El Chef de la Política
Un sainete llamado democracia interna
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Nuevamente el país está entretenido con el sainete de la democracia interna.
Primer acto: el CNE anuncia que se abre el período para que las organizaciones políticas debatan quiénes podrían ser sus candidatos a cargos de elección popular.
Segundo acto: las organizaciones políticas señalan fecha para la discusión de nombres y piden acompañamiento al CNE.
Tercer acto: el día establecido se elige, por unanimidad, desde luego, a los que aparecerán en las papeletas. Concluye la obra con una sonrisa burlesca de las organizaciones políticas. El CNE aplaude y declara cuán consolidada está la vida democrática. Los espectadores, la mayoría, nos retiramos con la impotencia de siempre, mordiendo bronca y asumiendo, otra vez, que somos un remedo de país. Una caricatura.
Tan sainete son los procesos de democracia interna que ya hace varias semanas sabemos quiénes serán los candidatos. Ellos ya están proclamados y lo que ocurrirá en estos días no es más que la consagración de lo que el dueño de la organización política ha decidido.
Los rituales son necesarios, mejor, imprescindibles, siempre y cuando contribuyan a generar un mayor apego a una idea, una institución o una creencia. Ese no es nuestro caso. Acá el ritual de la democracia interna solamente fomenta el desprecio que siente la gente por sus actores políticos y, lo que es peor, la cada vez mayor desidia por el régimen democrático. ¿Cómo no podría ser esa la reacción de la ciudadanía si cada cierto tiempo se ríen en su cara con el sainete de la supuesta democracia interna?
Lo más llamativo es que acá todos sabemos que ese sainete asume tal condición no porque los procesos de democracia interna sean irrelevantes, sino porque para que ese espacio de deliberación sea útil se requiere previamente la existencia de organizaciones políticas medianamente consolidadas. Así de simple. La idea es que primero necesitamos partidos políticos para luego pensar en mecanismos de democracia interna. Otra vez, sin organizaciones políticas estructuradas, todo lo que viene después, incluyendo la fatuidad de la democracia interna, solamente sirve para enervar el ánimo ciudadano frente a la burlesca obra que tiene que contemplar.
Si nos damos una vuelta por el pomposamente denominado Código de la Democracia, allí se ve claramente que, para que existan atisbos de discusión interna respecto a la selección de candidatos, se requiere diseño organizacional, burocracia calificada al interior del partido y un conjunto de reglas que otorgue seguridades a los afiliados respecto al cumplimiento de procedimientos. En otras palabras, todo lo que acá no existe. Sigamos insistiendo en la democracia interna antes de pensar en la reestructuración del sistema de partidos y lo de estas semanas continuará sucediendo. Se van a seguir burlando del país.
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Ojalá en algún momento, y esto cada día parece ser más utópico, llegue una camada de actores políticos que entiendan que al paso que vamos, se acrecientan los espacios para la llegada de un gobierno que pase por encima lo poco que nos queda de democracia.
Si no colocamos el tema de la reestructuración de los partidos políticos como uno de los puntos principales de una agenda de acuerdos mínimos, el país se nos va de las manos, directo al abismo de los gobiernos improvisados y las candidaturas de mafiosos y delincuentes comunes. De esos ya hay algunos que ahora se presentarán al sainete llamado democracia interna y desde luego, resultarán triunfadores.
Buena es la democracia interna cuando los partidos políticos existen y se cobijan bajo dinámicas de diversidad y tolerancia. Mala es la democracia interna cuando opera como un mero cumplimiento de requisitos.
En esos casos, como el nuestro, el sainete de la democracia interna solamente sirve, paradójicamente, para erosionar la poca democracia existente.