De poetas, viajeros y libros de papel
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Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Buscando alivio de tanto texto digital fui a dar una vuelta por la librería Rayuela. Más allá de las novedades, llamó mi atención, en la sección Poesía, un libro delgado del gran poeta chileno Raúl Zurita: ‘Este no es un sueño, este es el mar’.
Había leído su ‘Purgatorio’ cuando Chile volvía a la democracia y, de paso, a la poesía. Luego encontré algunos poemas sueltos por aquí y por allá, pero lo curioso de esta breve antología es que fue editada y publicada en Ecuador, con el auspicio del Ministerio de Cultura, en tiempos de Lasso.
¡Wow! algo tenía que haber hecho bien don Guillermo, aunque dudo que haya leído a Zurita. A Zurita, en cambio, le habría encantado esa figura de la muerte súbita que usó el presidente para suicidarse.
El otro libro que adquirí fue ‘Volver al oscuro valle’, novela del colombiano Santiago Gamboa, de quien había leído años atrás ‘El síndrome de Ulises’, donde Gamboa retrataba con fuerza, conocimiento de primera mano y talento narrativo el submundo de los migrantes en el París en los años 90.
Ese grupo de exiliados políticos, pícaros, hambrientos, chicas liberadas y aprendices de escritores me enganchó desde el inicio pues yo también había hecho la conscripción literaria en esas buhardillas mitológicas, sobreviviendo con trabajos marginales, tema que Gamboa abordaba con desenfado y toques de humor negro.
Ahora me entero que el asunto central de ‘Volver…’ es nuevamente el desarraigo, en este caso de cinco personajes que se encuentran en Madrid. Salvo el cónsul, alter ego de Gamboa, los otros guardan en la mochila pasados espantosos, comenzando por Manuela Beltrán, la caleña que es abusada cuando niña, se redime de una adolescencia promiscua escribiendo muy buena poesía y avanza por la novela como un espejo del ensayo sobre la vida de Arthur Rimbaud que el cónsul está escribiendo y que lo va intercalando a modo de una historia paralela.
Asoman también un despreciable cura paramilitar y un predicador argentino que se dice hijo de Bergoglio. Paso a paso se van juntando las historias y el grupo retorna a Colombia para ejecutar una venganza atroz que no tiene justificación salvo la de exponer la degradación moral de la sociedad colombiana.
Por fuera de la novela –y por pura casualidad pues yo ignoraba el contenido–, también se juntaron en mi velador las vidas de dos poetas históricos: Rimbaud y Zurita. Entre otros datos, si el francés escribió ‘Una temporada en el infierno’, la abuela italiana de Zurita, para distraer la pobreza en la que vivían, le contaba historias de ‘La Divina Comedia’, cuyo ‘Infierno’ ella recitaba de memoria en italiano.
Tampoco es casual que el primer poemario del chileno se llamara ‘Purgatorio’. Y existen otros vínculos, claro, pero no me dan el cuero ni el espacio para hacer aquí crítica de poesía. Volvamos mejor a ‘Volver…’
Quizá la mayor virtud de Gamboa sea la de retratar con agilidad y perspicacia –como el avezado cronista de viajes que también es–, las ciudades por las que van pasando los personajes y el síndrome de Ulises que les afecta. Porque todo es viaje aquí, ruptura, desconcierto, exploración e intento de volver al hogar: desde Ulises, el mitológico viajero de la Antigüedad, hasta ese genio precoz y malogrado que fue Rimbaud, quien a veces se ganó la vida escribiendo crónicas de viajes por el África para revistas parisinas.
Hoy, los temas del retorno (forzado) de los migrantes, el narco y la corrupción generalizada explican la rabiosa actualidad de la novela de Gamboa. Añádase la rabiosa eternidad de la poesía de Rimbaud y Zurita y estamos hechos.