¿Quién controla el cuerpo de las mujeres?
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Las mujeres han sido consideradas botín de guerra –de las guerras que hacen los hombres– desde tiempo inmemoriales. Además, el objetivo estratégico de abusar, raptar, violar, esclavizar, torturar y eliminar a las víctimas es humillar y quebrar la moral del enemigo.
En otras palabras, la batalla se libra también sobre el cuerpo de las mujeres: quien tiene el poder militar decide lo que le da la gana. Basta ver lo que hacen los invasores rusos con las mujeres de Ucrania. O recordar a las esclavas sexuales del ejército del Estado islámico, así como a las coreanas del ejército japonés en la Segunda Guerra Mundial.
Aunque parezca increíble, algo parecido sucede, a nivel jurídico, en muchos países occidentales donde el poder político y religioso, en su gran mayoría masculino, no tiene el menor empacho en meterse en la justicia a ordenar qué puede y qué no puede hacer una mujer con su propio cuerpo. Estoy pensando, claro, en la legislación sobre el aborto.
En EE UU, cuando Trump era presidente, logró ubicar tres jueces para consolidar una mayoría ultraconservadora en la Corte Suprema. Esa metida de mano en la justicia rindió sus frutos pues la Corte le ha ayudado con los juicios en su contra y, sobre todo, anuló hace dos años la sentencia conocida como 'Roe contra Wade', de 1973, garantizaba el derecho al aborto. Eso permitió que varios estados controlados por los republicanos continuaran echando atrás la legislación progresista, prohibiendo y penalizando obra vez el aborto.
Pero también generó un fuerte rechazo de los sectores progresistas que, con ese lema como bandera, lograron frenar la supuesta ola republicana en las elecciones intermedias del 2022. En esa ocasión se alzó firme y clara la voz de la vicepresidenta Kamala Harris, quien ha defendido siempre los derechos de las mujeres.
Como era de esperarse, hoy también, en esta campaña relámpago que ha devuelto el entusiasmo y el espíritu de lucha a las bases demócratas, Kamala insiste en cada uno de sus discursos en “la libertad de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo y no que el Gobierno les venga a decir qué hacer”.
Este tema se engrana en el conjunto de libertades que están siendo amenazadas por Donald Trump y los republicanos, quienes pretenden derogar conquistas sociales obtenidas a lo largo de varias décadas.
Si allá es fácil ubicar a quiénes encarnan las fuerzas del progresismo, o de la izquierda, por oposición a quiénes representan a la derecha, acá, en Ecuador, el panorama es mucho más confuso. Por ello decía yo en un artículo del mes pasado que para diferenciar a la izquierda de la derecha habría que exigir a todos los políticos que se pronuncien no sobre generalidades sino sobre temas tan específicos como los derechos reproductivos de las mujeres.
Sin tocar este punto, luego de la reunión de las organizaciones “de izquierda” que tuvo lugar el miércoles e incluía a Jimmy Jairala, otro de los participantes, el candidato presidencial de la Unidad Ecuador, Jorge Escala, declaró que con la Revolución Ciudadana no iría “ni a la esquina” porque no era una organización de izquierda.
Allá que cada una de esas organizaciones se asuma como la auténtica portadora del membrete. Lo que interesa es que declaren formalmente, por ejemplo, si están a favor o en contra de despenalizar el aborto hasta las 14 semanas como en Argentina, donde Milei, coideario de Trump, quiere también derogar esa ley. Así por lo menos sabrán las ecuatorianas por quienes no votar.