El Chef de la Política
¿Para qué sirve una columna de opinión?
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)
Actualizada:
Básicamente para ofrecer a la ciudadanía un punto de vista sobre un tema específico. Esa opinión responde a la visión de quien escribe sobre cómo es la realidad o cómo debería ser la realidad. En el primer caso, hay un afán descriptivo. En el segundo caso, la pretensión es normativa, prescriptiva. En otras ocasiones, quien escribe la columna de opinión indaga en torno a algunos factores que, a su juicio, provocan determinado hecho social.
Algunos columnistas prefieren discutir sobre temas puntuales de la vida política, otros se decantan por el acontecer económico, unos pocos se inclinan por la crítica musical, como es el caso de la brillante pluma de Fernando Larenas, y otros más recurren a lo cotidiano como forma de expresar los vaivenes de la sociedad. En este último segmento nada más enriquecedor que las columnas semanales de Valentina Febres Cordero.
En todos los casos, la opinión de quien escribe no hace sino reflejar su propia experiencia vital. Su bagaje de conocimientos, su entorno cultural, sus afectos y desafectos y, evidentemente, su posición ideológica respecto a determinado tema. Cualquier fenómeno social, en cuanto a su lectura, depende de la perspectiva de quien lo observa. No hay visiones únicas ni tampoco interpretaciones intrínsecamente válidas. Por ello, pedir objetividad absoluta en una columna de opinión sería como compeler a quien escribe a que se despoje de lo que es y de lo que desea ser. Una columna de opinión se debe leer o escuchar, por tanto, en clave de las orientaciones de quien emite el mensaje.
En nuestro medio hace mucha falta tomar conciencia de los alcances y limitaciones de una columna de opinión. Cuando estamos de acuerdo con lo que allí se dice, aplaudimos. Cuando estamos en la orilla opuesta, denostamos, ofendemos, descalificamos. No criticamos, insultamos. En ese aspecto, nos falta mucho por tolerar. Nos falta mucho por aprender de lo que es el juego democrático. Nos falta tomar conciencia, por tanto, de que afortunadamente todas las personas somos distintas, tenemos preferencias y orientaciones que no necesariamente van en la misma dirección. En definitiva, nos falta desarrollar el significado de ser ciudadanos.
Aunque una alternativa frente a la diversidad planteada está en seleccionar a quien leer o escuchar y, por tanto, abstenerse de dar espacio a los que opinan de forma diferente, el ejercicio más enriquecedor para una sociedad que pretende ser democrática va precisamente en el sentido contrario. Aprendemos más de escuchar posiciones que no van en la línea de lo que creemos que en encerrar nuestra comprensión de la realidad a lo que ya damos por asumido. Aprendemos más de leer puntos de vista distintos a los que orientan nuestras vidas que en reforzar nuestros naturales prejuicios frente a determinados hechos.
Dicho de otra manera, la mejor forma de minimizar, en la medida de lo posible, la ausencia innata de objetividad en el pensamiento humano es leyendo y escuchando ideas contrapuestas.
Desafortunadamente, no todas las personas tienen la posibilidad de acceder a un espacio en el que expresar sus puntos de vista y eso reduce el mercado de opiniones a las que se puede acudir. Esa es, indudablemente, una limitante que tenemos que sobrellevar. No obstante, cada vez es menos visible esa restricción pues la tecnología, con un solo click, nos permite abrir un abanico de opciones de todos los colores y sabores. El ejercicio de seleccionar lo que es útil de lo que no lo es, constituye otra historia.
Finalmente, una columna de opinión no refleja necesariamente la posición ideológica del medio de comunicación en el que es publicada. Esa diferenciación resulta útil y beneficiosa para ambas partes pues las coloca en el distinto rol que tienen frente a la ciudadanía. Mientras la primera es una voz que interpreta en un sentido determinado un hecho social, la segunda pretende informar sobre el mismo hecho social. Son dos cosas distintas por lo que, tanto el columnista de opinión, como el medio de comunicación, requieren una valoración distinta, bajo parámetros diferenciados. El uno es un ciudadano de a pie que observa y analiza. El otro es un periodista que recaba información de diferentes fuentes. Ambos son importantes para la convivencia democrática.