El Chef de la Política
El problema no son los apagones sino el desgobierno
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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El principal problema del país no son los apagones ni la crisis energética, de la que ahora todos hablamos y frente a la que nos hemos convertido rápidamente, como en casi cualquier tema, en expertos de talla internacional. Tampoco el epicentro de nuestros males está en las pérdidas materiales que se pueden derivar de las tinieblas permanentes en la que ahora vivimos. Esas son, al final, cuestiones que se podrán manejar de alguna forma en el corto o mediano plazo.
Lo que afecta más a la ciudadanía, y que en Carondelet no terminan de entender, es la incertidumbre, la falta de criterios técnicos, la ida y vuelta de distintas versiones y visiones del tema. En resumen, el problema es el desgobierno, la desorganización, el caos, el desbarajuste que día a día presenciamos.
Una estrategia que utilizan a diario es trasladar la responsabilidad íntegra de lo acontecido a gobiernos pasados. Aunque en ello hay parte de verdad, resulta imposible desconocer que con Noboa también se han cometido errores de gran calado.
El más profundo, desde luego, la ausencia de un liderazgo firme que oriente la política pública y le otorgue certidumbre al ciudadano. La gente preferiría tener apagones más prolongados si tuviera la certeza de que en los días, horarios y períodos de tiempo que el presidente señala, la falta de luz será nuestra compañera de trabajo, estudio o diversión. No es que a la gente le gusta vivir sin energía eléctrica y que por ello hay que agradecer a Noboa. No, no es ese el punto. El punto es que aún peor que los apagones es el desgobierno.
Un día se dice que no habrá cortes de luz y pocas horas después la afectación es colosal. Otro día se dice que la racionalización irá en decrecimiento y luego, casi inmediatamente, se repone en el sentido de que los cortes serán progresivos. La salida es la barcaza en un momento para enseguida reparar en que hay otras alternativas más viables. Primero el vocero es el encargado de comunicación, luego otro funcionario del sector eléctrico, después algo musita el Jefe de Estado. Todas las opiniones son distintas y en lo único que acuerdan es en el estribillo de que se están tomando las mejores decisiones para el país.
Ahora, hace poco, la nueva ministra ambientalista todoterreno ha asumido el papel de ponerse al frente de las críticas. Carraspea, trastrabilla, trata de dar explicación de lo indefendible, intenta, se las juega, pero al final es tal el desgobierno que terminará rindiéndose. Más pronto que tarde la última adquisición de Carondelet, por más empeño que le ponga al tema, va a claudicar y abandonará el cargo por razones de índole personal, como suelen decir los ministros al dejar sus cargos. Confirme, doña Sonsoles.
Otra vez, el problema en realidad no son los apagones, sino el desgobierno. Es la falta de rumbo. Ese rumbo que no lo pueden encausar porque el principal enemigo que tienen a cuestas es el proceso electoral que se acerca. De ahí que asuman que, proponiendo políticas clientelares, la molestia ciudadana pasará a segundo plano. No es así. La gente está harta y no es por la falta de luz. La gente está hasta la coronilla por la estruendosa incapacidad de ustedes, presidente y cercanos, para establecer un guion básico de cómo asumir la crisis.
Hasta ahora, desde el poder, minimizan todo lo ocurrido porque la gente, en medio del desgobierno, no tiene por quién más votar en las elecciones de febrero. Los que jamás votarían por la Revolución Ciudadana y pensaban en hacerlo por Noboa, ahora dudan, pero no encuentran hacia quién dirigir sus votos. Ese es el espacio electoral al que aspiran Topic y Cucalón pero que aún no lo consiguen. Como eso aún no ha sucedido (y quizás nunca suceda), los comensales de Carondelet siguen adulando al presidente con la idea de que todo está controlado. Lo está, en efecto, pero eso puede cambiar.
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Con las certezas no se prenden los focos, las maquinarias ni las computadoras. Eso es cierto. Pero con las certezas es más fácil asumir que estamos en medio de un problema del que todos nos debemos hacer cargo desde nuestros diferentes espacios. Para colocar ese mensaje en la ciudadanía se requiere, desde luego, capacidad de conducción política, aquella de la que adolecen en Carondelet. El problema no son los apagones sino el desgobierno.