Los chicos Kodak y el nuevo dueño del mundo
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Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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En medio de la basura política y sentimental que llega por Facebook, a veces se filtra material interesante, como un texto sobre el derrumbe de Kodak, Nokia y otros gigantes que no supieron adaptarse a la revolución digital a fines del siglo pasado.
Al mismo tiempo sale en ‘El País’ la noticia de que Elon Musk, dueño de empresas de autos eléctricos, cohetes a Marte y X, ha ofertado 97,400 millones de dólares por Open IA, la que maneja el Chat GPT entre otras cosas.
Por ahora, Sam Altman, el capo de la compañía, ha dicho que no está a la venta y se ha burlado de su antiguo socio y actual adversario, Musk, quien fue uno de los fundadores y codirectores de Open IA hace diez años. Pero Musk, que también creó xAI, otra empresa pionera, ahora busca copar esta tecnología que incide cada vez más en el destino del mundo.
Tenemos aquí dos ejemplos canónicos: 1) de aquellos que no entendieron el significado de la Tercera Revolución Industrial y fueron avasallados por ella; 2) de quien encabeza la Cuarta Revolución desde el mismísimo Salón Oval de la Casa Blanca, lugar al que llegó aportando 270 millones para la campaña de Trump.
Con el añadido de que el voraz e imparable Musk recuperó multiplicada esa suma con la victoria electoral y la posibilidad de ampliar sin límites sus contratos con el Estado. Así, en su ocaso, la democracia más antigua del mundo desnuda su verdadera esencia coronando a los máximos depredadores.
El otro caso es dramático por lo opuesto ya que Kodak era la empresa fotográfica más grande y popular del planeta desde que lanzó la Brownie en 1900 y democratizó la fotografía. Siempre a la vanguardia, en 1935 presentó la película Kodachrome para las primeras diapositivas a color, que se revelaban en Rochester.
Por estas tierras también crecimos bajo la sombra de Kodak, nombre escogido porque se pronuncia igual en muchas lenguas. Recuerdo que aprendí a tomar fotos con una Brownie Holiday a los 12 años y ya en los años 70, los fotógrafos como el Pecas Corral usaban la película Tri-X en blanco y negro, que revelaban y ampliaban en sus cuartos oscuros.
Pero el público en general acudía a las tiendas de Comandato y Ecuacolor, donde revelaban e imprimían las fotos de esas camaritas Instamatic que se volvieron muy populares y alimentaron los álbumes que registraban la biografía de cada chico desde el bautizo. Puesto de otro modo, cada vida era una sucesión “momentos Kodak” como rezaba la propaganda.
El punto trágico de esta historia es que un ingeniero de Kodak creó la primera cámara digital en 1975, pero los ejecutivos no se dieron cuenta de su trascendencia porque su principal negocio eran la venta de rollos y no se diversificaron a tiempo. Como dice un articulista, “los ejecutivos de Kodak no podían imaginarse un mundo sin la película tradicional”.
No solo ellos: nadie podía imaginar un mundo sin películas y sin periódicos; resultaba inconcebible desayunar sin el olor a tinta fresca que se mezclaba con el aroma del café al desplegar las hojas del diario y contemplar las fotos de la primera plana.
Como resultado de la falta de visión empresarial, Kodak, que había llegado a tener 145.000 empleados a nivel global, en el año 2010 solo contaba con 18.800 y dos años después se declaró en bancarrota.
En cuanto a la inteligencia artificial, no quiero abundar sobre su significado pues todos los días asoman artículos, reportajes y estudios pronosticando, entre otras cosas, que ocasionará una caída radical del empleo. Y que más temprano que tarde se volverá consciente y redefinirá el papel de los seres humanos, como en cualquier película barata de ciencia ficción.
Ese reordenamiento profundo viene sucediendo hace rato en los campos económico, político y cultural. Ante su avance, el humanismo renacentista y la democracia republicana se vuelven cada día mas vulnerables. Y un pequeño país llamado Ecuador está a punto de volver al socialismo bolivariano, lo que equivale a volver a tomar fotos con la Instamatic de Kodak.