leerlo con ojos políticos y diplomáticos. Detrás de la masiva inasistencia a Cuenca hay una preocupación internacional, por no decir desprecio, por la forma como se administra el país en términos de respeto a las normas esenciales de la convivencia democrática.
Pero no es solo en ese espacio donde se percibe el malestar internacional frente al gobierno del Ecuador. El grupo IDEA, que agrega a varios exmandatarios hispanoamericanos, ha solicitado a la OEA que ponga atención a la decisión de suspender a la vicepresidenta del Ecuador pues allí se estarían violentando principios democráticos elementales. Los que firman no son cercanos al Grupo de Puebla, valga la aclaración. No hay allí, por tanto, una declaración ideologizada orientada a beneficiar a ciertos sectores políticos. En ese pedido se condensa una preocupación institucional por las líneas rojas que está asumiendo la institucionalidad del país.
Acá, en la tierrita, el efecto Abad se observa también en las distintas voces que han expresado su rechazo a la arbitraria medida asumida por el gobierno. Cámaras empresariales, organizaciones sindicales, grupos de sociedad civil organizada, constitucionalistas de diversas tendencias, periodistas, organizaciones políticas, gremios profesionales. No existe un espacio de la vida pública del país que apoye la aberrante forma de despojar del poder a la señora Abad. Todos han entendido que lo que ocurre es una muestra clara del deterioro del régimen democrático, menos usted, señor Noboa. Menos usted, señora Núñez.
La verdad es simple: un funcionario de elección popular, como es el vicepresidente, no puede ser removido ni suspendido, por una decisión administrativa. El resto son argumentos profundos pero innecesarios ante la opinión ciudadana. Acá la gente la tiene clara: al gobierno le interesa quedarse en el poder a cualquier costo. No tiene límites. No tiene reparos en pisotear la Constitución y la ley si esa es la vía para reelegirse en 2025.
Sin embargo, lo que también está claro es que los votantes no tienen otra opción que no sea Noboa para ese proceso electoral y eso el gobierno lo sabe… y abusa. Pero eso puede cambiar.