En el caso Campana hay mucho más que fútbol
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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En el caso de Leonardo Campana confluyen varios factores cuyo análisis sirve para entender no tanto el fútbol cuanto el país porque la Selección es un reflejo de nuestra sociedad, aunque un poco distorsionado pues los afros y los cholos, étnicamente hablando, se destacan mucho más en la cancha que en el Country Club.
Empecemos por lo futbolístico: si la selección contara con delanteros de la calidad que exhibieron en su día el Tin Delgado y Jaime Iván Kaviedes, y si a Gonzalo Plata no le gustara tanto la joda, no estaríamos discutiendo esto pues es claro que Campana no ese halla a ese nivel. Él mismo ha explicado que, cuando ha sido convocado, no ha estado en su mejor momento.
Pero ahora resulta que mete más goles que Messi. Sí, que este Messi semijubilado y en ese “equipo de Hollywood”, como afirma Franklin Salas, exgloria de LDU, quien le sugiere a Campana que vaya a medirse en un fútbol más exigente y competitivo para que se ponga a la altura de la Selección.
Sin embargo, Pocho Harb, que gusta de llamar la atención con declaraciones tremebundas, señaló hace poco que no convocan a Campana porque nació en cuna de oro, por el regionalismo y por antibarcelonismo. Miremos qué hay detrás de esta enjundiosa acusación del exdiputado socialcristiano y exdirigente de Barcelona.
La cuna que le tocó en suerte al 9 del Inter de Miami implica que es blanco y bien educado, que la ha tenido fácil en la vida y ha ascendido en el campo deportivo no por sus méritos sino por las relaciones familiares, provocando o ahondando el resentimiento social.
La cuna ayuda, por supuesto; si no, miren a su tío Daniel. Pero es absurdo pensar que ese supuesto veto por aniñado provenga del presidente de la FEF, Francisco Egas, miembro de la élite quiteña. De manera que los resentidos serían los jugadores de la Selección quienes, entre otras maniobras, no le pasaban la pelota cuando jugaba para evitar que hiciera los goles que hace cuando Messi le pone el balón en la cabeza.
¡Ah, las teorías de la conspiración! Celos hay en todas partes, sobre todo entre los cracks de alto nivel. El mejor ejemplo es la selección argentina que solo funciona bien cuando hay un rey indiscutible, Maradona o Messi, y los demás se ponen a su servicio.
Acá, ni siquiera Aguinaga alcanzó ese estatus. Pero tampoco le vemos al Niño Moi o a Pervis Estupiñán, que juegan donde juegan, mezquinándole un pase a cualquier centro delantero que luzca la camiseta tricolor.
Para envenenar un poco más el asunto, Harb añade el factor regionalismo, aunque sabe que varios jugadores costeños han jugado y juegan en la Selección. El argumento es viejo pero efectivo porque en el siglo pasado sí que había un fuerte regionalismo, de modo que los encuentros entre las selecciones provinciales de Guayas y Pichincha terminaban en batallas campales.
Y en la Selección de los años 60, que jugaba exclusivamente en el estadio Modelo del puerto, solo participaba un jugador serrano, Tito Larrea, el legendario puntero izquierdo de LDU. Cuando le entrevisté, poco antes de que le afectara el Alzheimer, Larrea me contó que, cuando iba a las concentraciones en Guayaquil, todos los compañeros le trataban muy bien. Añadió riendo que era él quien les vacilaba: “La selección soy yo y diez monos”, les decía. En realidad, era al revés y él estaba allí para darle un aire democrático al plantel.
A veces convocaban también a Mario Zambrano y pare de contar. Otras veces a ningún serrano, aunque existía ya un excepcional Polo Carrera. Eso se democratizó recién cuando la sede se trasladó a Quito para aprovechar la altura.
El tercer argumento –que no se convoca a Campana por ‘antibarcelonismo’– es totalmente traído de los cabellos, pero apunta contra Independiente del Valle, exitoso club que impondría a varios de sus jugadores para exhibirlos en esa vitrina internacional y elevar sus cotizaciones en el mercado de pases.
Puestos a criticar, cualquier sociólogo tropical pudo haber añadido que la FEF manejada desde Quito es antioligárquica y antiimperialista y no convoca a Campana porque juega en Miami y pertenece a la familia más poderosa del Ecuador desde los años 50: la familia Noboa.
Aunque, burla burlando, eso más bien sería un mérito de Daniel Noboa: no haber impuesto a su sobrino. Hay un precedente: cuando le cayeron a trompadas al Bolillo Gómez porque no llamaba a un hijo de Abdalá Bucaram.
Desde Quito, El Guapo de la Barra recoge el guante: no convocan a Campana porque no da la talla. Ok, pero su segundo argumento es peligroso: “fue evidente que a Campana, no le pasaban la pelota, en una especie de boicot”. Pero en vez de cuestionar esa actitud, la justifica. “Si es verdad que persiste la animadversión hacia este jugador, no es conveniente llamarlo… Los jugadores podrían exaltarse si sus estereotipos llegan a ser desafiados de esta manera. La meta es ganar los puntos, no refundar la Facultad de Sociología”.
Inadmisible. Si en el equipo predominara un grupo de blanco–mestizos opuestos a la incorporación de un negro de origen humilde, nadie se atrevería a justificar hoy ese estereotipo para salvaguardar la paz en el camerino. ¿De cuándo acá el racismo al revés sí es recomendable y la equidad queda para la Facultad de Sociología?
Menos mal que la última palabra la tiene el DT. Él verá si da o no da el campanazo.