El Chef de la Política
Coletazos de las elecciones: el alcalde de Quito con un pie afuera del cargo

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)
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Los resultados de un proceso electoral no generan consecuencias solamente para los contendientes. En la mayoría de las ocasiones, otros actores políticos se ven afectados por la decisión popular. Hay quienes se benefician de que un candidato gane y hay quienes se ven abiertamente perjudicados.
Estos coletazos de las elecciones, que los colegas economistas denominarían externalidades, tienen un ejemplo claro en el caso del alcalde de Quito. No solo que su candidata perdió la lid presidencial, sino que, como consecuencia de ello, su propio cargo pende de un hilo. Como organización política, RC no solo fue apabullada el domingo pasado, sino que ahora mismo corre el riesgo el perder el control de la alcaldía de la capital del país.
El contexto siempre importa y en este caso con mayor razón pues, prescindiendo del entorno, es difícil entender del todo las razones por las que la salida de Muñoz es una posibilidad cierta mientras no ocurre lo mismo con la alcaldía de Álvarez en Guayaquil o las prefecturas de Pichincha, Guayas y Azuay, todas en poder de la RC.
En efecto, a diferencia de sus coidearios, Muñoz tiene en marcha un proceso de revocatoria del mandato que, coincidencia o no (y en política las coincidencias no suelen estar presentes), se inició poco antes de las pasadas elecciones presidenciales. Por eso es que mientras otros actores políticos de la RC ahora pasan solemnemente el chuchaqui por la aplastante derrota de días pasados, al alcalde de Quito le toca no solo sobrellevar ese duro trance sino también otro de iguales o mayores magnitudes.
Si se miran los resultados de la elección presidencial pasada, Quito es de las ciudades en las que la RC cada vez genera menos simpatías. Independientemente de las razones que expliquen este hecho, lo cierto es que, ese antecedente sirve para adelantar el criterio de que no debería haber ningún problema en recolectar las firmas necesarias para iniciar el proceso electoral que pondría fin al mandato de Muñoz en Quito.
Las motivaciones para un posible desenlace de ese tipo son eminentemente políticas. Si RC recibió un sacudón en la lid nacional, ahora mismo el fervor por desembarazarse de esa organización política en Quito no necesitará de mucho esfuerzo de parte de quienes abanderan la petición de revocatoria del mandato. No hay que olvidar que Muñoz ganó la alcaldía apenas con un poco más del 20% de votos.
Pero el coletazo de la pérdida de González no es el único motivo por el que Muñoz está en la mira. Sus actuaciones políticas también ayudan para que la situación del alcalde ahora sea crítica. Cuando se esperaba una administración municipal en la que la gestión por la ciudad sea la prioridad, el alcalde optó por dotar de un tinte partidista a su entorno más cercano.
Así, Muñoz confundió la esencia de la política nacional, más llevada por la lucha ideológica, con la que se debe hacer en una ciudad como Quito, que reclamaba trabajo tangible, menos discursos y más resultados. Si RC no es bien vista en Quito, se preveía que el alcalde trate de marcar su propia ruta política. No lo hizo y ahí están los efectos de aquello. Un dato más para incrementar las preocupaciones que ahora mismo debería embargar a Muñoz. A diferencia de unos pocos años atrás, ya no son solo las clases medias y medias altas quiteñas las que miran con recelo a RC, ahora eso se ha ampliado a sectores populares.
A lo dicho hay que agregar que, si se hace un repaso a la administración de Muñoz, no es posible encontrar algún proyecto emblemático durante su gestión. Más allá del trabajo cotidiano, importante desde luego, no se ve una obra en el campo cultural, por ejemplo, que diferencie su alcaldía de otras. Nada de eso existe y eso ocurre en parte por la pasividad del alcalde, entendida como su sumisión total frente al férreo liderazgo de RC, que Quito rechaza abiertamente, en parte por su cuerpo de asesores y funcionarios de alto nivel, entregados más a recrear las glorias de hace una década en Carondelet que a trabajar en beneficio de la ciudad e indirectamente de la imagen del alcalde.
Pero no todo está perdido para Muñoz. Aún está a tiempo de tomar medidas que le permitan sostenerse en el poder. Las más preciadas no son las de orden judicial pues si cae en ese error no hará sino indignar más a la ciudadanía. Quizás una mejor estrategia sea posicionarse como alcalde de la capital y menos como militante de una organización política que, aún a costa de resultar reiterativo, en Quito no es bien recibida.
Si da ese giro, Muñoz podría salvarse. Si da ese giro, probablemente diferentes sectores acudirán en su apoyo. Si no lo hace, su permanencia en la alcaldía puede ser efímera, para tristeza de sus electores aún convencidos de su gestión y la alegría de los opositores, que no solo vienen de afuera de RC sino también de varios sectores de su propio partido. A muchos dentro de RC no le vendría mal la caída de Muñoz. A algunos para ahuyentar a un actor político que les puede hacer sombra y a otros porque la salida del alcalde les abre opciones de candidaturas en las próximas seccionales.