El Chef de la Política
Año nuevo, campaña nueva
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)
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Arranca el 2025 y Ecuador da inicio también a una nueva campaña electoral. Presidente, vicepresidente y asambleístas serán elegidos en un proceso electoral que empieza formalmente hoy, pero que en realidad se puso en marcha desde noviembre de 2023, con el inicio del actual período de transición.
Durante este tiempo Noboa ha utilizado el aparato estatal para su campaña electoral y la Asamblea Nacional ha hecho lo propio, aunque se note menos. La razón está en que no es lo mismo que uno solo esté en la mira de la opinión pública, el presidente, a que sean más de un centenar de diletantes los que sean sometidos al escrutinio popular.
Al final, la actuación de uno y otros era previsible pues, más allá de las personas, la responsabilidad básica está en ese protervo invento, imputable a las manos limpias y los corazones ardientes, llamado “muerte cruzada”. Ahí hay un conjunto de incentivos que propician el comportamiento oportunista y la incertidumbre política. Ahí otra reforma constitucional que debe ser considerada a la brevedad.
Sin embargo, y más allá del escenario planteado, lo que queda por decidir ahora mismo es quien va a ganar la primera vuelta. A diferencia de otras épocas, en las que hasta el último momento más de dos candidatos mantuvieron la esperanza de pasar al ballotage, en esta ocasión esa posibilidad se ve cada día más lejana.
Ya no hay el Zurita o el Topic de 2023. Tampoco el Pérez o el Hervas de 2021. Ni siquiera la Cynthia Viteri de 2017 que, aunque con mayor distancia respecto a los dos primeros, a momentos se pensó que podía pasar a segunda vuelta. Ahora es Noboa y González o González y Noboa.
¿Cuál de los dos se lleva el triunfo parcial en febrero?, esa la gran pregunta. Para la Revolución Ciudadana este no es un tema menor pues, a diferencia de las dos últimas elecciones, en las que ganaron con holgura la primera ronda electoral, ahora no solo podrían reducir la distancia en votos respecto a su inmediato contendor, sino que incluso hay la posibilidad de que lleguen como acompañantes de Noboa.
En esa dicotomía, que no necesariamente significa polarización, como bien lo ha demostrado el colega Javier Rodríguez, al menos hay una cosa que le queda clara al elector: conoce cómo gobierna Noboa y conoce cómo gobernará González, a juzgar por el idéntico libreto que maneja respecto a los 10 años de Rafael Correa en el poder.
Eso ayuda a clarificar posiciones y, al menos pensando en la segunda vuelta, facilita la toma de decisión del votante. A diferencia del propio Noboa en el 2023 o de Lasso en 2021, que se presentaban como opciones no conocidas de una nueva orientación de gobierno respecto a lo que había sido la Revolución Ciudadana, ahora la competencia está entre dos posturas que ya han dirigido las riendas del país.
Por ello, es posible comparar entre Noboa y González tanto en el nivel de gestión de la administración pública como en la conformación de los gabinetes ministeriales o el grado de respeto a las libertades ciudadanas. También es posible sopesar el manejo de la economía que han tenido ambas tendencias o el nivel de respeto que una u otra presenta frente a la institucionalidad del país.
La mayor certidumbre sobre lo que sería un nuevo gobierno de Noboa o el retorno de la Revolución Ciudadana también ayudará al elector “inconforme” a tomar una postura en la segunda vuelta, aunque esto también podría trasladarse a la primera.
Los “inconformes”, entendiendo que en ese grupo están los que no tienen como primera opción a Noboa o González, tendrán que definir si prefieren al actual presidente, con sus aciertos y sus errores, o al retorno de la Revolución Ciudadana, igualmente con sus aciertos y sus errores. Esa es la gran disyuntiva. Ese sector del electorado, el de los “inconformes”, acorde a la definición dada, será clave pues tendrá que dilucidar cuál de las dos opciones es la menos dañina para el país.
Ese segmento de votantes, más allá de que le pese votar por González o Noboa, más allá de que le fastidien ambos estilos de gobierno, al final será el que dirima por dónde caminará el país en los próximos cuatro años, que bien podrían ser menos, si la novelería de la “muerte cruzada” vuelve a modificar el calendario electoral.
Aunque el voto nulo siempre será una opción para los que repudian por igual a Noboa o a González, hay que decirle a ese electorado que siempre será posible marcar una diferencia entre una y otra candidatura. Siempre será posible distinguir cuál de las dos opciones puede ocasionar menos costos a la población. Tristemente, eso es lo que hay. Eso es lo que nos trae el 2025.