¿Y ahora qué va a pasar?
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Esa es la pregunta del millón (de votos o de watios) no solo en este angustiado país que vive de sobresalto en sobresalto, sino en el planeta entero, donde se extienden las guerras de conquista y se consolidan los autócratas como Trump, cuya victoria es otro golpe a la tendencia progresista.
No, nunca había visto tantos artículos y comentarios en la TV y las redes explicando de mil maneras –algunas sensatas; otras, siniestras o descabelladas–, por qué ganó Trump. O por qué perdió Kamala, que no es lo mismo porque los errores del perdedor cuentan más en el resultado que los aciertos del triunfador.
En cualquier caso, los oscuros presagios de lo que iba a pasar si ganaba Trump empiezan a cumplirse con los primeros nombramientos de tipos de extrema derecha que niegan la existencia misma de Palestina y detestan a los migrantes de color.
La idea central de Trump es desarticular y subordinar a su voluntad las instituciones. Así como Correa nombraba ministros de Defensa a poetas y poetisas, Trump entregará la secretaría de Defensa, es decir, la autoridad sobre el ejército más poderoso de la historia, a otro improvisado, un presentador de Fox News que fue un gran difusor de sus mentiras.
Y encargará la amputación del sistema de salud pública a un enemigo de las vacunas y otros aportes de la medicina occidental, Robert Kennedy Jr. (Como dato al margen, Kennedy contó que Daniel Noboa había vivido en su casa pues la amistad de las dos familias es de larga data).
Sobre todos ellos se encuentra el hombre más rico del mundo, Elon Musk, en lo que ya es calificado como “el gobierno de los billonarios”, es decir, de aquellos que invirtieron grandes sumas en la campaña y se disponen a cobrar los réditos pasándose por el forro cualquier conflicto de intereses.
Ante semejante panorama, cabe preguntarse cómo manejan sus contradicciones los migrantes de origen árabe y latino que votaron por esos señores en lugar de optar por el progresismo demócrata. Paradoja que también se observa en Ecuador donde los pobres y marginados eligen a millonarios guayaquileños como sus mandatarios.
Sobre el comportamiento emotivo e irracional del electorado se ha escrito mucho, pero el cliché populista de que “el pueblo no come cuento” parece invulnerable, a pesar de que cada elección demuestra lo contrario. Más acertado sería reconocer que el pueblo come mucho cuento y mucha basura de Tiktok. Luego vienen los reclamos.
En el caso ecuatoriano, lo he dicho y lo repito: si votas por un miembro nato de la más rancia oligarquía, sin mayores luces ni experiencia como Daniel Noboa, ¿por qué te sorprende que se comporte como un niño rico y caprichoso, acostumbrado a salirse con la suya? Salvo que ahora, cuando irrumpe en la embajada de México, la cuenta la paga el Ecuador como país, un pobre país al que ningún presidente quiere venir.
Además, Noboa busca la reelección con las mismas artimañas de la vieja política, pero se halla en una situación tan vulnerable por los apagones, la inseguridad en las calles, las matanzas en las cárceles, el desempleo y el aislamiento internacional, que la gente se pregunta qué va a pasar, no ya el próximo año sino el próximo mes, ahora que Leonidas Iza lanza su campaña presidencial con movilizaciones que tendrán un fuerte eco en tanta gente descontenta.
Ampliando la pregunta: ¿qué va a pasar con la vicepresidenta Abad, otro personaje de ultraderecha que tampoco hila muchas frases, pero que, según la Constitución, debe reemplazar al presidente mientras este se dedica a la campaña? Si temporalmente llega a Carondelet, ¿intentará bajar el IVA, los precios de los combustibles y otras medidas populistas que le cosecharán muchos aplausos, sobre todo del correísmo si indulta a Jorge Glas?
Con un Noboa cayendo en picada, un binomio Luisa–Borja sin una gota de carisma ni independencia, y un electorado tan volátil como el ecuatoriano, puede suceder cualquier cosa, sobre todo si persiste la sequía. Por ahora, la pregunta más acuciante es qué va a pasar el martes en Barranquilla. Menos mal que allá estaremos en mejores manos; perdón, en mejores pies.