El Chef de la Política
¿Con quiénes van a gobernar? Otra pregunta que asusta a los presidenciables
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Entre ministros, subsecretarios, representantes a diferentes organismos de control, directores provinciales y demás autoridades del sector público, cualquier presidente necesita al menos cuatrocientas personas de confianza. En este grupo no está considerado el funcionario de nivel medio y mucho menos la gran masa de burócratas que son los que mueven en realidad la pesada maquinaria del Estado. Tampoco están contabilizados los gobernadores y la cuota política para el servicio exterior.
Como se ve, hay muchos cargos públicos para repartir y por ello es necesario que los presidenciables nos digan quiénes serán sus consejeros más cercanos en caso de llegar al gobierno. Es un derecho de la ciudadanía conocer sobre estos temas y es una obligación de ellos transparentar ese tipo de información.
Los asesores políticos, y en general la gente cercana a las diferentes campañas electorales, seguramente dirán que revelar nombres en este momento no es una buena idea y que podría traer consecuencias negativas. Eso es cierto. Sin embargo, es una verdad dicha a medias.
Los efectos negativos se verifican, si y solo si, los nombres de quienes acompañarán en el gobierno son esencialmente los consanguíneos, los amigos de la infancia y los socios en los negocios familiares. Los candidatos que tienen un equipo de trabajo medianamente establecido, que cuentan con personas especializadas en materias específicas, como la energética o la seguridad, no deberían tener temor alguno a evidenciar ante la ciudadanía quiénes serán los que dirijan áreas tan sensibles para el país. Contrariamente a lo que podrían creer, ese sería un punto clave para ganar adhesiones.
En resumen, solamente los que no tienen ni la más remota idea de cómo administrar el Estado son los que evaden pronunciarse respecto a sus equipos de gobierno. Sobre ese tipo de candidatos, por tanto, la ciudadanía debe poner recaudos y al menos cuestionarse si vale la pena entregarles el voto.
Es cierto que como electores es poco lo que podemos hacer para la selección de quienes van a la papeleta presidencial; sin embargo, lo que sí estamos en condiciones de hacer es evitar ofrecer nuestro voto a candidatos que, al no contar con agenda de gobierno y mucho menos con personas que los acompañen en la administración de lo público, evaden pronunciarse sobre quiénes serían sus más cercanos colaboradores.
Algo hay que tener claro. No es una cuestión irrelevante saber los nombres de quienes eventualmente estarán a cargo de la administración del Estado pues de lo que esos funcionarios hagan o dejen de hacer dependerá la vida cotidiana de la ciudadanía. Si no exigimos ahora, tendremos menos espacio para la queja y la crítica cuando nos encontramos con gente improvisada y desconocedora dirigiendo los recursos públicos.
Si el candidato no sabe hoy a quiénes va a poner a manejar la política interna, la educación, la cultura o la economía, es bien poco lo que podremos esperar de su gobierno. No está bien que trivialicemos los temas de fondo para el país. No está bien que el marketing se ponga por delante del futuro de los más jóvenes. No está bien reducir la política a las pasiones más bajas del ser humano.
Si estuviéramos en algún país en el que existen partidos políticos provistos de estructura y “cuadros”, quizás la pregunta sobre los posibles ministros y demás funcionarios de confianza de los candidatos sería un tema menos importante. La ciudadanía podría intuir de alguna manera quienes rodearán al futuro presidente y sobre esa base se decidiría a quién entregar el voto. No es nuestro caso pues bien sabemos que, en general, las candidaturas son el resultado de haber pagado por el alquiler de un partido y la estrategia de campaña se limita a aumentar y aumentar la pauta publicitaria y la entrega de dádivas. Por eso, precisamente por eso, es que los presidenciables evaden anunciar sus posibles equipos de gobierno.
Si ellos son así, carentes de cualquier compromiso cívico, los ciudadanos debemos evitar caer en sus discursos vacíos y sus poses, que lo único que revelan es su supina ignorancia sobre el manejo de lo público.