50 años de la caída de Saigón

Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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La oposición a la guerra de Vietnam marcó a mi generación. Por casualidad, me tocó vivir el clímax de la agitación estudiantil en el centro de la movida, el San Francisco State College, en 1968. Luego vimos cómo EE.UU. iba perdiendo esa guerra tanto en el terreno asiático como en el frente interno, donde los reportajes de televisión, las fotos y los testimonios de los heridos aumentaban el rechazo a la intervención.
Cuando Saigón cayó finalmente en manos del Vietcong, el 30 de abril de 1975, (el miércoles se cumplirán 50 años) yo andaba por la puna boliviana rumbo a la Argentina, de modo que ese hecho histórico está vinculado en mi memoria a una noche en la que casi muero de frío en un bus destartalado por cuyo interior el viento helado corría a sus anchas y no llevaba yo la ropa apropiada.
La caída de la capital de Vietnam del Sur fue dramática y humillante: en los noticieros se veía que los últimos ciudadanos gringos y los vietnamitas que colaboraron con ellos escapaban angustiosamente en los helicópteros que los recogían desde el techo de la embajada de EE.UU en Saigón, rebautizada como Ciudad Ho-Chi-Minh luego de la victoria.
Decenas de miles de vietnamitas quedaron atrás, abandonados a su suerte, tal como volvería a suceder en el aeropuerto de Kabul, en agosto de 2021, cuando otra vez los norteamericanos escapaban caóticamente de la derrota en Afganistán y los videos parecían calcados: la misma desesperación, el aglomeramiento, los civiles afganos corriendo por la pista, un país asiático que regresaba a los ritos medievales del talibán.
Sintiéndose vencedor tras bambalinas, Vladimir Putin se regodeaba ante la imagen de blandengue que mostraba EE.UU. Pero nunca pudo imaginar que el próximo presidente decidiría entregarle Ucrania, nadie tiene claro a cambio de qué.
Desde 1975, sobre el significado de la derrota de EE.UU. en Vietnam se ha dicho mucho, empezando porque tuvo profundos efectos, sobre todo en el campo cultural y en la autoestima de una generación. Lo imposible de prever entonces fue que, luego de sanar las heridas, un Vietnam ya unificado bajo el liderazgo del Partido Comunista restablecería relaciones con EE.UU. y, a diferencia de lo que sucedería en Afganistán, se transformaría en una pujante economía capitalista.
Paradojas de la historia: ese conflicto se había enmarcado en la disputa global entre capitalismo y comunismo que caracterizaba a la Guerra Fría, mas resultó que allí –tal como en la antigua Unión Soviética y en China– triunfó finalmente el capitalismo. Hoy, la guerra comercial que enfrenta a Trump con China es una disputa entre potencias capitalistas.
Sin embargo, la democracia liberal ha salido maltrecha pues hace rato que se están imponiendo los regímenes autoritarios con distintos disfraces y lo que está pasando en Estados Unidos es francamente aterrador. El autodenominado campeón del mundo libre, que lideró la lucha contra los fascismos europeos y luego contra la Unión Soviética y los regímenes comunistas, abandona a sus aliados europeos y desmantela su propia democracia.
Si la política de Trump parece inaudita, no hay que olvidar que fue electo por una mayoría que aceptó su mentira del fraude electoral y la violenta toma del Congreso y tampoco tuvo dilemas éticos con que hubiera sido enjuiciado por delitos de diversa índole, uno solo de los cuales habría descalificado para siempre a otro candidato.
¿Cuál es la gran lección del medio siglo transcurrido desde la caída de Saigón? Pues que la historia da muchas vueltas. A pesar de la derrota en Vietnam, EE.UU. consolidaría su hegemonía mundial tras la caída del muro de Berlín, cuando Fukuyama planteó pomposamente el fin de la historia porque la democracia liberal había triunfado.
Pero China, Rusia, también India, tenían otros planes a mediano y largo plazo. Hoy, Putin busca restaurar el imperio de los zares mientras Europa intenta evitar la caída de Kiev y vive con el temor de un ataque nuclear.
¿Sobrevivirá la democracia norteamericana a los atropellos de Trump o buena parte del daño ya es irreversible? ¿Sobrevivirá Ucrania? ¿Cómo afectará a Ecuador el reordenamiento del mundo? Cuando retorne el Gobierno que se fue dos semanas de paseo quizás pueda darnos algunas respuestas.