Santiago Basabe

La actitud poco democrática de Noboa es solo un reflejo del problema de fondo que tiene el país y que se relaciona con la ausencia de acuerdos políticos básicos.

Estas elecciones presentan dos opciones conocidas, la de Noboa y la de la González. Al final, con errores y aciertos, por una de las dos hay que decidir. Es lo que hay.

Una columna de opinión no es más que el reflejo de la visión del mundo de quien escribe. No hay pretensión de objetividad absoluta. Eso es parte del juego democrático.

Los vicepresidentes reflejan acuerdos electorales y coaliciones de gobierno. Eso no pasa con los segundos mandatarios ecuatorianos. Entonces, ¿para qué mantener esa figura?

Con plata, prácticamente cualquier decisión judicial se consigue. Solo es cuestión de saber a quién se paga, cómo y dónde. Esa es nuestra justicia.

Nuestras reglas de juego están diseñadas para que mediocres y corruptos lleguen a la Asamblea Nacional. Nada diferente a lo que se ha visto hasta ahora se puede esperar en el 2025.

Ha pasado un año de un ciclo que podría estar recién iniciando. Parco e indiferente al orden institucional, Noboa camina firme en su intención de quedarse varios años en el poder.

El intento del gobierno de separar inconstitucionalmente a la vicepresidenta ha sido lo único que ha logrado acercar a todos los sectores. Ese es el efecto Abad.

Renuncia anticipada al cargo de asambleísta y objeción de conciencia previa autorización del dueño del partido son las nuevas formas de operar de nuestra maloliente clase política