La venganza
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Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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La otra noche le contaba a un amigo escritor que tengo miedo de volver a leer ‘Cien años de soledad’. Miedo de desencantarme, claro. Dije que hasta a Borges le estaba viendo el artificio, perdón por la blasfemia, pero a la única obra a la que vuelvo a la segura es a ‘El conde de Montecristo’.
De hecho, vuelvo a los dos volúmenes que conservo desde la infancia; una edición barata publicada por la editorial argentina Tor, a dos columnas, en papel periódico. Las páginas están amarilladas y las letras descoloridas pero las pasiones siguen tan vivas como el primer día.
En esta ocasión, motivado por la charla, decidí ver la más reciente película sobre la novela de Dumas. Me refiero a la versión francesa del 2024 que están pasando en los cines y que obtuvo una ovación de 12 minutos en su estreno en Cannes.
¿Qué les diré? La película está muy bien hecha en términos cinematográficos y probablemente funciona para alguien que ingresa por primera vez a la vida del conde, pero es excesivamente infiel al texto original.
Además, pasó algo raro: a estas alturas de la vida, ¡segunda blasfemia!, el conde había perdido su encanto; no era más que un hombre con el alma emponzoñada por el rencor y el anhelo de revancha, una víctima que se plantea la venganza como un acto de justicia cuasi divina, aunque al final se suaviza en esta versión edulcorada de la historia.
No voy a ahondar en la rancia discusión sobre las adaptaciones cinematográficas. Por supuesto que es otro género y que el director tiene la libertad de interpretar el tema a su manera, pero yo también tengo la libertad de que no me guste. Aunque no falte dónde escoger pues existe una veintena de versiones para cine y televisión y el conde ha debido adaptarse al gusto de cada generación desde hace un siglo.
¿En qué radica su permanencia y enorme popularidad? Pues en que contiene todos los elementos de una telenovela truculenta: amor, éxito, juventud, celos, envidia, maldad, traición, injusticia, sufrimiento inmerecido, hallazgo de un tesoro, un hijo ilegítimo, venganza…
En realidad, esta brillante novela de Alejandro Dumas es una de las que fijó los parámetros del género folletinesco: fue apareciendo por entregas en 1844, en un periódico, lo que obligaba a que cada folletín desarrollara algo, rematará algo otro y mantuviera la expectativa, tal como lo hace cada capítulo de una telenovela. La fórmula ha sido repetida miles de veces pero sigue vigente con iguales ingredientes; tanto así que una telenovela reciente lleva por título ‘La ley de la venganza’.
Recordemos lo esencial: Edmundo Dantés fue víctima de la traición de un amigo, un compañero de trabajo y un fiscal, y solo el deseo de venganza le permitió sobrevivir a 14 años de prisión en las mazmorras del castillo de If.
Luego de la fuga mitológica, con el poder económico que le dio el tesoro hallado en la isla de Montecristo, volverá a Marsella a enterarse que sus tres enemigos se han vuelto ricos y poderosos y Mercedes, su antigua novia, se casó con uno de ellos.
Entonces el conde diseñará un plan meticuloso e implacable para desfacer tamaña injusticia, no simplemente destruyendo a los culpables sino haciéndoles sufrir lo mismo que él, su padre y el buen naviero Morrel soportaron. Es la bíblica ley del talión dictada del Antiguo Testamento: quien lesione a su prójimo, “sufrirá en carne propia el mismo daño que haya causado”.
Me dirán: el mundo está convulsionado por las barbaridades de Putin y Donald Trump y este columnista nos habla de una novela del siglo XIX. Pues sí, porque esa literatura ayuda a entender a dos personajes que encajan en los moldes imperialistas de esa época y que, en términos personales, son vengativos, crueles, ególatras y traicioneros… como villanos de telenovela.
Otro gran novelista, John Le Carré, ya había advertido quién era Putin al afirmar que un presidente que se toma fotos con el torso desnudo cazando osos es muy peligroso. Pero en lugar de escuchar a escritores que conocen a fondo a los seres humanos, prestamos oídos a las fantasías de los consultores políticos y sus encuestas truchas y así nos va.
P.S. Conste que no me he referido al famoso video en el que Rafael Correa, junto a Luisa y Arauz, promete que su venganza será contundente. En esta ocasión no hay que dudar de su palabra.